La zanahoria. Con solo 23 años recién cumplidos, la vida del Colo navegó por los ríos de la marginación, los problemas con la ley y las adicciones. Pero también con los estigmas que sufren a diario quienes viven en los márgenes del mismo sistema que los expulsa. Cayó preso dos veces. En una de esas ocasiones le llevaron a su hijo de apenas tres meses de edad para que esté un rato con él. “Ahí, cuando me va a visitar, me di cuenta que no era vida para él que me vea tras las rejas. Me tocó verlo en esa situación. Sentí un
¡paff! fuerte acá”, dice como quien recuerda un golpe seco en el medio del pecho. Su hijo ahora tiene casi tres años, se llama Gianluca y lo pinta como “una zanahoria con patas, bien colorado”.
“Antes de eso —agrega— no me importaba nada, no tenía nada que perder. No tenía hijos ni responsabilidades. Me importaba más la caravana que mi vida. Estaba todo el día amanecido. Como que no tenía sentimientos. No lloraba. Y ahora me pellizcas y te lloro todo. Cuando dejé de consumir empecé a sentir, a ver y me empezó a caer la ficha de todo. Ahora siento”.
El poeta de La Sexta habla sin pudor de su vida pasada. Pone énfasis para contarla. Sus poesías hablan de su historia. De los amores: El amor por chat, La habitación desordenada, El tirito; de las fantasías: El amor por mi vecina; de las drogas: Ver el polvo blanco. Lo hace con crudeza y picardía. Hay angustias, como en el recuerdo de César, su hermano asesinado. Pero también esperanzas. Y esa mirada constante de esa pequeña “zanahoria” que, confiesa, es quien lo inspira.
“Yo andaba en una burbuja / hasta que la vida me impactó con la experiencia de ser padre”, dice en Mis comienzos. “Cuando lo vi salir del vientre de su madre / ahí esa secuencia me impactó mucho / me hizo despertar mi parte más tierna / de mi pensar sacó lo más oscuro / de mis ojos... / Descubrí la inspiración en él / (...) nunca pensé que yo era tierno”, expresa un par de páginas más adelante en Un relato colorado, su primer libro ya agotado, que fue editado en 2014 gracias a una iniciativa conjunta del Centro de Desarrollo Infantil y Promoción Familiar (Cedipf) y la Biblioteca Argentina Juan Alvarez.
El hachazo de Bukowski. Los primeros pasos en la escritura el Colo los dio en una revista fantasma, Los caranchos del rancho, que duró apenas un número. Allí, en esa publicación surgida del espacio cultural el Rancho de la Música, comenzó a delinear los primeros trazos de su estilo.
Pero fue el escritor norteamericano Charles Bukowski el que directamente le partió la cabeza y lo ayudó a salir de un mundo marcado por la marginación y las adicciones. Y en cierta forma le abrió una válvula de escape para despertar con la escritura un costado suyo que hasta entonces era para él desconocido. Después siguió un encuentro con jóvenes de Empalme Graneros que llevaban adelante un taller de escritura. “Ahí conocí la literatura”, afirma.
Dice que el primer texto que lo marcó —y que dejó huellas en su prosa— fue el libro de Charles Bukowski Sólo para entendidos que compró en la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (Flia): “Ese libro fue el que me marcó más, sobre todo por cómo escribía el chabón. Es crudo. Y yo en algunos textos soy así también, digo lo que siento, como lo hacía él”.
Poesía en el búnker. El soldadito que cuidaba un búnker de drogas era un nene que no sabía leer. Su vida breve galopaba en terreno hostil de una infancia privada de sueños y derechos. Allí lo encontró una vez el Colo, pidiéndole una moneda. Allí nació la historia de Búnker, uno de sus poemas más filosos y difundidos. “El pibito me pidió una moneda que le faltaba para la bolsa. Y yo le digo «guacho ¿por qué no vas a la escuela? Dejá de estar acá». Y en esa me pide un poema. Me dice «¿me das uno?», le digo «sí, tomá». «Uh, ¿no me lo leés que no se leer?». «¿Y qué haces acá entonces, por qué no vas a las escuela?». Y ahí empezó todo, me dio mucha bronca ver eso. Y surgieron esas líneas”.
“Búnker / Búnker / Búnker / Los pibes no saben decir nada más que búnker / Te parás en la esquina y te dicen búnker / Pero le preguntás cuánto es 2 + 2 es igual a búnker / Hay que poner un freno a esto / Que los pibes vean la realidad de la vida / Que aprendan a expresarse / Que aprendan a sumar y leer / (...) Que mi gente se exprese sin decir búnker”.
Universitario. El Colo Romaguera vive a pocas cuadras de La Siberia y su primera poesía la leyó allí, en el salón de un cursillo de ingresantes a Psicología: “Antes venía a pedir, pero cuando me dí cuenta que podía tener una herramienta más con qué buscar un mango y algo para transmitirle a los demás me enganché con esto, que es también un desahogo que me hace bien”.
Todos los lunes da un taller de escritura en el Instituto de Rehabilitación del Adolescente de Rosario (Irar), para los chicos que están privados de su libertad. “Está bueno eso, lo estoy haciendo desde octubre y se copan bastante”, relata el Colo. Recuerda que al principio costó un poco encontrar el canal de comunicación con los pibes alojados en el Irar, hasta que les alcanzó un texto de Camilo Blajaquis (César González), un joven del Conurbano bonaerense que pasó del mundo de la delincuencia y los institutos de menores a convertirse en un escritor y poeta con varios libros y hasta películas y documentales en su haber.
El Colo los invitó a que escriban sobre lo que sentían en el encierro. Y allí se gestó un espacio para que se animen a contar sobre sus familias y ellos mismos. “La idea —aclara— es tratar de desahogarse y no encerrase. Yo lo viví ya de mayor y el encierro sé que es bastante complicado. La idea es que vean que tiene otra posibilidad”.
Como la que intenta forjase el poeta de La Sexta, que en diciembre logró terminar la primaria en la escuela primaria para adultos Julián Navarro, de Ayolas y Juan Manuel de Rosas, y ahora se prepara para arrancar allí mismo la secundaria. “Dentro de tres años quiero empezar la carrera acá, en Psicología. En un tiempo me gustaba trabajo social, pero leí un par de textos que me volaron la mente. Prefiero aguantarlos a Lacan y a Freud”, comenta entre risas.
—¿Querés leer un poema? El que vos quieras.
—Sí, dale. Pero mejor vamos para allá, que está más tranquilo.
Camina pasando el primer patio de la Facultad hasta llegar al exterior de una sala, que en su persiana cerrada tiene la inscripción “La Sexta manda”. Se planta desafiante, elige uno de sus textos y recita El drogado, el vago y el don nadie: “Para todos aquellos que se creyeron que nunca iba a triunfar / a aquellos que se tomaron el papel de ser superior a todo / sí, a vos te digo / que pensaste que yo era un don nadie, un drogadicto y un vago / Mirá ahora al don nadie, al drogado / y mira cómo el vago pudo progresar”.

Una pluma rebelde que acaricia el alma.
Varón Fernández (Ludueña) y Martín Ríos (villa Banana) son militantes sociales que prologaron Un relato colorado, el primer libro del Colo. Allí destacan que la escritura del poeta de La Sexta “tiene la música que transmite el latido de los corazones más profundos”. Una pluma “que le pone palabra al nervio endurecido, pobre, intacto, insolente, rebelde y capaz de acariciar el alma”.
Suelen acompañarlo en la presentación de sus poemas. La intervención y cuidado de estos militantes permitió que muchos chicos y adolescentes del barrio puedan volver a ingresar a los pasillos de la Facultad, cuando hace dos años tras un fuerte debate por una serie de incidentes por hurtos les habían impedido su ingreso.
“Varón y Martín empezaron a laburar en eso y cambió todo. Empezó otro vínculo, pudimos entrar de nuevo, con reglas de convivencia”, reconoce Romaguera. Hoy un mural pintado en el patio de Psico lleva una frase suya: “Expresémonos, dibujémonos y cantémonos. Expresemos el arte que tenemos dentro”.
—¿Cuándo escribís?
—Cuando surge la inspiración. Trato de no olvidarme ese momento o frase que me llega, porque después capaz que la quiero volver a escribir y no tiene el mismo sentido. Ahora vengo hippiándola bastante, pero cuando empecé siempre llevaba mi cuaderno, me tiraba en cualquier lado y me ponía a escribir. Y ahí nacieron las poesías. La que dice Inspirado en la universidad la escribí una vez tirado acá”.
“Para muchos esto es un espacio para estudiar / otros creen que es una fuente de trabajo / para mí la universidad es un espacio / para que el país tenga arquitectos, políticos, psicólogos, etc... / Para mí esto es una fuente de trabajo / y hoy le doy gracias a ustedes / sí, a vos te digo / y a vos también / te agradezco tu centavo diario / porque sin ustedes no soy nadie / gracias por comprender a nuestro barrio / te invito a recorrer el alrededor de la universidad”.
El Colo reflexiona: “En un tiempo lo tenían al barrio como zona roja donde robábamos. Y cuando entrábamos a los salones era como que eso incomodaba. Pero no todos somos iguales, en el barrio también hay gente que labura, que trabaja, que estudia. Ese era el mensaje. Por eso yo como poeta quería hacer conocer el barrio”.
Una obra que crece. Un relato colorado, el primer libro del Colo Romaguera, se presentó en 2014 en la Biblioteca Argentina y ya está agotado. Por estos días, vende en las aulas de Psicología una compilación titulada Un relato colorado: ella y yo.
Mientras recorre los salones de La Siberia ofreciendo estos textos, prepara dos nuevas obras que verán la luz pronto: La magia escrita, una suerte de adelanto para financiar un proyecto más ambicioso llamado Los pasos de la vida, que tendrá la particularidad que las poesías del Colo estarán acompañadas por una serie de dibujos alusivos.
“Los pasos de la vida va a tener un contenido más copado. Cuento cosas sobre la lucha por la tenencia de mi hijo y sobre mi vida anterior. Va a ser un poquito más colectivo el laburo: la tapa me la hace Guille de Bellas Artes y los dibujos Manolo, un chabón que trabaja en la Flia (Feria del Libro Independiente y Autogestiva), que lo conozco también del Rancho de la Música y me acompañó bastante en muchos proyectos. Desde mitad de año lo venimos trabajando. Es mucho laburo, pero va a quedar bueno”, promete sobre las nuevas obras ya encaminadas.
Los textos de Matías Romaguera se pueden conseguir en la Facultad de Psicología (UNR) y también en la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (Flia), que se realiza en distintas plazas de Rosario y otras ciudades del interior.
