Gestos emotivos, palabras claras y acentos inusuales: el nuevo Papa Francisco volvió a desplegar todo su encanto en la primera Semana Santa de su pontificado, dejando en evidencia su estilo propio y sin dejar de sorprender a los fieles.
Gestos emotivos, palabras claras y acentos inusuales: el nuevo Papa Francisco volvió a desplegar todo su encanto en la primera Semana Santa de su pontificado, dejando en evidencia su estilo propio y sin dejar de sorprender a los fieles.
El argentino Jorge Bergoglio, de 79 años, siguió llevando el calor a los corazones de los peregrinos y fieles católicos y criticando a una Iglesia demasiado "egocéntrica".
Conocido ya en Roma como un rompedor del protocolo por renunciar a algunas insignias y lujos papales y predicar de pie, el Papa siguió sorprendiendo con una novedad: vestido con una sencilla casulla blanca para su discurso de Pascua ante la multitud congregada en la plaza de San Pedro, Francisco renunció ayer a pronunciar la habitual bendición "urbi et orbi" (a la ciudad y al mundo) en decenas de idiomas, como le gustaba hacer a su predecesor Benedicto XVI, y sólo utilizó el italiano para desear a los fieles unas felices pascuas.
Sumido en sus pensamientos, el "Papa de los pobres" presidió en la noche de Viernes Santo el Via Crucis ante el Coliseo de Roma, escuchando meditaciones sobre las guerra, el sufrimiento y los problemas sociales y rezando en voz baja. "La cruz de Cristo es la respuesta de los cristianos al mal", dijo a la multitud congregada en la oscuridad con el telón de fondo del Coliseo. Poco antes, el jesuita se había postrado en el suelo de la basílica de San Pedro a rezar.
Son pequeños gestos con los que el Papa Francisco muestra que no sólo predica la humildad, sino que también la vive, y así se está ganando el corazón de los fieles.... y de los fotógrafos que lo siguen.
Las novedades que trae Francisco a la Iglesia Católica se han podido ver estos días de Semana Santa. El jueves, Bergoglio realizó el tradicional lavado de pies, un signo de servicio imitando lo que hizo Jesucristo en la última cena con sus apóstoles, en una prisión para menores. En un gesto inédito para un Papa, Francisco se arrodilló ante una joven mujer, a la que también lavó y besó los pies. Además, eligió a jóvenes de distintas religiones. Después les infundió ánimo diciéndoles: "No se dejen robar la esperanza. ¿Entendido?".
No hay duda de que la Iglesia Católica tiene ahora un Papa cercano con la gente al que le gustan los baños de multitudes y el contacto con las personas. Y todo pese a que este pontífice no es especialmente joven y le puede resultar difícil arrodillarse para realizar esos actos de humildad. Durante las ceremonias destacó que quiere estar al servicio de Dios y de su Iglesia y eso le exigió atender a actos y más actos con motivo de la fiesta de la Resurrección de Jesucristo.
Entre y acto y acto, el Papa aún halló tiempo para mantener una larga conversación telefónica con su predecesor Benedicto, retirado a la residencia de Castel Gandolfo, en el sur de Roma. Allí no podrá acudir el Papa Francisco a descansar tras los movidos días de Semana Santa, como solía hacer Benedicto, pues al terminar las fiestas de Pascua le espera mucho trabajo en el Vaticano. Las duras críticas a la Iglesia de los últimos años siguieron resonando en Semana Santa. "Quien no se abre a sí mismo, en lugar de ser un mediador, se convertirá en un intermediario, un administrador", dijo Francisco en referencia a la Iglesia y los sacerdotes en presencia de 1.600 religiosos a los que pidió acudir "a las periferias", donde domina el sufrimiento y el derramamiento de sangre.
"No es en la propia experiencia o en la introspección reiterada en la que se encuentra al Señor", sino que más bien los sacerdotes deben acudir donde otros esperan el Evangelio, señaló en una misa el jueves. Y después siguió sus palabras con gestos como la visita a la prisión.
Frei Betto defendió al Papa
El teólogo brasileño Frei Betto afirmó explícitamente que coincide con el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel en que el Papa Francisco “no fue cómplice” de la última dictadura cívico militar argentina.
“Estoy con la opinión de Adolfo Pérez Esquivel, el Papa pudo haber pecado por omisión pero no por transgresión, él no fue cómplice de la dictadura”, dijo Betto en una entrevista publicada ayer por el semanario brasileño Isto E.
“Creo que en la Argentina hubo una situación parecida a la de Brasil, donde el arzobispo de San Pablo, Paulo Evaristo Arns, denunció y enfrentó a la dictadura, mientras el arzobispo de Río de Janeiro, Eugenio Sales, actuó en los corrillos, discretamente”, agregó Betto, uno de los referentes de la Teología de la Liberación en su país.
Por Claudio Berón