La visita guiada del día es especial por varios motivos. La fecha coincide con el aniversario de la intervención, el 25 de febrero de 1977. También con la investigación judicial que se tramita en los tribunales federales de Rosario, cuando ya pasaron más de cuatro décadas de los hechos. En el marco de la causa Feced III, ex alumnos, profesores e integrantes de la comisión directiva de aquel entonces —detenidos ilegalmente por la patota policial que comandaba Agustín Feced— vienen dando testimonio de la persecución política que sufrieron por esos años y del desguace patrimonial violento y encarnizado que sufrió la Vigil del 77 al 81, fecha en que el inmueble y todos sus bienes pasaron a manos del gobierno provincial.
Acaso por todo eso, la biblioteca reunió en esta recorrida a mucha gente del barrio. Mujeres y hombres adultos que cursaron allí sus estudios o vecinos que se capacitaron en alguno de los innumerables talleres que dictaba la Vigil en la década del 60. Pero también están aquellos que vienen por primera vez, que no tienen ni idea de esta historia pero vieron la invitación por las redes sociales y decidieron sumarse al evento.
Las coordinadoras del Programa Recorridos Guiados de la Biblioteca Vigil advierten que hay gran concurrencia y aprovechan la ocasión para contar que este año agrandaron el equipo. Desde que comenzaron en 2015, cuando se declaró a la Vigil como sitio de memoria, ya asistieron más de 1300 personas. Además de escuelas y de público general de Rosario, llegaron visitantes desde el norte de Santa Fe y de provincias vecinas como Córdoba, Entre Ríos y Santiago del Estero. Es por eso que ahora, a la docente e investigadora Natalia García, que participó desde el inicio, se le suman la profesora de historia, Carolina Zoppi y la psicóloga social y bibliotecaria, Paula Alvarez.
Natalia relata cómo fue que en la década del 30 los vecinos de Tablada y Villa Manuelita se asociaron con el objetivo de formar un espacio para "elevar la cultura del barrio" y cómo esa organización fue creciendo hasta convertirse en la década del 60 en la biblioteca Vigil. Una experiencia única en Latinoamérica que combinó un proyecto pedagógico de avanzada tanto en el sistema educativo formal como en la universidad popular, que impartía cursos de todo tipo para cubrir las necesidades e intereses de los laburantes de zona sur.
Ese era el espíritu de la Vigil, explica Natalia: "Todas las anécdotas empiezan con un vecino. Un aficionado que decía 'yo sé hacer tal cosa' y entonces, se ponía un proyecto en marcha. Funcionaba la pedagogía de la pregunta: ¿por qué no?, decían y se ponían a hacerlo". Así empezó el taller de taxidermia que derivó luego en un museo de ciencias naturales, el de teatro y el observatorio astronómico montado en el último piso de la Vigil.
Los tiempos históricos se van encadenando en el relato y se resignifican cuando, por un costadito de la sala, se asoma Augusto Duri. El hombre que avanza lentamente es uno de los fundadores de la Vigil y miembro de aquella comisión directiva que en el 56, creó la rifa que permitió el crecimiento exponencial del proyecto. Encarcelado más tarde por la dictadura, vivió el saqueo de la biblioteca y ahora de pie, mezclado entre el público, rememora anécdotas de la "gloriosa" Vigil y traza planes para el futuro de esa entidad.
Natalia cuenta cómo las rifas populares que se vendían en Rosario, pero también en muchas otras ciudades del país, eran el principal recurso financiero de la Vigil. El dinero recaudado garantizaba el acceso gratuito de las niñas, niños y trabajadores a las actividades de la institución pero además solventaba la expansión del proyecto Vigil, los emprendimientos y las obras materiales. Al relato de Natalia se suman fotografías que exhiben los premios más importantes del sorteo: el Fiat 600, la moto Puma, cocinas, lavarropas, el combinado Inelro. "Nos pasábamos toda la tarde bailando, era muy divertido", cuenta una señora que participa de la visita y recuerda la época en que una vecina del barrio se ganó el combinado.
Más tarde Carolina, otra de las coordinadoras del recorrido, le pregunta a los asistentes quién tiene en su casa algún libro editado por la Vigil. Casi todos levantan la mano, responden que tienen y evidencian así la popularidad de las colecciones que se publicaban en esa imprenta. Después, hablan de la biblioteca y de los mil préstamos de ejemplares que se registraban por día. Una mujer menciona que, cuando era chiquita, veía cómo usaban un montacargas para subir y bajar el volumen inmenso de libros que circulaba en ese espacio.
Entonces surge el recuerdo y cuenta cómo ella improvisaba un montacargas de cartón en su casa y jugaba a ser la bibliotecaria de la Vigil. La conversación de nuevo se torna colectiva. Cada pequeña anécdota teje una trama más grande. La épica de la Vigil crece y los recuerdos que la habitan se vuelven indelebles.
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Foto: Oscar Faini
Rigor y silencio
Las fotos de la institución siguen pasando y de repente dos mujeres y un hombre se sorprenden al ver otra imagen en la pantalla. La fotografía es en blanco y negro. Está repleta de niños que corren por un espacio verde. A lo lejos se ve un edificio. Los chicos están vestidos con guardapolvo. Con los cabellos al viento parecen correr justo en dirección a la cámara que los registra. Con un celular, el grupo de adultos le saca foto a la foto. Se miran, ellos también sonríen y al final se emocionan. Los que están en la imagen son sus compañeros de primaria. Sus amigos corriendo por los 82 metros cuadrados de parque que tenía la escuela primaria de la Vigil.
Unos años después, sin embargo, esa pedagogía de la libertad quedó cercenada con la dictadura. Las risas, el bullicio en los salones y la relación de confianza con los maestros se reemplazó desde el 77 por el mutismo en las aulas y el disciplinamiento de los cuerpos.
En el Observatorio Astronómico del piso más alto del edificio —de donde en 1979 se robaron la lente del telescopio— una chica rememora el 20 de junio del 77, cuando el presidente de facto Jorge Rafael Videla vino a Rosario a celebrar el día de la bandera. "Nos obligaron a ir al Monumento y ponernos en primera fila para saludar a Videla. Yo estaba ahí, iba a la primaria, fue tremendo. No me lo olvido más", asegura. A su lado, otra mujer que por aquel entonces cursaba la secundaria dice que el cambio fue drástico. "Nos hacían marchar al inicio del ciclo lectivo", dice y se le humedecen los ojos.
A cargo de la recorrida, Natalia recuerda al asesor pedagógico de la intervención: el policía Ramón Telmo Alcides Ibarra (alias Rommel), miembro de la patota de Feced. Represor en el centro clandestino de detención que funcionó en el Servicio de Informaciones de la ex jefatura de policía. "Tu profesor de día era torturador de noche", dice sobre el hombre que estuvo al frente de la Vigil.
En un clima de escucha atenta una mujer agrega que por esos días veían "cómo cada día dejaban las cosas rotas, a propósito y cómo sacaban en los camiones a los animales embalsamados", en referencia al saqueo que sufrió el museo de ciencias naturales que funcionaba en el edificio.
Al llegar a los subsuelos, el olor a humedad y la pila de objetos abandonados, vuelven al lugar oscuro y tenebroso. Arriba de eso está el teatro, que las fuerzas de seguridad desmantelaron incluso antes de que se llegue a inaugurar. Natalia recopila testimonios y datos de vecinos y reconstruye así la modalidad del desguace que implementó la intervención "liquidadora". Dice que en el horno incinerador se quemaron libros y por una rampa que tiene salida al exterior se presume que salían camiones con los objetos más valiosos de la institución.
Las marcas de la intervención también quedaron registradas en las modificaciones edilicias.
Los muros que se levantaron anularon los espacios comunes. El objetivo era evitar las reuniones masivas, separar a la gente y para eso las paredes, construidas en lugares insólitos, cambiaron la lógica de circulación por el lugar. "Dejaron un edificio incoherente", dice Natalia.
Historia y presente
Recién en 2013 el gobierno provincial restituyó el edificio a sus verdaderos dueños, los vecinos. A partir de ahí, con mucho esfuerzo y convicción política, comenzó a recuperarse la lógica de funcionamiento hasta llegar a la actualidad con más de 3400 nuevos socios.
Sentados en ronda, los hombres y las mujeres que asistieron a la visita se miran unos a otros. Recorrer la institución es recordar, es volver a vivir la historia argentina o asomarse a esa historia por primera vez, en el caso de las generaciones más jóvenes. Estar juntos en ese lugar es construir memoria pero sobretodo es habitar la Vigil en el presente. Por eso antes de terminar la recorrida las coordinadoras entregan los folletos: "Talleres 2019", se lee. Hay cursos de tango, canto, ajedrez, teatro de vecinos, fotografía y la lista continúa. No hay dudas: la cultura popular en la Vigil sigue estando en movimiento.
>> Cuándo visitar la biblioteca
Las recorridas guiadas por la biblioteca se realizan el segundo sábado de cada mes a las 10 de la mañana.
Se trata de una actividad públicas y gratuita, y no se requiere inscripción previa. El punto de encuentro para comenzar la visita es en la puerta del edificio ubicado en Alem 3078.
Cabe destacar que, de manera excepcional, en marzo la recorrida se trasladará al sábado 23, como parte de las actividades de la semana de la memoria.
Las visitas para instituciones educativas (desde nivel medio de la enseñanza) y para organizaciones sociales o comunitarias, deberán pedir turno previamente.
En 2018 se hicieron un total de 44 recorridos guiados de los que participaron 36 instituciones educativas y organizaciones, y ocho abiertos al público en general.
La inscripción se abrirá en marzo. Para más información consultar en Facebook: La Biblioteca Vigil.