Rosario ya no podrá tener cabarets, whiskerías ni casas de alterne. El Concejo borró ayer por unanimidad ese rubro de la ordenanza de espectáculos públicos, con la abstención de los ediles socialistas Viviana Foresi, Manuel Sciutto, Pablo Colono y Miguel Zamarini, además de Oscar Greppi (ARI) y la radical Daniela León. Ahora ya no habrá nuevas habilitaciones y las que estén en marcha deberán cerrar cuando caduque su permiso. Y los llamados privados también quedaron bajo la lupa del Legislativo (ver aparte).
Pero hubo más: se aprobó la iniciativa de los concejales Norma López y Roberto Sukerman (FpV) sobre el programa de inserción laboral y socioeducativo para las víctimas de explotación sexual, además de una convocatoria a la mesa de lucha contra la trata, multas por tergiversación de rubro y un concurso de cortos audiovisuales ("Decimos basta") sobre el tema. A propuesta de la edila Fernanda Gigliani (PPS), se extendió el programa de asistencia a quienes padecen el proxenetismo.
"Es una satisfacción colectiva porque este proyecto fue el aporte de muchos bloques y de muchos concejales", dijo a La Capital la radical María Eugenia Schmuck, autora de la ordenanza que sepultó la bandera del orgullo prostibulario de la Rosario de los años 30 del siglo pasado.
A pesar de que la ordenanza venía con luz verde de las comisiones, aprobarla demandó cuatro horas de debate.
Hubo argumentos profundos, relatos dolorosos y análisis inapelables sobre las mujeres que terminan siendo víctimas de la trata o las que deben resignar la mitad de lo que ganan poniendo el cuerpo para pagarle a los proxenetas.
Fue la propia Schmuck la que abrió la lista de exposiciones, que incluyó a todas las edilas y sumó las bancas de Gonzalo del Cerro, Alejandro Rosselló, Rodrigo López Molina, Diego Giuliano, Roberto Bruera, Alberto Cortés y Sukerman. Fue ,justamente, éste concejal quien se levantó para abrazar a la edila radical después del silencio en que dejó el recinto, al finalizar su descarnada argumentación que incluyó la lectura de una mujer que fue prostituta, Sonia Sánchez, autora del libro, "Ninguna mujer nace puta".
"No hay que confundir: en la prostitución no hay caricias sino hay manoseos", leyó Schmuck citando a Sánchez, quien según su propio relato debutó en una whiskería con 25 hombres sobre su cuerpo y terminó internada, sólo para volver a empezar. De esa envergadura fueron los argumentos que se escucharon en la última sesión antes del receso de tres semanas.
Para los ediles que aprobaron el proyecto, no hay ingenuidad: la llamada profesión más vieja del mundo no termina con la ordenanza votada ayer pero es al menos una herramienta para que "el Estado deje de avalar un rubro que ha servido de disfraz, de eufemismo para que delincuentes proxenetas exploten a las mujeres y se enriquezcan a partir de la prostitución de cuerpos ajenos".
Un extenso camino. El paso que se dio en el Palacio Vasallo a favor de un cambio cultural, tal como definieron los ediles, no tuvo lecho de rosas.
La idea lleva más de un año de impulso efectivo, pero se reconoce tributaria de ordenanzas anteriores, como la tarea de la edila mandato cumplido Mariana Alonso.
Entre los ejes que vertebraron la discusión estuvo "el descontrol de las habilitaciones municipales", una "cultura que naturaliza la violencia sobre la mujer en distintos aspectos" y el "rol que juegan los cambios cualitativos en el devenir de la sociedad". Tampoco faltaron las citas al juicio de Marita Verón y la muerte de Sandra Cabrera.
"Es falso decir que con el cierre de dos cabarets se termina el problema del proxenetismo, la explotación sexual y la trata en la ciudad de Rosario. El mayor problema para estas mujeres es la clandestinidad", dijo León, portavoz de quienes se abstuvieron.
Y agregó que "se requiere del compromiso del Estado nacional, que aún no ha reglamentado la ley de trata y de todos los actores involucrados".