Cursé todo mi ciclo primario en la Escuela Bernardino Rivadavia de la ciudad de Rafaela. Era un edificio con innumerables problemas, pero donde se respiraba el amor por enseñar y aprender. Soy uno de los que cayó en la escuela pública.
Cursé todo mi ciclo primario en la Escuela Bernardino Rivadavia de la ciudad de Rafaela. Era un edificio con innumerables problemas, pero donde se respiraba el amor por enseñar y aprender. Soy uno de los que cayó en la escuela pública.
Siempre he dicho, en los distintos medios de comunicación en los que trabajo, que todo lo que aprendí, lo aprendí en la escuela primaria. En los otros ciclos, secundario y universitario, en todo caso profundicé algunos conceptos.
Aprendí a leer con Pininos, el texto de Pablo Pizzurno, luego en años sucesivos utilicé Progresa y Prosigue, del mismo autor. Desde esos libros iniciales comenzó mi gusto y amor por la lectura, una pasión y un deleite que no he abandonado.
Las maestras incentivaban la lectura de diversas maneras. Recuerdo que en sexto grado, que en mi época era la culminación de la primaria, la señorita Luisa creó una biblioteca en el aula, que se conformó con los libros que aportábamos los compañeros del curso. Recuerdo haber contribuido con varios volúmenes de la colección Robin Hood. Mi preferido era Tom Sawyer, de Mark Twain.
Con la construcción de esa biblioteca en el aula, culminaba un proceso de acercamiento a los libros y el placer de leer, que fortalecían el conocimiento.
Quiero citar una experiencia que ejemplifica lo que describí anteriormente. Estaba en tercer grado y analizábamos la cuestión de la Antártida y los derechos de la Argentina sobre ese territorio. La maestra nos sugirió leer "Cuatro años en las Orcadas del Sur" , de José Manuel Monetta, las memorias de un expedicionario antártico.
El libro escrito en los primeros años del siglo XX, describe una vida dura, sin recursos técnicos ni científicos, relata los peligros y dificultades que se corrían en esas condiciones. No sabría explicar bien por qué me impactó tanto ese libro que leí por primera vez en 1952. Ese ejemplar, recuerdo de mi paso por la escuela primaria, lo conservo en mi biblioteca y lo he recomendado a todos cuantos pude, en primer lugar a mis hijos.
Por Lucas Ameriso
Por Facundo Borrego