A la defensiva frente a lo que califica como “una furiosa campaña sucia” contra el macrismo, Rodrigo Roy López Molina, primer candidato a diputado provincial de Unión PRO, lamenta que el Frente Progresista (FP) no quiera discutir propuestas para las elecciones del 14 de junio. “Sus dirigentes no pueden decir que en los próximos cuatro años van a encarar lo que no pudieron hacer en ocho”, advierte.
El actual concejal también sale en defensa del postulante de la Casa Gris del PRO, Miguel Del Sel, blanco fijo de los reproches oficialistas: “No necesitamos dirigentes que nos hagan lagrimear; la política corporativa lo único que logró en los últimos años es hacer llorar a todos los santafesinos”.
López Molina vaticina un “cabeza a cabeza” con el gobernador Antonio Bonfatti en Diputados. Y, sobre la importancia de esa puja, avisa: “El riesgo es que el socialismo se refugie en la Legislatura para apostar al fracaso de Del Sel”.
—¿Con qué expectativas encara el PRO la fase final de la campaña para las elecciones generales?
—Las expectativas son enormes porque las Paso marcaron una proyección de que el santafesino ya optó por una idea de cambio, que al mismo tiempo nos dice que la solución a los problemas que padecemos no pueden venir de la mano de aquellos que tanto prometieron y tan poco hicieron. Tomamos la decisión de apostar a un grupo de personas nuevas que quiere hacerse cargo de ese desafío. Y no somos improvisados: hace cuatro años que nos venimos formando y trabajando con equipos y propuestas para el primer día de gobierno. Esto nos entusiasma de cara a los comicios de junio, que serán la primera de una larga sucesión de victorias de una idea de cambio. Lo que ocurra a nivel nacional con la candidatura presidencial de Mauricio Macri tendrá su capítulo inicial en Santa Fe.
—¿Esa proyección también los torna optimistas en Rosario?
—Sí, sin dudas. El desgaste a nivel provincial está reflejado en mayor medida en la ciudad. Porque 25 años de un gobierno del mismo color político no sólo quita energías y ganas sino creatividad y, a su vez, genera la necesidad del vecino de apostar a algo distinto. Siempre enviamos un mensaje de tranquilidad: no creemos que nuestra actuación en política sea fundacional, porque toda gestión tiene algo para rescatar, pero creemos que actualmente hay situaciones que marcan a fuego a los rosarinos y a los santafesinos, que tienen que ver con la lucha contra la inseguridad y el narcotráfico y la falta de presencia del Estado a la hora de concretar obras públicas clave. Esta sumatoria de factores provoca la sensación de que, para cambiar, hay que darles una oportunidad a otros, y esos otros somos nosotros.
—¿Cree que el voto radical disperso tras las Paso irá al PRO?
—Sí, el votante radical ya entendió que el Frente Progresista no es más que una herramienta de conservación del poder al servicio del socialismo y que la única alternativa real de cambio para Santa Fe es Unión PRO, un espacio de puertas abiertas que no le pide ficha de afiliación a nadie y donde convivimos, a pesar de nuestras diferentes extracciones políticas, en un marco de diálogo y debate. Esto es posible porque nuestro objetivo es que la política vuelva a resolver los problemas de la gente y no constituya un negocio para los dirigentes. Seguramente habrá mucho radical que interprete que el FP no cambiará su estructura, en la que los socialistas mandan y el resto obedece. Pretendemos llevar adelante un gobierno en el que todos tengan voz y participación. Además, la convención nacional de la UCR ya envió un mensaje claro: para cambiar y poder proyectar los próximos 30 años de vida democrática, tanto en la Nación como en la provincia la única alternativa es nuestro espacio.
—¿El oficialismo no quiere debatir propuestas?
—No, y por eso la campaña sucia que estamos viviendo es furiosa; algo nunca visto. El Frente Progresista tenía dos caminos cuando terminaron las Paso: el de sentarse a la mesa a discutir iniciativas y modelos de provincia o el del agravio y la violencia verbal. Lamentablemente, porque es algo que afecta a la institucionalidad, optaron por la última senda por una sencilla razón: no pueden decir que en los próximos cuatro años van a encarar lo que no pudieron concretar en ocho. ¡Cómo van a prometer revertir la inseguridad en cuatro años si ellos lograron en ocho que Rosario tenga las peores tasas de homicidios de la historia! Cuando se afecta la credibilidad, sólo queda el camino del agravio. Nos atacan porque simplemente estamos bien en las encuestas y porque Del Sel cometió un solo delito: el de participar en política y disputarles poder a los poderosos de siempre. Eso es lo que no le perdonan. Entonces, cuando uno ve llorar a Miguel en televisión, en realidad está frente al dolor de una persona que en los últimos meses sólo recibió ataques.
—En ese sentido, Lifschitz dijo que Del Sel “es un buen actor, pero gobernar la provincia es otra cosa”.
—Sí, claro, estamos convencidos de que gobernar la provincia es otra cosa. Por eso no necesitamos dirigentes que nos hagan lagrimear, porque la verdad es que la política corporativa lo único que logró en los últimos años es hacer llorar a todos santafesinos. Del Sel es un político decidido a hacerse cargo de los temas que están en la agenda de los ciudadanos y nunca figuran en la agenda pública. Entonces, intentan atemorizar a la población con estos ataques. Si los que saben y los que, supuestamente, se formaron para una carrera política llevaron a la provincia a los niveles más bajos de obra pública de la década, algo falló en el camino. Ocurre que los políticos tradicionales tergiversaron su vocación en una salida laboral. Y esa política corporativa, cuando aparece una figura como Del Sel, se preocupa y ataca. Es más: ni siquiera la conmueve, no el llanto de Miguel, sino el de miles de madres que perdieron a sus hijos por la inseguridad o la droga.
—¿Sorprendió la afirmación del vicegobernador Jorge Henn respecto del supuesto arrepentimiento de Macri con la elección Del Sel como postulante a gobernador?
—Me apoyo en las palabras de Macri, quien sostuvo que el que dijo eso es una persona que no está bien. Insisto: Santa Fe será el primer capítulo de una larga sucesión de cambios en el país y, en ese contexto, Del Sel tiene un rol protagónico. Por el contrario, Miguel es una figura importante en el armado nacional del PRO y, luego de las Paso, la verdad es que no estamos para nada arrepentidos de contar con una figura que derribó el mito de que a la política solamente la podían gestionar dirigentes de carrera. También derribó las barreras para que todos participen de la política y puedan sentirse protagonistas del cambio que viene.
—El PRO toma la palabra “cambio” como ariete, pero sus rivales sostienen que encarna la década del 90...
—No queremos volver a la década del 90, sí hablar del futuro. No venimos a privatizar empresas del Estado ni a bajarles el sueldo a los empleados públicos o a los docentes, o a despedirlos. Sabemos que hay temas pendientes que no están en agenda, como también que todo lo que fue ganancia en derechos o garantías en los últimos años se mantendrá. Queremos solucionar lo que el gobierno, por incapacidad o falta de coraje, no pudo hacer. Sobre todo porque no enfrentaron a las mafias y las dejaron avanzar. Nuestro mensaje no es de retroceso. En el laberinto de la continuidad están el kirchnerismo y el socialismo, por más que tengan diferentes estilos, y la salida por arriba es el PRO.
—¿Preocupa la posibilidad de gobernar con una Legislatura desfavorable?
—Las últimas encuestas indican que estamos a seis puntos de la lista de Bonfatti (primer candidato a diputado provincial) y nos hacen pensar que todavía el resultado de la elección parlamentaria es un interrogante. Porque en las Paso no tuvimos competidores internos y hubo que ir ganando en nivel de conocimiento. Pese a eso y a la figura del propio gobernador, obtuvimos más de 211 mil votos. Esos sufragios mínimamente se duplicarán y nos permitirán disputar cabeza a cabeza con Bonfatti la mayoría parlamentaria. Es clave que todos los que optaron por Del Sel también acompañen a sus equipos, porque necesitará diputados que defiendan su proyecto. El gran riesgo es que el socialismo, al perder la administración central, se refugie en la Legislatura para apostar al fracaso de Miguel.