Monstruos que buscan matar son los protagonistas de “La hora del vampiro”, la nueva obra de la dupla rosarina Olivieri-PavloRead que sube a escena hoy y todos los sábados de septiembre a las 21.30 en el teatro Mateo Booz (San Lorenzo 2243). Con libro y dirección de Mariano Olivieri y música original de PavloRead, después de éxitos como “Traición y muerte en Pichincha” y “La leyenda del jinete sin cabeza”, llega una historia llena de suspenso y humor enmarcada dentro de una ambiciosa puesta con cuarenta artistas en escena.
El director de la obra y también de Formarte, dijo que en esta comedia musical trata de volver a ubicar a los vampiros en el estilo gótico, como lo eran en el siglo XIX. “Estaba podrido de ver un vampiro enamorado”, confesó Olivieri en diálogo con Escenario.
—¿Qué te inspiró a escribir esta historia?
—Estaba podrido de ver un vampiro enamorado. Para mí el vampiro siempre fue un ser monstruoso y aterrador. Una especie de roedor maligno con la perversión de los seres humanos. Me pareció que estaba bueno reivindicarlo contando una historia en tono de comedia tomando esas partes del vampiro. La idea de hacerlo cómico fue casual. Una noche estaba viendo “La danza de los vampiros” de Roman Polansky, que tiene un tono de comedia sugerido, y en el mismo día escuché una canción de “Fantasmas” que me resulta muy graciosa. Y pensé qué bueno estaría hacer algo con esto. Son como esas ideas que surgen de la nada y sentís que las tenés escritas en la cabeza. Se lo comenté a Pavlo, le gustó la historia y decidimos hacerlo.
—¿Qué significa esta puesta junto a PavloRead?
—Con Pavlo nos corrimos del lenguaje que habíamos encontrado con las obras anteriores. Fue por decisión, no fue algo que salió. Entonces fue una búsqueda muy intensa que venimos preparando desde hace más de un año y realmente es algo distinto a lo que habíamos hecho. Se ha magnificado mucho en cuanto al tamaño en todo sentido. ¡Así que estamos re nerviosos!
—¿A qué te referís con que cambiaron de “lenguaje”? ¿No es una comedia musical?
—Sí, es una comedia musical. Pero un estilo de musical no tan convencional, ya que transita por distintos estilos. Del punk rock pasás al musical sinfónico y de repente a la música francesa. Suena como una ensalada pero está todo perfectamente insertado por PavloRead y tan bien adaptado por los personajes, que resulta enriquecedor. No es como en “Drácula”, por ejemplo, donde hay un criterio total sobre la música y sobre el texto. Acá va fluctuando de la comedia al drama, al terror, al romance. Y la música te va llevando a la identificación de cada personaje. Básicamente es una comedia, hay mucho humor. No se van a encontrar una escena en función de la broma sino que los personajes han ido surgiendo con un lenguaje muy propio y particular, donde hasta la ingenuidad termina siendo graciosa. Se impone el tono de comedia. Y también, por momentos hay un clima de suspenso muy profundo ya que el ambiente de los vampiros es muy oscuro y propenso al terror y al miedo.
—La obra transcurre en Transilvania. ¿Quisiste recrear al vampiro que vivía en los castillos?
—Está situada en Transilvania y la simbología vampírica está siempre presente. De alguna manera está llevado al estereotipo. En Transilvania todos están vestidos con pieles, parecen más osos que personas. La chica protagonista es extremadamente ingenua, su enamorado es muy inocente...Pero es una historia que rescata lo genuino de los sentimientos. Habla de la amistad incondicional, del hacerse valer por sus ideales, de la maldad más absoluta dentro de un ámbito de perversión total y cómo esa maldad puede corromper a una persona vulnerable. Hay muchas entrelecturas muy interesantes que trascienden la historia en sí. Hemos tratado de no hacerla pasatista. La historia trata de volver a ubicar a los vampiros en el estilo gótico, como lo eran en el siglo XIX. Eran monstruos que buscaban matar, no vampiros que se enamoran ni que están deprimidos, porque no se van a morir nunca, son inmortales. Acá van a ver esos vampiros que viven en castillos, con sed de venganza. En este caso se van a encontrar con esos personajes como la doncella, el enamorado, el cazador de vampiros. Es decir, van a estar presentes las características de todos esos personajes que alguna vez vimos en una película o leímos en un libro.
—¿Cómo es la trama de “La hora del vampiro”?
—Habla de una chica llamada Isabela Van Halen que va camino al Internado pupilo de Santa Inés en las montañas de Transilvania y de repente es atacada y mordida por el conde Radú Tepes y su séquito de vampiros. Pero un grupo de pobladores logra rescatarla y llega sana y salva al internado. Los vampiros son perseguidos y los encierran en un castillo condenándolos prisioneros a una eterna soledad, entre cruces y agua bendita. Pasa el tiempo y seis años después, Isabela está por terminar sus estudios en el internado y fortuitamente los vampiros son liberados. A partir de eso empieza una persecución donde el conde Radú quiere vengarse de Isabela y conquistar el mundo. Pero Isabela ya no es esa niña vulnerable que encontraron en el bosque, ya es una mujer que puede defenderse.
—La escenografía y el vestuario no deben haber sido fáciles de recrear...
—Ese es uno de los puntos por el que la obra va a tener una acogida muy positiva de parte del público. Lo que es la puesta en escena en sí, creo que está muy por arriba de cualquier espectáculo que hayamos hecho anteriormente. La escenografía está recreada en algunos aspectos con proyecciones digitales, pero en su mayoría son escenografías físicas, como la del internado que tiene seis metros de altura. Además hay una puesta en escena de luces de última generación, con leds y luces móviles. Hay un impacto visual muy buscado que me parece interesante. La obra ameritaba un acompañamiento escenográfico de esta magnitud. Por eso resulta muy criterioso, no es que te encontrás con torres de seis metros porque sí. Está todo puesto donde tiene que estar. La dirección de arte la hizo Victoria Farman Pereyra y el diseño del vestuario es mío y de Magalí García. Los vestuarios van a remitir a cosas que ya vieron, porque nuestra idea fue que se identifique rápidamente quién es quién. Isabela está con un desabillé blanco súper virginal, Radú tiene una capa roja y negra, las vampiresas son súper eróticas y tienen un desnudo muy sutil, las monjas tienen gorros de pico que se usaban en el siglo XIX, y los vampiros tienen vestidos rasgados y desteñidos. Quisimos crear una simbología que remita a algo que alguna vez viste o leíste. Estoy muy contento por la puesta que ha logrado el equipo de trabajo, porque es impresionante.
—¿Cuántos artistas son en escena?
—Somos 80. No van a estar las 80 arriba del escenario porque sino sería una manifestación... Esta obra está producida por Formarte. Y hay dos elencos de 40 personas que van alternando. Fue muy enriquecedor haber trabajado con tantas personas porque todos tiramos para un mismo lado y asumimos un gran compromiso.
—¿Es la puesta más ambiciosa que han hecho?
—Sí, totalmente. Los costos de producción son mucho más grandes y hay un riesgo económico que no habíamos asumido anteriormente.
—¿Sentís que hay un público interesado por la comedia musical local?
—Sí, por supuesto. El otro día me llamó Nora Gonzalez Pozzi para preguntarme cómo iba todo y me comentó que a ella le fue muy bien con “13” y el año pasado con “Nazareno Cruz y el lobo”. A nosotros nos fue mucho mejor el año pasado con “Traición y muerte en Pichincha” de lo que fueron las dos temporadas anteriores en 2008 y 2009. Con “La leyenda del jinete sin cabeza” nos fue muy bien. Me parece que hay un público para todo. En cuanto al género, creo que es muy agradable para ver, tiene una impronta única donde la motivación y el disparador natural de emociones es la música, trascendiendo el texto. Y el público no siente que tiene la obligación de saber, como si fueras a ver a Sheakespeare. Creo que el musical se ha popularizado mucho y es para todos, no requerís de conocimiento previo. Sos un mero espectador donde el texto y la música se hace muy agradable. En Rosario hoy hay lugar para todos. Incluso, últimamente fui a ver obras chiquitas, alternativas, con cuatro personas y salí fascinado. Además no escucho eso de “está bueno por ser rosarino”. Por suerte el público no entra en esa comparación donde te sorprende una obra que esté bien hecha por ser de Rosario. Sí hay una valoración respetuosa de parte del público. Manuel Cansino estuvo con la propuesta de “Noche brillante” desde enero y le fue súper bien. Y como espectador, te digo que vi las últimas revistas de Cansino y se ve una evolución en cuanto a nivel y también en la puesta en escena. Y te aseguro que la gente también valora eso.
—¿Cómo creés que va a recibir el público esta propuesta?
—Más allá de cómo sea el resultado en cuanto a la cantidad de gente, estoy convencido de que van a salir del teatro sabiendo que vieron una propuesta muy honesta y realizada con mucho amor. Ahí ya tenemos un punto a favor: hicimos lo que queríamos hacer y no nos traicionamos.