Hace seis años, en la mañana del 10 de febrero, me disponía a ir a trabajar cuando un vecino me dice que a mi hijo le habían pegado un tiro. Como Walter (Taty) tenía una moto, creíamos que había sido víctima de la inseguridad. Su muerte sucedió por asustar a un perro que comenzó a ladrar mientras él circulaba por la calle junto a un chico y una chica conocidos del barrio. El asesino disparó del interior de su vivienda con gran precisión impactando la bala en el corazón de mi hijo y le quitó la vida. También le quitó el papá a una niña de cinco años que todavía pregunta por qué hoy no puede verla crecer. Le arruinó la vida a sus hermanos y a mí, que soy su mamá, ya que desde ese momento no tuve fuerzas para volver a trabajar, pues estoy con un equipo médico y un psiquiatra. La sentencia condenó a este asesino culpable con arresto domiciliario, pero jamás estuvo preso. Ni este señor ni su familia se acercaron a mi familia. Tuve la mala fortuna de contratar a una abogada para ver si podía hacer algo de justicia. La doctora R.R. (a quien pagué hasta el último peso que me pidió) me dijo que se le podía hacer juicio por daños y perjuicios. Mala fortuna porque esta magistrada jugó con mi dolor de madre, de su hija y su familia, ya que no presentó un informe escrito. Este año me dice que no se puede hacer nada, que yo como madre no puedo exigir justicia por la muerte de mi hijo. Me lo tendría que haber dicho antes. ¿Cómo puede jugar con el dolor, sacarme dinero y ahora decirme que no se puede hacer nada. ¿Es así la Justicia y la gente que forma parte de ella?