“Fotos no, hasta el final”, sentenció cuando apareció sorpresivamente en el escenario antes del comienzo de la función del viernes. Salió para mitigar el breve atraso en el inicio y bajó a la platea a conversar con el público.
En “Balada para mi muerte”, con obras de Piazzolla, Troilo, Mores y Pugliese, entre otros Piquín comparte el protagonismo con los integrantes de la compañía, no está en escena durante todo el espectáculo, pero cuando está, los aplausos suenan más fuertes.
Cuatro parejas y la primera bailarina Daiana Chocni (reemplazó a Cecilia Figaredo), a quienes se suma el cantor Matías Giovanone, componen el staff artístico de la propuesta y cada uno de los integrantes está a la altura que exige la calidad del líder.
Con una puesta austera, sostenida por una eficaz producción de luces y sonido, en el espectáculo suenan tangos clásicos y contemporáneos y una zamba. La versión elegida para interpretar “Uno”, fue la del cordobés Minino Garay, en un formato de speaking-tango creado por este músico y en donde Piquín y Chocni actúan notablemente esta historia de soledad y angustia existencial con un tramo de danza clásica.
Las correctas intervenciones del cantor Giovanone, siempre con pistas, enriquecieron la muestra, aunque algunas de éstas no tuvieran el mejor audio. Los tangos del 40 y las obras más reconocidas de Piazzolla fueron fundamentales.
También cantada, la zamba “Mujer, niña y amiga” no tuvo coreografía folclórica, pero sí un alto vuelo expresivo de Piquín, con estilo clásico de ballet, con un final con beso y abrazo que despertó una de las mayores ovaciones.
La dinámica del espectáculo, casi vertiginosa, permite rescatar la enorme tarea detrás del escenario que exigen los cambios de vestuario y el ingreso y egreso constante de los bailarines. Una pareja va desplazando a la otra, con un trabajo de sincronización notable que hace que el espectáculo no tenga pausa.
“Balada para mi muerte”, de Piazzolla, generó un clima denso, en una muy lograda performance con pasos de ballet que despertaron aplausos desde la mitad de este tango-canción.
La voz de Amelita Baltar, en la incomparable versión de “Balada para un loco”, aporta al momento de mayor lucimiento de Piquín en solitario. Su extraordinario despliegue llena todo el escenario y la flexibilidad y elasticidad que muestra su cuerpo, con su rodilla lastimada, despierta una tremenda demostración de afecto del público en la ovación final. Vestidos de gala o de calle, bailando “Tanguera”, “Oblivión” ó “La Cumparsita ”, Piquín y su equipo logran transmitir la esencia del tango combinando pasión con rigor expresivo y coreográfico.