En la ochava de Santa Coloma y Julio Irazusta, en la zona norte de Rosario, un pulpo azul de plástico invita a la mirada curiosa. Su cabeza está hecha con un tambor de agua reciclado, sus ocho tentáculos bailan con el viento y de su frente asoman libros, muchos libros. Se trata de La Octoteca, la primera biblioteca libre y comunitaria del barrio Hostal del Sol, que este 25 de mayo cumple su primer año de vida.
La figura fue realizada por la artista plástica Flavia Mauro, quien junto a la docente Sol Zuiani son las creadoras de este espacio pensado para las infancias e inspirado en el movimiento de bibliotecas al aire libre. Cuando encontraron el tanque azul se miraron y entre ellas se dijeron: “Tiene cara de pulpo”. Lo pintaron, le colocaron los ocho tentáculos y le construyeron un hueco en la cabeza para los libros.
Pero La Octoteca es más que una biblioteca. En un costado del pulpo hay un banquito con un pizarrón, donde alguna vez las impulsoras del espacio escribieron: “¿Sabías que La Octoteca es un espacio de construcción lúdica y cultural para los vecinos de nuestro barrio? Sí, este espacio lo hacés vos. Así que traé tizas, mate, cuentos y juegos. Porque acá somos felices”. En la espalda del pulpo hay una cajita naranja con un cartel que dice: “Aquí todos y todas dejamos tizas para crear y compartir”.
Sol Zuiani es docente de primaria en la Escuela Antonio Berni (Funes) y cuenta que el proyecto surgió de la necesidad. Así de simple. Porque como vecina de Hostal del Sol —un barrio joven ubicado entre el Autódromo Municipal Juan Manuel Fangio y el aeropuerto internacional de Fisherton— advierte que en la zona no hay plaza ni mucho menos una biblioteca pública.
Fue así como Sol y Flavia decidieron construir el pulpo azul y colocarlo en la vereda de su casa. Cómo era de esperar, la respuesta de los vecinos —grandes y chicos— llegó para sumarse a esa esquina lúdica, cultural y sobre todo comunitaria. La idea es simple: los que se acerquen a la mini biblioteca que habita en la cabeza del pulpo se pueden llevar un libro y luego devolverlo. O dejar otro a cambio. “Porque cuando compartimos cultura —dicen las coordinadoras del espacio— estamos construyendo puentes de encuentro infinitos que nos hacen más y mejores personas, y vecinos”.
Sol cuenta a La Capital que, en paralelo, las familias del barrio están juntando firmas para ver si el municipio habilita en la zona un lugar para el esparcimiento y la recreación. La vecinal también se encuentra trabajando en el mismo reclamo. “Hay cuatro terrenos que están frente al autódromo que son de la Municipalidad, pero están llenos de mugre porque los camiones van y vuelcan la tierra ahí”, dice Sol.
La otra opción que manejan es la posibilidad de establecer una “plaza de bolsillo”. Una iniciativa que consiste en que un vecino presta un terreno por determinado tiempo para este fin, y a cambio no se le cobran impuestos”.
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La esquina de Santa Coloma e Irazusta, epicentro de actividades para chicos.
Un espacio de encuentro
Libros infantiles de la editorial municipal, los cuentos de Ricardo Mariño y de Silvia Schujer fueron algunos de los textos que pasaron por la cabeza del pulpo. Aunque también literatura pensada para otras edades, como algunas obras de Herman Hesse, Jorge Amado y Gabriel García Márquez. Los libros rotan y si bien hay algunos que cuesta más que vuelvan —sobre todo la literatura para adultos— también va creciendo la red de colaboradores que van obsequiando ejemplares para engordar la biblioteca.
El boca en boca, la cuenta de Instagram @hostalenaccion y esa necesidad de las familias hicieron que a lo largo de este año de vida el breve espacio verde de la esquina de Santa Coloma e Irazusta se convirtiera en referencia obligada para niñas y niños de Hostal del Sol y de San Eduardo, el barrio contiguo.
“De a poco la esquina se empezó a llenar de niñas y niños que vienen con la pelota o la mantita. Hay unos arquitos de fútbol. Y un banquito donde las madres se sientan a tomar mate, leer y compartir una charla. Se armó un espacio de encuentro que estábamos necesitando”, dice Sol. Así fue como esa esquina se presentó como un sitio ideal para festejar el Día de las Infancias, Halloween, el Día de la Tradición, una búsqueda del tesoro para Pascua y hasta los festejos de Navidad, con un carro en forma de trineo, una Papá Noel y un Grinch. “Vamos buscando fechas para poder ir haciendo estas actividades culturales, entonces cortamos la calle y hacemos juegos”, apunta la docente.
Festejos con música
El próximo miércoles 25 de mayo —en coincidencia con la fecha patria— La Octoteca cumple un año y para festejarlo preparan desde las 15 una serie de actividades para chicos y grandes, además de una sorpresa: la biblioteca con forma de pulpo se mudará a otra esquina y en su lugar colocarán una nueva figura de material reciclable, un poco más grande que la actual, para que puede albergar en su interior más libros y juegos para niños, jóvenes y adultos.
“El pulpo que tenemos ya nos quedó chico, entonces estamos construyendo uno nuevo y el que está se va a trasladar a otra esquina del barrio, con la lógica de que cada año podamos ir sumando esquinas y buscando octotecarios que quieran hacerse cargo cuidarla”, apunta Sol Zuiani.
El festejo de este miércoles contará con juegos, baile y música en vivo, intervenciones, una feria de artesanos, pintada de la senda peatonal y una exhibición de taekwondo de la mano de Nicolás Fernández, un profesor que da clases particulares de esta disciplina a vecinos del barrio.
A principios de mayo, el proyecto fue declarado de interés por al Cámara de Senadores de la provincia, “por su compromiso con la educación y la cultura”. En Instagram, las responsables de la iniciativa escribieron: “Es un honor para La Octoteca recibir este reconocimiento (...) La Octoteca se ramifica con todos sus tentáculos y lo que empezó siendo un simple nexo con el barrio y la cultura se trasformó en un espacio público de encuentro y pertenencia entre vecin@s”.