Venezuela sigue "haciendo la digestión" de los históricos resultados de las elecciones parlamentarias del domingo 6 de diciembre o "6-D", cuando la oposición venció de manera arrolladora al chavismo gobernante. Mientras desde el gobierno de Nicolás Maduro se consolida la línea dura frente a la derrota electoral, los cuestionamientos se multiplican en sectores independientes, tanto sobre la urgente rectificación de la política económica como en lo referente al necesario diálogo político. Y surgen disidencias en las filas del chavismo.
La Mesa Unica Democrática (MUD), que suma a casi toda la oposición, se quedó con más de dos tercios de los 167 escaños de la Asamblea Nacional, el parlamento unicameral de Venezuela. La MUD logró 67 por ciento de las bancas, 112, y el chavismo las restantes 55. Esto habilita grandes reformas del Legislativo, que durante 16 años fue un mero apéndice del poder central. Luego de una inicial reacción moderada de Maduro, tanto éste como otros dirigentes del gobierno volvieron a la retórica belicista. El domingo, el mandatario dirigió un inquietante discurso a las FFAA, a las que llamó a prepararse para "una guerra no convencional" contra la "derecha", o sea, la oposición que lo venció en las elecciones. El presidente ordenó a los militares: "Prepárense para defender la patria. No permitiremos que la derecha y la burguesía desde las posiciones de poder a las que han llegado (o sea, por las elecciones) entreguen la soberanía, la independencia y la justicia".
Ante este complejo cuadro, los analistas tratan de averiguar qué sucederá con Venezuela. Luis Vicente León, director de la consultora Datanálisis, dijo en una columna que sólo tiene preguntas en estos momentos. El título del texto es "¿Y ahora qué?". León se pregunta entonces si se lograrán acuerdos "o se irá por el barranco del conflicto de poderes". Duda de que el "control férreo en el resto de las instituciones". Para León, con las elecciones no resolvió el problema de fondo: "No todavía. Cambió la situación, hay nuevos poderes en juego y nada será como antes, pero no podemos aún estimar el desenlace. La mayoría calificada de la oposición sólo funcionará si se logra mantener al 100 por ciento su articulación. El gobierno, más allá de las fintas de póker para mostrar los dientes, podría abrir un poco el compás y negociar algunos cambios básicos para garantizarse la gobernabilidad, pero también puede decidir embestir" mediante medios "legales e ilegales", como las bandas armadas o "colectivos". Pero León duda de que "el control futuro sobre estos instrumentos será tan fuerte como en el pasado luego de una derrota" que debilita al chavismo. En cuanto a la oposición, "puede que al principio no quiera conflicto y busque presionar acuerdos sobre aspectos claves del país, pero si se encuentra cercada y despreciado el poder y la responsabilidad que le otorga la Constitución, podría no quedarle otra vía que concentrarse en las acciones legales conducentes a sacar al gobierno del poder (referéndum, asamblea constituyente, destitución de ministros y magistrados, juicios políticos)".
Ex canciller. Las voces críticas también se escuchan desde el propio chavismo. El ex canciller Elías Jaua, uno de los 55 diputados electos, advirtió que llegó el momento de de las "rectificaciones". "Hace 8 días se nos acabó el tiempo de los diagnósticos. Es hora de que nosotros impulsemos las rectificaciones que sabemos hay que hacer", dijo en Twitter. "El pueblo fue claro" dijo Jaua, por lo que convocó a "empezar desde abajo y desde adentro, para salvaguardar el futuro de la patria". También se han hecho críticas frontales en un medio emblemático del chavismo como Aporrea, y el ex ministro económico de Hugo Chávez Jorge Giordani formuló duros reclamos. Pero la mayoría del chavismo,l de base y las segundas líneas, parece por ahora alineado con Maduro y su lectura "revolucionaria" de la derrota.
"Demanda de equilibrio". Colette Capriles, profesora de ciencias sociales, analizó el tema para el portal Prodavinci. Capriles ve "una demanda de equilibrio, de moderación, de límites para un gobierno desbocado en el ejercicio del poder entendido despóticamente". Es un caso de voto-castigo, "no solamente castigo a la pésima conducción económica; hay también censura a la arrogancia y al aislamiento de una camarilla que manda sobre un mundo imaginario que nada tiene que ver con las penurias inhumanas que padece cada venezolano". Más que voto-castigo, hay que leer los resultados como una demanda de cambio aún más profunda, "como si la sociedad quisiera empezar a salir de la suspensión de la historia que ha significado el chavismo, anhelando un nuevo comienzo como diría Hannah Arendt".
En cuanto a los desafíos que tiene por delante el gobierno, "el primero es sin duda aprender a leer. Disponerse a descifrar el nuevo alfabeto que tiene ante sus ojos. Hasta ahora no lo logra, o no quiere hacerlo. Sin reflexión y examen de contrición no se le puede augurar un buen final a este ciclo político, que, quiérase o no, está aconteciendo". Para Capriles, el chavismo gobernante "tiene que resolver el dilema entre integración a un nuevo ciclo o atrincherarse en su pasado; entre actuar pragmáticamente con el objetivo estratégico de convertirse en un movimiento sustentable para el cual estar fuera del poder no es una catástrofe, o continuar aferrado al poder que hoy todavía tiene, persistir en su fracaso económico e institucional, haciéndole pagar un costo enorme e innecesario a una sociedad exhausta". Por ahora, Maduro y su gobierno han decidido claramente lo segundo.