Es una mañana luminosa en el norte de la Patagonia. En la estación de la cumbre del Cerro Bayo, recién inaugurada, los turistas se apresuran a bajar de la telecabina con una obsesión: treparse cuanto antes a sus skies o sus tablas de snowboard, elegir la mejor pista y lanzarse a toda velocidad sobre la nieve. Entonces sucede algo increíble: acaso traicionados por la ansiedad, muchos se pierden el ejercicio de detenerse por un instante, alzar la vista y simplemente mirar a su alrededor. Si lo hicieran se conmoverían con las vistas que ofrecen el lago Nahuel Huapi, la cordillera nevada y, allá abajo, al pie del cerro, la apacible Villa La Angostura.
A 1.800 metros de altura sobre el mar, con cuatro grados bajo cero y un viento suave que sopla desde el norte, sólo hay una cosa que puede competir contra el deseo de estirar por horas la contemplación de ese paisaje: descender hasta el refugio de montaña ubicado trescientos metros más abajo, entrar al refugio gastronómico de montaña Club 180, sentarse a una mesa con vista al lago y pedir la carta. Es entonces cuando casi todo, incluso la felicidad misma, se nos antojará posible.
Ni hablar si la excursión a este rincón de la cordillera de Los Andes coincide con el Encuentro de Chef en Altura, un evento que va por su décima edición y que combina lo mejor de la gastronomía de la zona con las experiencias de cocina de grandes foráneos invitados especialmente. Es una semana en la que La Angostura se llena de sabores. Y es entonces cuando queda claro que, además del paisaje, la nieve, la tranquilidad y todo lo demás, la villa también se ofrece como un destino de altísima gastronomía.
“Nuestra misión es promover la gastronomía de la región”, explica Peter Hyland, factotum de Chef de Altura junto a los chefs Leo Morsella, Natalia Mutchinick y Leandro Andrés. El evento nació, se desarrolló y se proyecta hacia el futuro con un objetivo preciso: “Promover a La Angostura como un destino que, además del paisaje y la nieve también incluye una gastronomía de altísimo nivel”, dice Hyland.
Como las anteriores, la décima edición se convierte en una sucesión de momentos de alta cocina en los lugares más increíbles de la villa.
1 Son las cinco de la tarde. El sol alumbra el lecho del Nahuel Huapi desde el oeste y tiñe de colores las laderas de las montañas. Desde el restaurante del Correntoso Lake & River Hotel la vista es magnífica. La pastelera Cintia Rosso sirve un té negro Keemun con unos scons recién horneados. Afuera el día languidece, lento e inexorable. Adentro la vida es una fiesta.
2 Los ventanales (siempre hay ventanales generosos en La Angostura) otra vez dan al lago. Ya está oscuro y la belleza del entorno se intuye más de lo que se ve, aunque hay un pequeño muelle que le aporta algo de magia a la noche. Es el momento de la cena y en la cocina del restaurante Las Balsas, Lucas Dabrowski y Olivier Falchi preparan un menú de cinco pasos en el que descollará el medallón de trucha del Nahuel Huapi al pinot noir. Podría nevar o caer un rayo, que a nadie le importaría. Las copas tintinean y el vino hace un aporte decisivo a la felicidad de los comensales.
3 Llega el momento del ascenso al Cerro Bayo, de las fotos desde la cumbre y de los porrazos en la nieve. Lo último no importa si se piensa en lo que viene, el menú que Olivier Hanocq y Ana Lucía Arias preparan desde temprano en el club gastronómico de montaña: el osobuco de cordero al vino tinto con risoto de cebada y cebollas asadas será inolvidable.
4 En Tinto Bistró, cosa extraña, no hay ventanales, tal vez porque no hay vista al lago ni postal panorámica en el centro de La Angostura. “Siéntanse como en casa”, invita el anfitrión, Martin Zorreguieta. Hay aires de cantina en este restaurante y bar fundado hace 11 años. El chef Leandro Andrés prepara una ensalada de langostinos y hongos a la plancha, el tercer paso de un menú de cinco, y un rato después Olivier Hanocq sirve el postre: dacquoise con chocolate y croustillant praliné en nube de leche. Si esto no es el paraíso de la gastronomía, que alguien explique cuál es el paraíso.
5 El trasbordador Patagón parte puntual del muelle de Bahía Mansa y navega hacia la isla Victoria por el Huemul, el brazo del Nahuel Huapi sobre el que se recuesta La Angostura. A la izquierda, el Cerro Bayo se alza imponente por sobre el resto de las montañas. A la derecha, más allá de la cercanas costas de la península Quetrihué, las cumbres nevadas le ponen un marco precioso al paisaje. En Puerto Radal bajan las 4x4, los asistentes de los chefs Walter Leal y Barbara Medín descargan los víveres, alguien empieza a encender el fuego. No hay palabras para describir el paisaje, pero tampoco son necesarias: sólo hay que disfrutarlo.
Un rato después la camioneta serpentea un sendero que se interna en el monte. “Si tenemos suerte veremos algún ciervo”, pronostica un guía del Parque Nacional Nahuel Huapi. Cinco minutos más tarde dos ejemplares se cruzan delante del vehículo. Es la naturaleza patagónica en estado salvaje.
En Radal algo se cocina a fuego lento en una olla de hierro, a metros de las aguas cristalinas del lago. Es el clásico goulash de cordero del restaurante Los Viejos Tiempos, que alguien servirá en un pan de campo crocante. En ese momento nada parece más irreal y lejano que la ciudad donde uno vive, y todavía falta el trekking por un pequeño bosque de arrayanes, el avistaje de aves, más postales del Nahuel Huapi y el viaje de regreso a la villa a esa hora en que la noche comienza a ganarle la batalla al día.
6 En Waldhaus brilla la cocina autóctona, los gnoquis de papa andina con ragout de cordero y hongos que en esta ocasión preparan Leo Morsella y Walter Leal. Es un antiguo aserradero reciclado como restaurante, uno de los emblemas de Puerto Manzano y una referencia gastronómica en La Angostura. Y, como en Tinto Bistró y Las Balsas, su capítulo en Chef de Altura viene con yapa: un after imperdible con los chefs, que cuentan sabrosas anécdotas del rubro y hasta cometen el pecado de revelar algún secreto sobre sus manjares.
7 Almorzar en medio del bosque, frente al lago y con una vista inigualable de la cordillera es algo así como un placer de los dioses. En Luma Casa de Montaña es posible disfrutar de todo eso incluso siendo un simple mortal. En ese marco, la focaccia de almendras con morcilla especiada y chutney de membrillo, creación de Julieta Ortiz, resulta de leyenda.
8 Es la noche de la última cena. Las aguas del lago llegan a la costa de Bahía Manzano con la suavidad de una caricia. Es sábado y hay fiesta en Delfina Restaurant. Ollas y sartenes están a cargo de Natalia Mutchinick y Ana Lucía Arias. En las mesas hay ansiedad por el menú, que incluye la rareza de dos postres. El cake húmedo de chocolates con quinotos y helado de vodka resulta glorioso, igual que el salmón rosado en salsa de frutos rojos que lo precedió como tercer paso.
De a poco se apagan las ornallas del 10° encuentro de Chef en Altura. Hyland y los chefs que lo secundan ya preparan la edición siguiente, la número 11. Del 4 al 9 de agosto de 2014, La Angostura volverá a ser la capital de los sabores patagónicos. Antes y después continuará como lo que ya es: un destino apetecible, también por su deliciosa oferta gastronómica.