"Incautan en Siria un arsenal de productos químicos peligrosos que podrían destruir un país entero". La noticia, escalofriante, se conoció a principios de julio y sumó preocupación internacional en un tema sensible y complejo: la producción y posible utilización de armas químicas. Y aunque Rosario está alejada de este tipo de problemáticas fue en esta ciudad donde se dio el puntapié para la generación de un programa nacional e internacional que tiene como fin la promoción del uso responsable del conocimiento entre los profesores y alumnos de carreras ligadas a la química.
La Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario fue sede de un taller de "Química para la paz" que contó con la participación de expertos internacionales que llegaron desde Holanda, Suiza, Argelia y el Reino Unido que dieron cuenta de la importancia de promover en el curso de la formación profesional la no utilización de sustancias químicas tóxicas para fines bélicos, potenciando el uso responsable, ético y pacífico del conocimiento.
El taller fue un éxito por la convocatoria y los resultados. Estuvo dirigido a docentes universitarios de grado y posgrado de las carreras relacionadas con las ciencias químicas, investigadores científicos, profesionales de la industria química, funcionarios y autoridades de instituciones educativas y tuvo además un capítulo destinado a alumnos. En esa actividad los jóvenes participaron activamente resolviendo potenciales situaciones de riesgo "con un criterio, coherencia y responsabilidad notables", según destacó Esteban Serra, decano de la Facultad de Ciencias Bioquímicas.
Dada la importancia del taller fueron numerosas las entidades que colaboraron para que se lleve a cabo, entre ellas, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, la Autoridad Nacional para la Convención de Armas Químicas del Ministerio de Relaciones y Culto de la Nación, y desde la provincia de Santa Fe el Ministerio de Educación y la secretaría de Estado de Ciencia, Tecnología e Innovación.
La experiencia en Rosario fue el inicio de un programa que se desarrollará a través de una red de facultades de Argentina y otros lugares del mundo.
Desde las aulas. Uno de los pilares de la aplicación de este plan que promueve la ética y la responsabilidad profesional en la educación es la investigadora rosarina Alejandra Suárez. Además de ser miembro de Conicet, docente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y directora de la Escuela Universitaria de Química es la actual presidente del Consejo Consultivo Científico de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas con sede en la Haya. Suárez sucedió a otro rosarino en ese cargo.
"Buscamos incentivar a las universidades para que den a conocer la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas (un tratado internacional conocido como OPCW por sus siglas en inglés) y orientarlos a través de material didáctico y capacitación sobre cómo profundizar estos ejes de reflexión en torno al uso responsable del conocimiento en este aspecto particular", relató Suárez.
La investigadora se refirió a la relevancia que tiene la formación en ciencias químicas. "Los egresados deben regir su accionar profesional siendo fieles custodios en la sociedad de los conocimientos que ésta les transfiere y que deben ser utilizados en beneficio de la humanidad", destacó.
Sustancias peligrosas. El taller desarrollado en la facultad rosarina fue una experiencia piloto que de ahora en más servirá de base para la elaboración de estrategias educativas que serán compartidas y analizadas en una reunión regional de países de América latina y el Caribe que se hará a principios del año que viene.
Que desde la Argentina, que justamente está libre de armas químicas, se estén promocionando por medio de la educación la prevención del uso irresponsable de sustancias peligrosas y potencialmente mortales es leído como un hecho relevante por los especialistas. Prepararse y estar alertas en esta problemática es uno de los objetivos de la convención que se firmó en 1993 y que entró en vigencia en 1997. El tratado firmado por 189 países se ocupa de difundir, concientizar y sensibilizar sobre los riesgos de la aplicación de la química con objetivos destructivos y hasta desarrolla inspecciones a plantas militares e industriales en todos los países miembros para verificar y controlar cómo se está trabajando y detectar posibles irregularidades.
La posibilidad de influir positivamente desde las aulas en la toma de conciencia de un tema tan trascendental es un nuevo desafío, y desde Rosario se está gestando este compromiso.
Tanto la investigadora como el decano destacaron que "la misión que encaramos busca profundizar valores desde los primeros años de las distintas carreras. Ser útiles a la sociedad es el modo de devolver todo lo que la universidad pública nos da".