Quienes nos dedicamos al trabajo en educación, en el amplio y profundo sentido, sabemos que hay conocimientos, procesos y saberes que solamente se formalizan en el ámbito de la escolaridad con la función del docente a cargo de la enseñanza y aprendizajes situados.
La relevancia que toma, después de dos años de pandemia, el trabajo en las aulas es insoslayable. Sabemos que los años 2020-21 fueron críticos. Más allá de los esfuerzos realizados por gobiernos, ministerios, escuelas y docentes. Los aprendizajes que se han podido generar a nivel de construcción de conocimientos estructurantes, que son los que se desarrollan en la formalidad del sistema, han resultado endebles.
Este contexto post pandémico que sacudió con interrogantes los sistemas educativos mundiales; ha dejado una revalorización de la escuela y más que nunca de la función docente. Quienes con su trabajo producen acciones en la vida institucional que construyen y mediatizan la relación con las culturas que nos habitan, contextualizando y dando sentido a la tarea de educar.
A nivel de la política educativa nacional se acordaron y promovieron políticas públicas dirigidas a la recuperación de procesos que puedan garantizar un piso de aprendizajes que nos permita seguir avanzando como sistema educativo.
La educación inicial y primaria forman la plataforma que sostendrá las futuras trayectorias estudiantiles para que la continuidad de los estudios secundarios y superiores sea verdaderamente un logro en nuestra sociedad y no un sin fin de profecías cumplidas sobre ciertos sectores sociales. La no continuidad de estudiantes en la educación secundaria alcanza aún un alto porcentaje en nuestro país y en nuestra provincia siendo la misma obligatoria.
Esa base estructural estructurante, a la que hacemos referencia cuando hablamos de piso o plataforma, es una construcción que aloja subjetividades, tejido social y proyección de vida. En este sentido el Ministerio de Educación de la Nación ha dispuesto la implementación de políticas públicas para promover la expansión de universos simbólicos, el placer de la lectura, la formación de lectores literarios, la continuidad de los aprendizajes y fortalecimiento de las trayectorias estudiantiles. Todas las escuelas públicas del país han recibido en el año 2021 dos colecciones del Plan Nacional de lecturas: “Leer X leer” y “Leer abre mundos”. Nuestra provincia cuenta con un espacio propio que logramos organizar en el 2020, bajo la decisión del gobierno nacional de restituir como acto de gobierno el Plan nacional de lecturas, del cual hemos estado a cargo hasta diciembre del 2021. Son espacios ganados por la creatividad y la militancia educativa en el amplísimo campo de las producciones culturales que se conocen mediante la cultura escrita.
Otra línea de acción Nacional que se despliega en las Jurisdicciones es libros para aprender. A todas las escuelas primarias del país llegaron libros de textos para utilizar con la mediación del docente como garante de la función de enseñar. Cada niña y cada niño de nuestra provincia tienen un libro para sí. La importancia de esta política pública radica en primer lugar en el reconocimiento de lo que significa “el libro” como herramienta pedagógica sobre todo después del proceso que hemos vivido a nivel social, ambiental y económico.
Es imposible pensar en llevar adelante procesos de alfabetización inicial y avanzada , focalizados en el conocimiento y aprendizaje de la lengua escrita, sin el uso a discreción de bibliotecas, libros y textos. Están en las escuelas y hay que usarlos; descubriendo su potencialidad pedagógica: el proceso alfabetizador requiere de soportes estables para que las niñas y niños apoyen la mirada sobre la escritura.
Aprender a leer y escribir es un aprendizaje muy complejo que necesita de “la buena enseñanza, tiempo, mediación pedagógica y cultural”. Enseñar es una decisión política que requiere de precisión, acción y compromiso social desde los lugares de conducción del sistema educativo: políticas de enseñanza. No se puede dudar sobre esto ni sostener el debate eterno.
Lectura y escritura son ejes vertebradores de las trayectorias estudiantiles. El tiempo presencial con estudiantes es “oro en polvo” que tiene que destinarse a leerles y leer en voz alta; siempre sobre la base material de la lengua escrita en portadores reales. Estos insuperables recursos están en nuestras aulas.
No hay otra forma de llevar adelante el proceso de enseñanza de la lengua escrita. Claro está que el libro no es la planificación en sí misma, no tiene por qué coartar la creatividad del docente; si es una amplificación de la enseñanza. El libro, los libros, en este tiempo, se constituyen en la garantía de intervenir eficazmente en el proceso alfabetizador que será a futuro sostén y soporte de aprendizajes más complejos.
Desde el inicio de la alfabetización inicial convocamos a la comprensión de discursos. La palabra oral y escrita son significantes por excelencia. Tener mejores resultados en lectura, escritura y procesos de comprensión tiene que ser uno de los objetivos centrales en la formación docente inicial; continua y estar presentes en los proyectos institucionales de las escuelas. En educación, nuestras principales herramientas son el conocimiento y el saber acumulado por las cuantiosas y valiosas experiencias del colectivo docente. Los libros son recursos pedagógicos que logran formalizar aspectos y contenidos de la cultura mediante la lengua escrita.
El sentido de compartir este escrito con ustedes es justamente el de seguir invitando constantemente, con insistencia y amor político, a promover mejores posibilidades de acceso a la cultura y esto es mediante la palabra escrita plasmada en todos los formatos posibles.
Los libros tienen que ensuciarse, caerse al piso, desparramarse sobre las mesas, ser leidos, cargarse en las mochilas, dibujarse, escribirse para esto están.
(*) Profesora del Nivel Superior en Formación Docente en el campo de la práctica en educación primaria.