La poesía sabe resistir aún en territorios áridos y hacer de abono capaz de dar vida a bellos frutos. Luz en la caja. Escritos de la Unidad 5 puede definirse como uno de esos frutos. Una antología de poemas paridos en el encierro y el primer libro producido por mujeres presas. La obra editada por la ONG Mujeres tras las Rejas, fue producida artesanalmente por el equipo coordinador del taller literario de la organización y presentado el pasado miércoles en el Complejo Penitenciario de Rosario.
Rosana Guadalá, Claudia Almirón y Lilian Alba son coordinadoras de ese taller y las hacedoras de un espacio que, en paralelo al taller de radio, logró que la palabra circule y que los lazos entre las internas se fortalezcan. Mujeres tras las Rejas es una asociación civil rosarina que desde 2006 trabaja con mujeres privadas de su libertad, con el objetivo de brindar respuestas a las demandas y necesidades de un universo que, indican, se encuentra invisibilizado. Fundado por Raquel Miño y Graciela Rojas, las propuestas de la organización apuntan al empoderamiento de las detenidas, contribuyendo a su autonomía económica y su integración social, política y cultural. Una tarea que realizan a través de la asistencia a mujeres en situación de preegreso y por medio de diversos talleres como el de escritura, que en esta oportunidad, convoca al encuentro.
La celebración
El Complejo Penitenciario de Rosario se levanta en 27 de Febrero al 7800, en el límite oeste de la ciudad. La Capital llega al lugar donde se celebrará la presentación de Luz en la caja. El título del libro tiene sentido, porque la denominada Unidad 5 es una caja gris enorme. Una vez traspasado el ingreso, el camino es extenso y hay que sortear múltiples postas de rejas. En ese recorrido resuena inevitable la poesía de Cintia Maidana, una de las internas coautoras del libro. “Silencio, caminar, marroca o esposas, silencio (...). Música, llegando, asombro/ paredón, reja, alambrado/ policía, más policía/ papeles, firmas, sellos”.
El paisaje parece inalterable, solo la llegada al salón al que llaman SUM quiebra la monotonía del gris. Y es que este espacio es cercano al pabellón de madres, por eso pueden verse algunos juguetes. Un mural de la artista China del Río con los rostros de tres mujeres dan apertura a una sala donde el color amarillo de las paredes ofrece cierto alivio.
Como en cada encuentro literario, las talleristas preparan la mesa para recibir a las chicas. Esa mañana hay mas detalles de lo habitual. Es entendible, porque cerrarán el año que dio nacimiento a un libro, y además, esa obra será presentada con la presencia de invitadas especiales. La periodista Sonia Tessa y la escritora Lila Gianelloni dijeron presente para celebrar el acontecimiento y compartir sus sentires. También acompañan las referentes de Mujeres tras las Rejas y del programa Santa Fe Más.
Las protagonistas comienzan a llegar de a pequeños grupos. Se trata de 23 mujeres alojadas en distintos pabellones. Las coordinadoras saben de antemano que por distintos motivos no podrán llegar todas. La más chica tiene 20 y la mayor 65, algunas tienen condenas firmes, otras están en proceso, otras a punto de salir. Situaciones diversas que confluyen en una vivencia común. Y es que en el taller de poesía lograron encontrarse, ponerle palabras a lo que sienten, emocionarse, reírse, cuidarse y forjar vínculos. El encuentro de esa mañana es celebrado de modo especial, se miran con ternura y se abrazan.
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Lila Gianelloni y Sonia Tessa fueron parte de la presentación del libro.
Flor Vizzi
Filtrar la luz
En los agradecimientos que dan apertura a Luz en la caja, queda claro que el motor que dio nacimiento al libro es la intención manifiesta de poner en valor la palabra y de nutrir un espacio donde las charlas, el compartir y las emociones puedan tener lugar a pesar de todo. En cada texto se reconoce un paisaje de rejas inalterable, a veces el sentimiento de culpa, las añoranzas, el peso de la incertidumbre, la ansiedad, las amarguras, los anhelos y en el mejor de los días, las esperanzas. Los hijos, los amores, los recuerdos y la amenaza latente del olvido están siempre presentes.
“El lugar donde me encuentro/ es un lugar donde abunda la inseguridad/ y el pensamiento de creer/ que te van a olvidar. La culpa tiene nombre/ se llama soledad”, escribió Giovana Intorbida. En el relato titulado El desabrigo, Vanesa Corvalán relató: “En esta caja de zapatos con agujeros cargamos con mucha culpa y pesar, por haber dejado personas a las que amamos desamparadas, en casa, sin nuestro apoyo y amor”.
Esa caja, expresión de encierro y oscuridad, enfrentó a lo largo del año los embates de un taller literario donde las palabras hicieron agujeros por donde se filtró la luz, el aire, el sol y se transformaron en paños fríos que aliviaron urgencias. Los vínculos forjados también hicieron lo suyo y contribuyeron a agrandar los agujeros de la caja. Natali Maciel reconoce esa emoción. “A veces no lo sabemos/ pero al compartir/ al mimar/ al abrazar/ aparece el cuidado. ¿No sabés cómo decir te quiero, te extraño, acá estoy?/ Cuidá/ Todo lo bueno, nace del cuidado”, escribió. Jorgelina Oviedo creó un Sortilegio profundo para no sentir tristeza. Así se titula una poesía suya que en un fragmento reza: “Escucho reír a mis hijas y mi tristeza en un instante se esfuma/ Y sana, sana, mi alma en calma”.
El libro también cuenta con un apartado que se define como caprichoso, en el que se compilan algunas de las creaciones que nacieron de actividades disparadoras propuestas por las talleristas y bien recibidas por las chicas. En estas propuestas lúdicas se destacan: “Carta a mi yo del futuro”, “Palabras con significados secretos”, “Binomio fantástico” —el recurso del reconocido pedagogo Gianni Rodari que consiste en unir dos palabras al azar— y “Recordar desde el aroma”, entre otros.
Parir un verso
La presentación del libro contó con la presencia de invitadas especiales y un ida y vuelta emotivo con las protagonistas. La periodista Sonia Tessa realizó un recorrido detallado por la antología de las autoras. Lila Gianelloni avanzó hacia una charla “de escritora a escritoras” y culminó parafraseando el inicio del prólogo escrito por ella misma: “La luz y el tiempo no se pueden retener, viajan demasiado rápido, pero una escritura luminosa puede detener el instante y llenar de estrellas un espacio. Es lo que hace Luz en la caja”.
Las protagonistas tomaron la palabra para leer generosamente los relatos de alguna de sus compañera. Se permitieron contar sobre la potencia transformadora que tuvo la poesía en cada una de ellas y agradecieron a sus docentes el regalo de haberlas convertido en parteras y parturientas de versos. “Yo no podía hablar hasta que empecé a escribir”, cuenta Celina a todos los presentes. Antonella se refirió a la magia del descubrimiento y afirmó asombrada: “Yo no sabía que podía escribir, ahora voy a hacerlo mas seguido”. Giovana habló de la importancia del taller como espacio colectivo y dejó una expresión que resonó en lo alto: “El futuro no está escrito”, y animó a sus compañeras a escribir otras realidades.
En encuentro terminó con una sorpresa. En un pequeña caja esperaban rollitos de papel que cada invitado podía tomar al azar para llevarse un mensaje escrito por alguna de las autoras. Aquella mañana de miércoles, las chicas de la Unidad 5 se animaron a más y como quien sabe que tiene cosas para decir, se transformaron en dadoras de palabras.