El 2 de mayo se conmemora en más de cien países del mundo el Día Internacional de la Lucha contra el Bullying. Las estadísticas dicen —según Unicef— que 1 de cada 3 niños, niñas y adolescentes en el mundo sufren de acoso escolar. Un flagelo que se cobra alrededor de 200 mil suicidios al año entre jóvenes de entre 14 y 28 años, según un informe realizado por la Organización Mundial de la Salud junto a Naciones Unidas.
El bullying no es una broma de mal gusto, una cargada ocasional, un sobrenombre. Es mucho más que eso. El chiste, la broma se deben terminar cuando causa daño a alguien.
El bullying es el acoso sistemático y prolongado en el tiempo hacia una persona por un grupo de pares ante la inacción del resto y sobre todo —por tratarse de niños y adolescentes— de los adultos responsables de los mismos.
El bullying causa daños irreparables, que perduran quizás para toda la vida. El acoso, el maltrato y la discriminación puede ser verbal, psicológico o físico. Genera en la víctima una baja de la autoestima, un aislamiento social, un temor, un menosprecio que socava su dignidad como persona, que puede llevarlo a flagelarse, a lastimarse, que lo afecta en su salud , lo limita en su rendimiento escolar, deportivo, en sus relaciones familiares, amistades, afectivas y que suele tener un correlato en su vida de adulto. Pero no es solo la víctima el único afectado en esta problemática. Quienes ejercen bullying —los hostigadores y acosadores— son personas que no saben relacionarse más que con violencia o ejercer liderazgo y poder a partir del miedo, de la intimidación, de la burla, del agravio. Suelen ser víctimas en su seno familiar de violencia, de desprecio, de soledad, de falta de diálogo, de abandono, de afecto. Probablemente como adultos repetirán esas actitudes como padres, en el ámbito laboral, social o deportivo, ejerciendo estas formas negativas de relacionarse que de un modo u otro terminan mal al encontrarse con personas tan o más agresivas que ellos mismos. Y no podemos dejar de lado a los espectadores sin los cuales el bullying no tendría éxito ni sentido. El acoso que hacen los abusadores y agresores es fundamentalmente “para la tribuna”, para los espectadores silenciosos que terminan de alguna manera siendo cómplices de esta situación no frenando, no denunciando la misma. Lamentablemente también ellos son víctimas y consecuencia de tristes frases que han calado muy hondo en nuestra sociedad: “No te metas”, “mientras a vos no te hagan nada”, “por algo se lo hacen”. Estas frases transmitidas por los adultos a los niños y adolescentes han generado en muchos, sentimientos de indiferencia ante el dolor del otro, de miedo ante la amenaza de que les pase lo mismo, alejándolos de valores como la empatía y la solidaridad. Y es aquí donde más hay que trabajar por la convivencia para frenar el bullying.
Solemos decir que sin espectadores no hay bullying. Este término en inglés ha servido para visibilizar un problema de vieja data y tristemente naturalizado, esa necesidad de reírnos a costa del otro, de mirar sus diferencias, sus errores y no sus virtudes. Cualquier conflicto es llamado bullying por las familias y esto genera incertidumbre, temor, rechazo a abordarlo por las instituciones escolares y deportivas (donde más se produce) por miedo a la mala prensa, al desprestigio, escondiendo entonces debajo de la alfombra los conflictos, no abordándolos seriamente y naturalizándolos con frases como “son cosas de chicos”.
La pandemia ha ocasionado mucho daño en la sociedad, ha dejado heridas, ha afectado la salud mental de muchos adultos. Unicef sostiene que 1 de cada 4 niños y adolescentes han convivido en pandemia con un adulto con problemas de salud mental. ¿Cuánto esto ha afectado a esos niños y niñas que hoy regresan a las escuelas? Adultos que han enfermado, que han perdido a un ser querido, que han perdido o visto reducida o afectada su fuente de trabajo, de ingresos, hogares que se han disgregados, separados. ¿Cómo están retomando los niños que han convivido con esos adultos sus relaciones en los espacios de la escuela y de los clubes? Algunas frases del reinicio de clases:
—”Los alumnos han retornado mas violentos”, dicen muchos docentes.
—”La sociedad está mas violenta, menos tolerante, mas agresiva” , dicen los sociólogos y expertos.
—”La escuela no hace nada”, dicen las familias.
—”Violencia escolar sin límites”, titulan los medios.
Lo cierto es que este pase de factura entre familia, escuela y Estado solo perjudica a quienes quedan en el medio, nuestros alumnos e hijos.
Otro de los efectos de la pandemia fue el mayor uso de internet. El bullying se manifiesta y encontró su versión cibernética en las redes sociales, en los servicios de mensajería, en las salas de chat de los videojuegos: el ciberbullying, que causa mucho más daño porque se potencia y viraliza a millones de personas sin posibles frenos, causando en las víctimas una herida infinita, inimaginable.
Nuestra ONG Si nos reímos, nos reímos todxs viene trabajando desde hace muchos años en la Argentina y en Latinoamérica abogando por la convivencia escolar y deportiva en la prevención del bullying y del ciberacoso (ciberbullying, grooming, sextorsión, escraches). Sobre fines de 2021 estrenamos el largometraje 3 de 10, una película de ficción producida por nuestra ONG bajo la dirección de Fernando Foulques. Rodada en el complejo Gurruchaga de la ciudad de Rosario, es una película que nos interpela acerca de esta problemática, el acoso escolar, denominado habitualmente bullying. La película, primera producción de origen nacional en su tipo, narra historias comunes de acoso escolar y los roles de los actores de la comunidad educativa.
Preferimos hablar en términos positivos de convivencia, apostar y creer a partir del nombre de nuestra ONG que no es necesario para divertirse, para pasarla bien, reírse de otros, burlarse, hacer bromas a partir de las diferencias. Por eso este 2 de mayo y siempre, decimos “no al bullying”, porque si nos reímos, nos reímos todxs.