Nuestra ciudad está liberada. Las autoridades políticas y policiales se declarararon libres de su obligación de cuidarnos y darnos márgenes aceptables de seguridad a los ciudadanos. Los delincuentes están en el mejor de sus mundos, hacen lo que se les ocurre a la hora y en el lugar que eligen, roban, matan, arrebatan. Los hechos delictivos suceden a metros de las comisarías, enfrente del destacamento de Gendarmería, graficando sobradamente que son de utilería. En mis diarias observaciones he notado que hay menos gente circulando por las calles, y quienes lo hacemos es con tanto miedo y desconfianza que se transunta en la mirada, la expresión y los gestos. Los delincuentes nos han acorralado y ya ni encerrados en nuestras casas estamos a resguardo. Con convicción y firmeza le pido a quienes ocupan los cargos que deben reinstaurar la seguridad perdida que tengan un mínimo de grandeza y por el bien de todos renuncien y se dediquen a hacer lo que quizás sepan.