Mi “privilegiado” lugar de residencia me permitió en la noche del 23 de diciembre, asistir a dos espectáculos de fuegos artificiales separados apenas por minutos. Por un lado la gente de Rosario Central, quienes desde el estadio festejaban su cumpleaños; por otro lado, el Shopping Alto Rosario quienes, a escasos metros de allí festejaban el éxito de sus ventas navideñas. Entre ambos sumaron 90 estruendosos y luminosos minutos. Minutos que de seguro algunas personas disfrutaron pero que se transformaron en horas tortuosas para el reino canino. No es necesario describir las fobias y los cambios de conducta (entre otros efectos) que estos fuertes ruidos generan en estos animales. Debemos entender que los perros también forman parte de nuestra sociedad, transitan nuestras mismas calles y hasta habitan en nuestro mismo hogar. Debemos cuidarlos, educarlos y ser responsables por ellos. Necesitamos transformar el desinterés en conciencia. Quizás el proyecto del edil Carlos Cossia se deba extender también al ámbito privado y así poder proteger a los indefensos animales, eligiendo otras formas de celebrar y así poder festejar todos.





























