El pasado 13 de marzo, los ministros de Educación Jaime Perczyk y de Obras Públicas Gabriel Katopodis firmaron un convenio con el gobernador de Santa Fe Omar Perotti, que establece la creación de ocho escuelas técnicas de educación secundaria en distintas localidades de la provincia, además de un compromiso de financiamiento en infraestructura en favor de instituciones de esta modalidad. El acuerdo fue celebrado por la comunidad educativa santafesina. Y es que, a lo largo de la historia de la educación argentina, la escuela técnica no siempre ha sido valorada como necesaria para el desarrollo nacional, a punto de dejarla caer. Abandonos intermitentes que dejaron como resultado la quiebra de la modalidad y décadas de trabajo intenso para su posterior recuperación. Tres docentes compartieron sus memorias sobre los momentos más duros que debió afrontar esta modalidad y hablaron del valor a futuro de contar con una educación técnica fortalecida.
Lucas Frassi es docente de la Escuela Nº 485 Vicecomodoro Marambio, de Villa Gobernador Gálvez, y sostiene que la escuela técnica “es uno de los pilares de un modelo de país que apuesta al desarrollo nacional de aquellos productos que no solo puedan abastecer al mercado interno, sino que también —por su competitividad— pueden obtener divisas en exportaciones”. Indica que la agroindustria, los frigoríficos y las empresas tecnológicas de variados rubros necesitan de técnicos capaces de resolver problemas, y que eso es menester directo de la escuela técnica. La necesidad no es nueva y recuerda que con visión de futuro ya lo planteaba Manuel Belgrano a inicios del siglo XIX, cuando se pronunciaba sobre el modelo de desarrollo al que debía aspirar el país. “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de su territorio a manufacturarse. Nadie ignora que la transformación que se da a la materia prima le da un valor excedente al que tiene en bruto, que puede quedar en poder de la Nación que la manufactura, lo que no se conseguirá si nos contentamos con vender las materias primarias”, parafrasea el discurso de Belgrano.
Con el foco puesto en el presente, el docente Juan Farina —director del Instituto Politécnico— celebra las políticas de financiamiento que actualmente aplica la cartera educativa nacional en favor del fortalecimiento de la educación técnico profesional. Explica que para sostener esta modalidad se requiere de una inversión pública destinada a equipar laboratorios y talleres, de modo tal que se puedan abordar las capacidades que hacen a los diferentes perfiles profesionales, como por ejemplo la industria 4.0, la inteligencia artificial o la eficiencia energética. Destacó los encuentros del Ministerio de Educación con la Comisión Federal de la Educación Técnico Profesional y con los referentes de todas las jurisdicciones. Esta comisión —explica— tiene por objetivo discutir políticas e implementarlas en las instituciones de la modalidad técnica, para luego presentarlas al Consejo Federal de Educación. En ese sentido, celebra la reapertura del Centro Nacional de Educación Tecnológica (Cenet), “que se suma a las políticas que está implementando el gobierno nacional” para el fortalecimiento de esta modalidad y destaca: “Esto marca un auge de la educación técnica y nos indica un modelo de desarrollo nacional sustentado en nuestra industria, y no como mero productor de servicios”.
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La modalidad educativa requiere de la inversión sostenida del Estado.
Virginia Benedetto
El director aclara que no basta con la inversión en equipamiento, que también es prioritario avanzar en la formación docente, y que es en ese punto donde el Cenet cobra relevancia, ya que se ocupa de la formación contínua y capacitación de las y los docentes, instructores, equipos de conducción y técnicos jurisdiccionales, así como de la promoción, gestión e implementación de proyectos que introduzcan nuevas tecnologías en las escuelas en vinculación con los sectores socio productivos.
Víctor Van de Casteele, director y docente de la técnica Nº 8.013 del colegio San José, también suma su palabra y afirma que el auge o decadencia de las técnicas es un indicador del modelo de desarrollo nacional al que se está apostando: “La educación técnica se desarrolló en nuestro país sobre la base de modelos de desarrollo industrialistas, en contraposición a otros modelos como el agroexportador de fines del siglo XIX. La industria primaria o de extracción de materias primas ha sido un tipo de actividad que no requería de recursos humanos con formación técnico específica. En esos modelos, la educación apuntaba solamente a la formación general y los proyectos educativos más específicos sólo se dictaban en las universidades, que en general tenían como población objetivo a los miembros de las elites”.
El docente de la escuela salesiana también analiza las complejidades del presente y explica que la incorporación de tecnología de punta a la industria de manufactura marca una tendencia a integrar mano de obra con bajo grado de capacitación. Y que esto es así porque “la mayor parte de los procesos se han automatizado y el requerimiento de personal se reduce a la alimentación del proceso, a su
puesta en marcha y control”. “Al mismo tiempo —agrega—, la gestión del proceso productivo se ha vuelto más compleja y paradójicamente los encargados de esa gestión requieren grados más avanzados de capacitación”. El docente indica que en el caso de las pymes, la variedad de procesos y productos y las condiciones cambiantes de producción hacen que la mano de obra empleada requiera de altos niveles de capacitación que permitan la adaptación de la empresa, y aquí la escuela técnica juega un rol clave.
Cuando el Estado abandona
En la historia reciente argentina, la modalidad de educación técnica tuvo que sortear duras crisis producidas por períodos de desinversión estatal. Los docentes consultados coinciden en identificar a la ley federal de la década del 90 como uno de esos momentos críticos, que llegó a traducirse en el cierre de escuelas.
“Su orientación a la formación en servicios comulgaba con la desindustrialización que imperaba en el país, propia del modelo económico que se impulsaba”, dice Lucas Frassi, y recuerda que formó parte de una de las últimas promociones de técnicos electrónicos antes de la aplicación de la normativa, que redujo esa especialidad a solo un año y de forma optativa.
Para el docente de la técnica Nº 485 una de las consecuencias de la ley federal es que en la actualidad hay generaciones dotadas de muy pocos técnicos. “Tenemos técnicos de 27 o 28 años, luego de la implementación de la nueva ley de 2005 que tardó varios años en llevarse a la práctica, y luego de 40 años en adelante. Eso trae múltiples problemas, porque actualmente las empresas tienen que destinar recursos para formar a los técnicos que la escuela no pudo formar, lo que termina desalentando la inversión y creación de fuentes de trabajo”, reflexiona.
Esta también es una historia de resistencias, y en ella, Frassi reconoce a algunos valientes. Se trata de aquellos docentes de taller de las escuelas técnicas tradicionales que con mucho esfuerzo lograron atravesar la crisis, mantener a flote los talleres e incentivar a los estudiantes. “De esta forma no solo cuidaron su fuente laboral, sino que rescataron a la escuela técnica del abandono del que había sido víctima”, recuerda el docente.
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La ley federal de educación de los 90 fue uno de los golpes mas duros de debió afrontar la modalidad.
Virginia Benedetto
Farina también hace referencia a la actitud de resistencia que en aquel momento sostuvieron muchos directivos y docentes de la modalidad. Y explica que para entender la génesis de esta crisis de los 90 hay que ir más atrás y mirar el modelo económico que ya había sido instalado por la última dictadura cívico militar. Un paradigma de mercados abiertos, Estado mínimo, producción de servicios y especulación financiera, en la que la educación técnico profesional no tenía mucho que aportar, y que desembocó tristemente en la crisis de 2001.
Al peor de los escenarios sobrevino una recuperación con la sanción de la ley de educación técnico profesional Nº 26.058, sancionada el 7 de septiembre de 2005. “Esto posibilitó la mejora edilicia y la recuperación de los talleres y laboratorios, la actualización de planes, programas y de las prácticas docentes, poniéndose en marcha un proceso de intensificación de la calidad educativa orientado por la Nación, compartido por las provincias y concretado por las propias escuelas que hoy se sostiene, aunque tengo que decir que desde 2016 al 2019 se produjo una fuerte desinversión en la escuela técnica que nos sumió nuevamente en un espiral de decadencia al que tuvimos que hacer frente”, recuerda Farina en referencia a la última gran crisis de la educación técnica, que se produjo durante la administración del ex presidente Macri. Un ciclo de desinversión que tuvo un impacto negativo en la formación docente, infraestructura, innovación, evaluación, conectividad, tecnología, políticas socioeducativas y educación superior.
Para el director del Politécnico, la educación entendida como derecho y no como mercancía requiere de la presencia de un Estado activo que garantice a través de su financiamiento inclusión y calidad. Y explica que el impacto que tiene a futuro el abandono del Estado se traduce, entre otras cosas, en un ciclo regresivo en el campo social. “No se puede aislar la educación del modelo de país que deseamos”, dice, y agrega: “Definir el tipo de país que queremos y pensar en un país que produce y que además suma desarrollo tecnológico para tener sus propios insumos es un desafío para defender con uñas y dientes”.
Van de Casteele también repasa con pesar aquella crisis que dejó el liberalismo de los 90, en la que se dispuso la reducción drástica de la carga horaria en los diseños curriculares de la educación técnica. Y acuerda con los otros docentes que esas medidas respondían a un modelo económico político y social que el menemismo logró implementar. “El resultado final fue una disminución en la cantidad y calidad de técnicos, lo que tenía su correlato con políticas de libre mercado que trajeron aumentos de las importaciones y menor actividad productiva nacional. El impacto no fue notorio al principio, pero diez años después la falta de recursos humanos con capacitación técnico específica hicieron que surja una nueva reforma educativa de la mano de la ley nacional de educación tecnológica, para resolver las necesidades de la industria local. Una década después de su implementación todavía hablamos con sectores industriales cercanos a nuestra escuela que remarcan casi con desesperación la falta de mano de obra idónea”, advierte.
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Para el desarrollo nacional
¿Por qué desarrollar a una educación técnica de calidad?, ¿qué puede aportar al país una escuela técnica fortalecida? En las respuestas de los docentes hay acuerdo sobre el aporte de la modalidad en la conformación de un proyecto de país en el que confluyen los conceptos de soberanía productiva y desarrollo nacional.
Lucas Frassi sostiene que técnicos bien formados enriquecerán las industrias si éstas encuentran un campo dónde desarrollarse. E insiste en la importancia de un modelo que impulse la industria nacional. “En este marco, la escuela técnica puede aportar al país técnicos con valores, personas que sepan vivir del fruto de su trabajo, que puedan desarrollar proyectos propios o que se inserten laboralmente de forma exitosa”, indica.
Para el profesor Juan Farina, una educación técnica fortalecida aportaría al país un desarrollo sustentable. Sostiene que es necesario vincular educación y empleo, para lo cual, las políticas públicas deben orientarse a este logro, además de formar ciudadanos comprometidos, pensantes y críticos. “Todo esto dentro de un contexto internacional que nos interpela. Debemos cuestionar nuestros sistemas educativos, que de por sí a veces se resisten a los cambios, debemos ser capaces de poder ofrecer alternativas eficaces a los empleos que requieren las nuevas tecnologías imperantes por los modernos sistemas organizativos y sociales. Somos capaces de hacerlo, nuestra educación pública lo puede hacer”, afirma.
En la misma sintonía, Víctor Van de Casteele entiende a la educación, en todas sus modalidades, como el factor de crecimiento más importante de una nación: “En el caso particular de la educación técnica, tengo la convicción de que acompañada de una planificación que tenga en cuenta la calidad educativa, la oferta de egresados y un proceso de crecimiento de la industria nacional, será una herramienta indispensable para el crecimiento económico y la soberanía productiva”.