La metáfora de Heráclito lo dice clarito: nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, porque el agua no es la misma y nosotros tampoco. Es por eso que el show de Fito Páez para cerrar la gira de 30 años de “El amor después del amor” (que en rigor concluye en La Plata el 16 de diciembre) nos atravesó de una manera distinta en este primer concierto de los dos programados en la ex Rural. Es que las canciones de ayer se resignifican hoy y seguramente tendrán otro sentido mañana, aunque jamás cambiarán su esencia.
Fueron 14 mil personas las que vibraron este sábado caluroso, en un día raro en la ciudad, porque la muerte de un colectivero hizo que no haya transporte público, lo que hizo que el show comenzara 35 minutos después -siempre coordinado desde una lograda organización de la producción del show- para que puedan llegar todos a destino. Y el domingo también se repetirá el ritual con entradas agotadas.
Primero fue Coki Debernardi y Ricardo Vilaseca, en un dueto singular para la previa del show con clásicos de Coki, que siempre ratifica sus dones de frontman atípico, inclasificable y genial.
Cuando salió Fito con “El amor después del amor” la gente se puso de pie en las plateas para nunca más sentarse en las dos horas y cuarto de show. Porque cuando hay canciones que le hablan al pibe y a la piba que fuiste hace treinta años es imposible hacerte el distraído.
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Foto: gentileza Maxi Conforti
El arranque fue un poco caótico porque Fito se rayó con el sonidista porque su piano, nada menos, no sonaba. “Estuvimos cuatro horas probando sonido y el piano no suena, man, la puta que lo parió”, bramó, en medio de la ovación de la gente que lo alentaba para que se le pase rápido el enojo. Eso hizo que cambiara el orden de los temas y que “La Verónica” le dé paso a “11 y 6” para después sí, sonar como corresponde, con la intro de piano que engalana el tema.
La banda, como siempre, estuvo a pleno. Pero esta vez hay que destacar la performance de Emme Vitale, quien superó todos los miedos que tuvo la noche del debut de esta gira en Rosario en diciembre pasado en el Anfiteatro y este sábado se mostró a pleno con agudos intensos y sutilezas a la altura de su trayectoria.
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Foto: gentileza Maxi Conforti
La metáfora de Heráclito del inicio aplica aún más porque el show de Fito, literalmente, no fue exactamente igual que en aquel diciembre del 2022. Es que Páez decidió cambiar la lista de temas para sorprender a sus fans y a la vez para traer a escena algunas joyitas perdidas, como fueron “Solo los chicos”, “Nada más preciado para mí” y “Yo te amé en Nicaragua”, en versiones remozadas y siempre bienvenidas.
No faltaron esos clásicos lentos que te invitan a la lágrima. Y pasó con “Un vestido y un amor”, “Pétalo de sal” y “Al lado del camino”, en una de las versiones más sentidas que hizo Fito en mucho tiempo.
En el show no hubo ninguna referencia al presente político, aunque sonó extraño que no dijera la palabra “libertad” cuando cantó “y el futuro….” en el tema “Circo beat”. Por otra parte, fue imposible no asociar a la realidad cada vez más crítica que vive la ciudad por la narcocriminalidad, cuando cantó “Ciudad de pobres corazones” delante de unas imágenes con la ciudad en blanco y negro con ciertas tonalidades rojas, que podrían asociarse a la sangre que vemos día a día en las calles.
El show tuvo un mimo hacia García al interpretar un extracto de “No bombardeen Buenos Aires” delante de bombas que caían en la pantalla.
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Foto: gentileza Maxi Conforti
Fito volvió a cantar suelto, dejando las tonalidades más altas para Carlos Vandera, Emme y Juan Absatz, potenciando las bajas en su interpretación. Y ese cambio le favorece ampliamente, porque gana en sutilezas y expresividad.
El cierre tuvo clima de fiesta, como suele suceder. “Brillante sobre el mic” con los teléfonos encendidos como velas que nunca se apagan, “A rodar la vida” con las pocas camperas que había (por el calor agobiante) revoleando por sobre las cabezas; “Mariposa technicolor” para que no quede ni uno solo sin cantar; y “Dar es dar” con los papelitos en el cielo y la gente más en llamas que nunca.
Como bonus track llegó “Dale alegría a mi corazón” y las 14 mil almas la cantaron a capella: “Y ya verás, la sombras que aquí estuvieron no estarán/y ya verás, que no necesitaremos nada más”. Un rato antes Fito había hablado del poder de la música, que te llega al corazón y te da ese instante de alegría sin tener nada que explicar. Y en esa última estrofa terminó poniendo en canción ese sentir. Música, música, música. Y no necesitaremos nada más.