José "Pepe" Mujica firmó una carta en contra de las acciones del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa Rosario Murillo. El ex presidente de Uruguay es uno de los 140 intelectuales de izquierda de la región que firmaron la declaración pública, entre los que se cuenta Lucía Topolansky, actual senadora y ex primera dama del país oriental.
"Es difícil saber si Daniel Ortega se enfermó por el poder o está enfermo por mantener el poder o ambas cosas, pero esto –ahora y a efectos prácticos no importa", comienza el documento que señala que el primer mandatario nicragüense "se ha transformado en un presidente autócrata y autoritario, aliado hasta hace poco, a las grandes fortunas (Consejo Superior de la Empresa Privada – Cosep- mediante) capaz de reprimir sin piedad a su pueblo junto al cual no supo, quiso o pudo, construir calidad de vida ni una institucionalidad democrática, transparente".
Asimismo, acusa al Frente Sandinista de haberse sumido en un largo proceso de deterioro "que registra episodios de corrupción, abandono de principios, enriquecimiento ilícito, maniobras y acomodos junto con la peor derecha, destinados a amasar fortunas y a perpetuarse en el poder".
Además de Mujica y Topolansky, la escritora mexicana Elena Poniatowska, ganadora del Premio Cervantes, sumó sus firma a la manifestación política señala el "enorme enriquecimiento" de Ortega, los pactos con Arnoldo Alemán y el empresariado, la persecución contra veteranos sandinistas, el hostigamiento al poeta Ernesto Cardenal, la respuesta violenta contra manifestantes en abril de 2018 y el reciente apresamiento de aspirantes presidenciales, y le dejan claro que eso no corresponde con las visiones de libertad que se conquistaron con vidas en la pasada dictadura somocista.
La enfermedad del poder
“Es difícil saber si Daniel Ortega se enfermó por el poder, está enfermo por mantener el poder o ambas cosas, pero esto -ahora y a efectos prácticos- no importa. Lo cierto es que un hombre que en su historia registra hechos loables (como su participación en la lucha antisomocista o cuando, aceptando su derrota electoral de 1990, entregó, como corresponde, la presidencia a su sucesora, Violeta Barrios de Chamorro, de la alianza opositora) se ha transformado en un presidente autócrata y autoritario, aliado, hasta hace poco, a las grandes fortunas (Consejo Superior de la Empresa Privada mediante), capaz de reprimir sin piedad a su pueblo, junto con el cual no supo, no quiso o no pudo construir calidad de vida ni una institucionalidad democrática, transparente, que le permitiera realizar, en libertad, pacíficamente, su destino”, indica la misiva.
"Los derechos humanos no son una concesión graciosa de los Estados y sus gobiernos, son conquistas de los pueblos. Los Estados que los reconocen y plasman en distintos instrumentos jurídicos, tienen el deber de promoverlos y respetarlos", dice el texto en el que los intelectuales y dirigentes de izquierda admiten que no pueden callar ante los atropellos cometidos por la familia Ortega-Murillo en Nicaragua, a pesar de estos se promuevan como socialistas.
"No es digno ni decente defenderlos cuando por “razones políticas” nos conviene y callar cuando no. Tampoco es válido “justificar” su violación porque otros “los violan más”; ni la hipocresía de políticos, partidos y gobiernos propensos a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Una vez más con preocupación, con pena y con fuerza, nos solidarizamos con las víctimas y exigimos al gobierno de Nicaragua que cese la persecución y la represión, que libere a los presos políticos y respete el Estado de Derecho", dice la carta.
La carta condena las acciones de Daniel Ortega
- Los pactos electorales que hizo con el empresario y dirigente derechista Arnoldo Alemán (presidente de Nicaragua entre 1997 y 2002, famoso por la «derivación» de millones de dólares del Estado a cuentas personales y familiares), destinados a bajar el porcentaje de votos necesarios para conquistar la presidencia y obtener la reelección presidencial, que ahora transformó en indefinida.
- Su persecución, ya nuevamente como gobernante, de los veteranos sandinistas y las organizaciones que crearon después de irse de «su» partido, que llevó a Dora María Téllez a hacer, en 2008, una huelga de hambre en el centro de Managua, que logró una gran repercusión y solidaridad popular, a la cual apoyaron con una carta, entre muchos intelectuales, Noam Chomsky, Juan Gelman, Eduardo Galeano y Mario Benedetti.
- Su cruel hostigamiento al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal (el mismo que, por ser ministro de la revolución sandinista, debió soportar las iras y las sanciones papales), imponiéndole desde el Estado, en 2017, una multa de 800 000 dólares (¡!) por el uso indebido de predios e infraestructura (una escuela de formación de líderes campesinos construida por la revolución del 79, posteriormente transformada en hotel) en los terrenos de lo que fue aquella comunidad de Solentiname, que pertenecen -como sostuvo Cardenal- a la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, pero que la viuda de su administrador reclama como propiedad privada.
Los firmantes puntualizan: “Los derechos humanos no son una concesión graciosa de los Estados y sus gobiernos: son conquistas de los pueblos. Los Estados que los reconocen y plasman en distintos instrumentos jurídicos tienen el deber de promoverlos y respetarlos. Para conquistarlos fue necesaria una infinidad de luchas de distinto tipo, en distintos lugares y épocas, con distintas inspiraciones filosóficas, políticas y religiosas…Una vez más con preocupación, con pena y con fuerza, nos solidarizamos con las víctimas y exigimos al Gobierno de Nicaragua que cese la persecución y la represión, que libere a los presos políticos y respete el Estado de derecho”.