Alemania cursa sus últimos meses bajo el mando de Angela Merkel. Falta menos de un mes para las elecciones del próximo 26 de septiembre, que serán no solo particularmente significativas para Alemania y Europa, sino que también se están volviendo cada vez más difíciles de predecir. De pronto, el candidato y el partido más competitivos surgen del socio "eterno" de los gobiernos de Merkel, el socialdemócrata SPD y su postulante Olaf Scholz. El SPD y la CDU democristiana de Merkel gobiernan en lo que se llama "gran coalición" desde el lejano año de 2009. Merkel llegó al poder en 2005.
Las encuestas no dan un claro partido ganador y hay dudas sobre los tres candidatos que aspiran a suceder a la canciller Angela Merkel, que ha estado en el poder desde 2005 y que se retirará después de los comicios. La elección será la primera desde 2005 en la que no participará Angela Merkel, luego de que en 2018 anunciara que dejaría el poder tras estos comicios.
Merkel ha dicho que no quiere asumir ningún nuevo cargo y dejará la cancillería en Berlín como la política más popular de Alemania, con 66 por ciento de favorabilidad.
También se retira tras haber marcado el destino europeo como ningún otro jefe de gobierno durante los últimos 16 años. Merkel ha negociado con cuatro presidentes franceses, cinco primeros ministros británicos, cuatro presidentes de Estados Unidos y ocho primeros ministros de Italia, por solo nombrar algunos casos.
Merkel ha tenido que afrontar enormes desafíos. No en vano la líder alemana ha sido descrita como 'la canciller de las crisis'. Con mayor o menor éxito enfrentó una crisis financiera de 2008/9, la crisis de la eurozona, la crisis de refugiados y, en su último tramo político, la pandemia del coronavirus. Si bien hay cierto cansancio político y también un interés de renovación, es evidente que los alemanes reconocen el peso político que ha obtenido Merkel, sobre todo a nivel internacional.
Y en parte por ese mismo peso político es evidente que están teniendo dificultades para escoger un posible sucesor. Las encuestas más recientes revelan con claridad qué tan polarizado está el ambiente político en Alemania.
El bloque de centroderecha al que pertenece Merkel (la coalición democristiana CDU/CSU), que partía como favorito indiscutido hace unos meses, se ha desplomado en las encuestas, en gran parte gracias a los deslices de su candidato, Armin Laschet. Ahora está a la par de los socialdemócratas del SPD, un partido por el que hasta hace unas semanas prácticamente ningún experto habría apostado y que se encontraba en una profunda crisis. Pero ahora, incluso el SPD superó al bloque democristiano, algo que no ocurría hacía 15 años.
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La sorpresa. Los socialdemócratas renacen de las cenizas con Olaf Scholz, ministro de Finanzas y candidato a canciller del SPD que va primero en los sondeos.
El SPD se ha beneficiado sobre todo de la imagen de experiencia que ofrece su candidato, Olaf Scholz, el actual vicecanciller y ministro de Finanzas de Alemania, pero también de los problemas de sus contrincantes.
En particular, la líder de los Verdes, Annalena Baerbock, se ha visto obligada a responder interrogantes sobre su hoja de vida y su ética profesional, lo que ha tenido un impacto negativo para Los Verdes en las encuestas. El partido, una de las sorpresas políticas de los últimos años, no ha podido capitalizar el impulso que tuvo en mayo, cuando brevemente lideró las encuestas y llevó a los analistas a preguntarse si Alemania estaba cerca de un "futuro político verde".
Todo esto, a su vez, podría tener un impacto considerable tras las elecciones del 26 de septiembre. Después de todo, los bloques políticos deben ponerse de acuerdo para formar una coalición de gobierno, un tema que podría ser particularmente difícil este año dados los grandes desafíos que enfrenta el país.
Los desafíos nacionales son cada vez mayores
La pandemia, que actualmente se encuentra en su cuarta ola en Alemania, con números crecientes de infectados y una dinámica que preocupa a los líderes políticos de cara a los meses de otoño y de invierno boreales, no es la única preocupación.
También se trata de las dramáticas inundaciones de julio en el occidente del país. Estas no solo dejaron grandes daños sino que también pusieron en el primer plano la urgencia política de combatir el cambio climático.
Y está la crisis de Afganistán, un país en el que Alemania estuvo involucrada militarmente durante 20 años, con un costo para los contribuyentes de unos 12.500 millones de euros. Las críticas por el manejo de la retirada de las tropas han venido de la mano con un debate sobre la acogida de inmigrantes afganos y con la preocupación de que se pueda repetir una crisis migratoria como la de 2015.
Estos son solo los temas más urgentes que actualmente marcan el debate político en Alemania y de los cuales, sin duda, se deberá encargar el nuevo líder del país.
También están las crisis de largo aliento, como la tensa relación con Rusia o con China, los vínculos problemáticos con Turquía o las fracturas dentro de la misma Unión Europea, en particular con países como Polonia o Hungría.
Al ser Alemania la principal potencia económica del bloque, la elección de su próximo canciller es un tema que trasciende las fronteras del país. De ahí que la elección de septiembre, con el ambiente tan polarizado y con tantas dudas sobre quién sucederá a Merkel, sea tan importante: en buena medida, también puede estar en juego la dirección que tome Europa en los próximos años.