El binomio entre las emociones y la cognición es un vínculo indisoluble, sostienen las especialistas Sandra Vigo y Carina Cabo en "Neuropsicoeducación en las infancias", de Lugar Editorial. Una obra invita a repensar las dinámicas cotidianas que se dan en la escuela. Con la presencia de las autoras, el libro se presenta este viernes 6 de septiembre a las 17 en la Feria del Libro de Rosario. La cita será en la sala Jorge Riestra (primer piso) del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa.
"El libro —dice Cabo a La Capital— tratamos que tuviera un lenguaje coloquial para que pudieran leerlo las familias, docentes y profesionales que trabajan con las infancias, porque de lo que hablamos es de cómo construir infancias felices y que los chicos crezcan sanos mentalmente". Cabo es doctora y profesora en ciencias de la educación (Universidad Nacional de Rosario) y especialista en gestión educativa. Vigo es licenciada en educación (Universidad Nacional de Quilmes) y especialista en neurodesarrollo e inteligencia infantil.
Las tres E de las infancias
"Neuronas que no se usan pierden su silla" es el nombre de uno de los apartados del libro de Cabo y Vigo, donde incorporan el aporte de las neurociencias "como parte clave del desarrollo y de la educación infantil". Para Cabo, "estamos atravesados por historia y un contexto, porque esos niños que tenemos en el aula son distintos a los de hace dos años atrás o a los de hace 50 años; y de las neurociencias especialmente tomamos esta idea de fomentar cierta sinéctica y facilitarles que descubran nuevas formas de aprender".
En este sentido, las autoras definen a las infancias con las tres E: explosivas, esponjas y espejo: "Son explosivas porque ven nuestros errores y nos lo dicen; esponjas porque absorben todo lo que decimos y hacemos, porque también muchas veces decimos cosas, pero hacemos otras; y son espejos porque repiten esas actitudes que nosotros tenemos".
Para la autora, la clave del libro es "fomentar en los chicos la creatividad y abrirles la mente, que a veces la escuela no lo hace". También potenciar las distintas inteligencias y entender que "la inteligencia es una disposición para aprender, porque muchas veces los niños por cuestiones emocionales no están dispuestos afectivamente para aprender, y aprendemos mejor cuando algo nos emociona".
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Escuelas con aulas cerebralmente saludables
En uno de los capítulos finales del libro, las autoras invitan a hablar de "aulas cerebralmente saludables", para diferenciarlas de las tradicionales, a las que definen como sobrecargadas de información. "En la escuela de hace 150 años se creía que una persona podía soportar 40 minutos la atención, pero gracias al aporte de las neurociencias y de otras disciplinas sabemos que una persona no puede prestar atención más de 20 minutos seguidos y que un chico solamente puede procesar cuatro datos cada 20 minutos", advierte Cabo.
Por ello en el libro plantean la idea de recreos mentales, descansos para los chicos a través de juegos y movimientos que inviten a "romper" con esos 40 minutos seguidos de clases. "La idea es que aprendan realmente y no que acumulen información", apunta. Una propuesta que, como sostiene la autora, se diferencia de aquellas miradas nostálgicas de la educación: "Hay adultos que dicen 'a mí me enseñaron a los golpes pero aprendí, pero hoy los chicos no aprenden'. Bueno, no aprenden porque siguen con esos formatos de hace 150 años. No somos solo seres racionales como nos dijo Aristóteles cuatro siglos antes de Cristo, sino que somos seres emocionales que podemos aprender a razonar".
En este sentido, para Cabo es necesario que en la clase haya momentos donde se aliente la autoestima, y donde se respeten los tiempos de los chicos y sus emociones". Y explica: "Si está contento felicitarlo porque algo le salió bien. Y a su vez saber que no aprendemos solos: Piaget, Vigotsky y otros tantos nos dicen que aprendemos con otros. Por eso hay que favorecer esa relación en el aula para que se produzcan otros saberes. Porque que si bien la maestra es la autoridad pedagógica y nadie la pone en duda, los aprendizajes pueden ser horizontales y entonces la función docente puede ser la de coordinar para darle seguridad a ese niño para que pueda seguir aprendiendo. Darle responsabilidades para que asuma que tiene que hacer una tarea. Siempre desde ese lugar más amoroso, porque el respeto y el acompañamiento son fundamentales en el aula".