La visita del presidente Javier Milei a Rosario por el Día de la Bandera se vivió con mucho fervor desde detrás de las vallas. Fue un 20 de junio con visible participación ciudadana, casi sin banderas políticas ni estructura, con un protocolo de seguridad muy estricto y algunos signos de intolerancia entre sus seguidores: silbidos, abucheos y empujones formaron parte del día de festejo que casi troca en furia.
La primera semblanza indica que fue un acto fuertemente custodiado. El ingreso de prensa al corralito parecía un mini aeropuerto: un scanner con cinta instalado en una combi de la Policía de Seguridad Aeronáutica, detector de metales y cacheo. Por todos lados recorrían caminando y en motos agentes de la Policía Federal, Prefectura, Gendarmería y seguridad armada vestida de civil. Un helicóptero monitoreaba todo desde el cielo.
Desde temprano, antes de las 8, y con un cielo gris y viento frío, los simpatizantes del libertario empezaron a llegar al Monumento bajando desde calle Córdoba y también por 1º de Mayo para acercarse hasta el largo vallado. La mayor concentración estaba sobre la plaza frente al Concejo Municipal. Alguno decía que había más gente que la última visita presidencial a este acto, cuando vino Mauricio Macri en 2017. Los cálculos finales indicaron unas 5 mil personas.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
La previa
A las 8.30 salió el sol y el público se empezaba a calentar escuchando la banda de granaderos qué amenizo la espera con música militar. La gente aplaudía al final de cada tema como si fuera un recital. El locutor oficial arengaba con un "viva la patria", a lo que el público respondía "viva", y creaba clima para la llegada de Milei.
Había granaderos parados sobre lugares extraños de la proa del Monumento que invitaban a pensar cómo se habían subido vestidos con ese uniforme y las botas sobre la rodilla. Cuando bajaron quedó resuelto el enigma: con una escalera. Ya llegaba al escenario el perfume del asado a la estaca del concurso que tendría lugar al mediodía, como parte de los festejos organizados por la Municipalidad. El fuego estaba encendido desde las 5.
Sobre la valla se veían banderas argentinas, y colgaba un trapo de La Libertad Avanza de Victoria, Entre Ríos. También se pudo ver algunas pidiendo justicia por víctimas de la inseguridad. Pero no se observaba presencia de organizaciones ni de lo que se conoce como "estructura". Adentro del corralito, los funcionarios locales, provinciales y del gabinete nacional, empresarios, y autoridades policiales y militares conversaban para matar el rato. Algunos se sacaban selfies.
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Virginia Benedetto/ La Capital
A las 9 el locutor avisó que el presidente había tocado suelo rosarino, y tras la valla sus fans lo celebraron con bulla. La entrada de la vicepresidenta Victoria Villarruel desató otro aplauso y un canto arengando su nombre. Patricia Bullrich se acercó a la gente y recibió otra ovación. A las 9.15 el helicóptero que llevaba al presidente llegó a Prefectura. Los simpatizantes cantaban "Milei, querido, el pueblo esta contigo".
Pero el Peluca se hizo esperar. Llegaría al escenario recién a las 10. Minutos antes ya había un nutrido público apiñado sobre avenida Belgrano, muchos de los cuales se movían para tratar de estar lo más cerca posible y verlo arribar al acto. La histeria reinante hacían pensar que llegaba una estrella del espectáculo. Una mujer se trataba de ubicar adelante para verlo llegar, mientras su hijo pequeño hacía puchero y decía "quiero ver a Milei".
Harina y carne
La gente estaba muy abrigada para paliar el frío de junio. Algunos se ayudaban con el mate en mano. Otros llegaron con chicos o con sus mascotas. Una chica de unos 20 años envuelta en una bandera que tenía al presidente sentado sobre un león y la frase "40 años de democracia" filmaba a su mamá que gritaba "aguante la Pato, viva la libertad" con el Monumento de fondo. Se veían muchas banderas argentinas sobre la espalda. Pocas insignias, casi ninguna, de Milei o de su partido.
Los vendedores se alineaban frente al monumento, de espaldas al río. El aroma y el humo de la torta asada emanaba de varias parrillas a dos mil pesos la unidad. "No se vendió tanto todavía", decía el chico que llevaba la mercadería en un carrito de supermercado. Tampoco faltaba el canto de "churros calentitos" ni los pastelitos, entre otras harinas fritas para entretener el estomago. Se podía ver a algunas personas regalando escarapelas, o entregándolas a voluntad de colaboración.
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Virginia Benedetto/ La Capital
Los que vendieron bien fueron los de las banderas, que se metían entre el público ofreciéndolas. Dos mil la chiquita, seis mil la grande y dos mil el pañuelo amarillo con el logo del león, detallaba un hombre que llegaba desde Córdoba. "¿Vino a trabajar o a ver al presidente?", se le preguntó. "Vine a hacer plata", contestó. Otros vendían praliné, golosinas, rosquitas. La modernidad llegó a todos lados: algunos vendedores ambulantes aceptaban transferencia.
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Cortocircuitos
Llegó el momento de cantar el himno y de izar la bandera. Un payaso que caminaba en zancos pasó cantando a los gritos. En el puente instrumental se puso a bailar. Una señora le gritó para exigirle respeto. Eulogio, tal era su nombre, lo tomó con humor. Dijo que estaba contrariado por la visita de Milei y se rió. El público cantó "la casta tiene miedo". Un joven exhibía una motosierra amarilla y violeta hecha de madera. "¿Para qué es?". "Para dividir la Argentina entre los que trabajan y los que no", respondió.
Mientras daba su discurso Pablo Javkin, un grupo de hombres de treinta y largos con vestimenta relacionada a los cómics discutían si llamar a Milei "el Uno" o "el Todo Supremo". Se escucharon algunos silbidos al intendente. Un matrimonio que viajó desde el norte de la provincia contaba que era la primera vez que concurrían a un acto oficial. "Solo por este presidente", decía la mujer con orgullo, vestida de celeste y con una escarapela. Dúo de padre con hijo adolescente fue otra modalidad común en el acto. Ya estaba hablando el gobernador Maximiliano Pullaro. Hubo abucheos, y un muchacho le gritó "dejá de hacer política".
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Virginia Benedetto/ La Capital
Milei habló sobre las 10.30. Leyó su discurso durante unos 15 minutos. La concurrencia escuchaba con atención. De vez en cuando alguno arengaba y comenzaba un cántico de apoyo, interrumpiendo la alocución del economista. Un grupo de personas aplaudía con frenesí y lamentaban que no hubiera desfile militar. Un cántico fue "viva la Gendarmería". Había más clima de hastío que de fiesta. Y algo de esperanza: muchos respondían que habían llegado para apoyar un cambio.
En algún momento apareció la disrupción: tres mujeres portando carteles contra la gestión presidencial. Uno decía "basta de desguazar la patria". Un flaco pasó y dijo a los periodistas: "No les den cámara". Los ánimos se caldearon y finalmente se fueron entre insultos. Los carteles quedaron rotos en el piso.
"Tómenselas, choripaneras", gritó un joven de Villa Gobernador Gálvez mientras las echaban. "Son unos kukas de mierda. Nosotros no podemos ir a sus actos porque nos echan. A mi me pasó. Y menos mal que se fueron por las buenas, porque si no les mandábamos a estos", dijo señalando a los prefectos. Una postal de un Día de la Bandera de furia.