El antediluviano proyecto de restaurar el servicio militar obligatorio que circuló por estos días reavivó una de las peores cuerdas de una sociedad que tiene mucha deuda social que resolver: el de la hipocresía. Antes fue el ex diputado sojero de Salta Alfredo Olmedo quien, proclive a las camperas amarillas y a las campañas “moralizadoras y nacionalistas” lanzadas desde discotecas porteñas, sugirió un servicio en las Fuerzas Armadas para hombres y mujeres con el fin de enderezar sus ambiciones (sic). Este dirigente quería seis meses para chicos y chicas con el fin de aprender a empuñar armas y donar ese tiempo a tareas comunitarias. Luego vino el mítico dirigente de Villa Gobernador Gálvez Pedro González, quien desde una diputación propuso algo parecido. Ahora, el non plus ultra de los barones del conurbano bonaerense Mario Ishii descerrajó la iniciativa desde su banca de la provincia de Buenos Aires.