Alfred Hitchcock fue breve cuando en 1968 subió al escenario a recibir su premio Irving G. Thalberg. Entre sonoros aplausos, el cineasta agradeció la estatuilla con un simple “Thank you”. Cuando tras una pequeña pausa intentó decir “muchísimas gracias”, el micrófono ya estaba apagado. Pese a sus cinco nominaciones, Hitchcock nunca había ganado un Oscar como mejor director. Y quizá por eso fue tan escueto, se dijo entonces en Hollywood.
El récord contrario lo tiene la actriz británica Greer Garson, a quien en 1943 no hubo manera de frenar durante cinco minutos y medio cuando recogió el galardón por el drama bélico “La señora Miniver”. Desde entonces, la Academia introdujo por primera vez una limitación a los agradecimientos. Por eso hoy en día ese límite es de 45 segundos.
Tom Hanks se prestó para realizar un video con consejos para los discursos. “Quienes leen una larga lista de nombres sólo ponen de manifiesto su mala cabeza”, dijo el actor, dos veces ganador de un Oscar. Los agraciados que suban a la palestra verán un cuenta atrás de 45 segundos. Cuando el tiempo se agote, aumentará la música, hasta que el orador enmudezca.
Gritos y susurros. Con los ojos llenos de lágrimas y aún confundida, Halle Berry quiso que la escucharan cuando en 2002 se convirtió en la primera actriz negra que se alzaba con el Oscar a la mejor interpretación femenina por “Cambio de vida”. Al superar el límite, gritó: “Han tenido que pasar 74 años, así que ahora me tomaré mi tiempo”.
También Gwyneth Paltrow necesitó en 1999 dos minutos y 40 segundos para dar las gracias a sus incontables colegas y familiares por su Oscar con “Shakespeare enamorado”.
En cambio, uno de los protagonistas de “Jerry Maguire”, Cuba Gooding Jr., consiguió en 1997 que todos se rieran cuando pronunció 14 veces “I love you!” y adornó su discurso con todo tipo de muecas.
Javier Bardem confesó recientemente que antes de la gala de los Oscar en 2008 estaba tan nervioso que pidió consejo a Jack Nicholson. “Déjate de nombres, no muestres sentimientos y dedícalo (el premio) a tu madre”, recomendó el veterano actor. Y Bardem, al menos en parte, le hizo caso cuando finalmente recogió su estatuilla por “Sin lugar para los débiles”.
Penélope y un beso. Su colega Christoph Waltz tenía el discurso perfectamente preparado el año pasado. “Teniendo en cuenta que probablemente habrá mil millones de personas mirando y que, como nominado, tienes un 20 por ciento de posibilidades, ¿cómo no preocuparse?”, contó el actor de “Bastardos sin gloria” en una fiesta antes de la entrega. Luego, antes de su discurso, improvisó: “Un Oscar y Penélope, esto sí que es el premio gordo”, dijo cuando Penélope Cruz le entregó el primer galardón de la noche.
A unos el ego se les sube a la cabeza, como le sucedió al cineasta James Cameron cuando en 1998 se declaró “rey del mundo” tras la victoria de “Titanic”.
Adrien Brody (mejor actor por “El pianista”) realizó un llamamiento por “una solución rápida y pacífica” para el conflicto iraquí. Pero lo que hizo historia fue el beso con el que casi tira al suelo a Halle Berry cuando ésta le alcanzó el trofeo. Sin necesidad de palabras, un momento así lo dice todo.
Contra Mr. Bush
Difícil poder olvidar el discurso del documentalista Michael Moore (“Bowling for Columbine”) en 2003: utilizó sus 45 segundos para criticar la Guerra en Irak y al presidente estadounidense. “¡Estamos en contra de esta guerra, George (W.) Bush! ¡Nos avergüenza, Mr. Bush! ¡Su tiempo se acabó!”, gritó entre ovaciones y silbidos.