El Papa Benedicto XVI impartió ayer la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón que da a la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
El Papa Benedicto XVI impartió ayer la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón que da a la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
En un mensaje que leyó ante decenas de miles de fieles, el Papa reclamó de nuevo el cese de la violencia en Siria y una solución para el conflicto entre israelíes y palestinos.
Pero en un pasaje referido a la región sudamericana, el pontífice pidió al Niño Jesús que ayude a gobernantes de América latina "en su compromiso con el desarrollo y la lucha contra el crimen".
"Que el Niño Jesús bendiga a los numerosos fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer sus virtudes humanas y cristianas, sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar lejos de su familia y de su tierra", dijo el Santo Padre.
"Que (el Niño Jesús) fortalezca a los gobernantes en su compromiso por el desarrollo y en la lucha contra la criminalidad".
La lucha contra la criminalidad es un importante desafío en varios países latinoamericanos. En México por ejemplo, donde este año hubo cambio de gobierno, más de 60.000 personas murieron en la lucha entre los carteles de droga y las autoridades, en el marco de una ofensiva militar contra el narcotráfico emprendida hace seis años por el ex presidente Felipe Calderón.
Benedicto XVI dedicó parte de su mensaje a China, donde los católicos se encuentran divididos entre la iglesia administrada por el gobierno y la clandestina, que es leal al Vaticano.
"Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos líderes de la República Popular China en el alto cometido que les espera", dijo. "Espero que, al cumplir esa tarea, consideren la contribución de las religiones, en el respeto a todas ellas, para que ayuden a construir una sociedad fraternal en beneficio de ese noble pueblo y de todo el mundo".
El Papa felicitó también la Navidad a los católicos en 65 idiomas. "¡Feliz Navidad! Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos", dijo en español.
Nochebuena. Anteanoche, en la celebración de la misa de Navidad, el Papa se enfocó en su homilía en la ausencia de Dios en los corazones. "El rechazo de Dios por el mundo contemporáneo conduce al rechazo del otro, y de antemano de los más vulnerables", dijo Benedicto XVI, quien definió cualquier violencia a nombre de Dios como una "enfermedad" de la religión.
"Estamos completamente llenos de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros", exclamó el Papa en la misa solemne celebrada en la basílica de San Pedro.
"El esfuerzo de José y María para encontrar un lugar en Belén para poder dar a luz me conmueve siempre, cada vez. Inevitablemente surge la cuestión de saber cómo habrían ocurrido las cosas si María y José hubiesen golpeado a mi puerta. ¿Tendría yo un lugar para ellos?", se preguntó el Papa.
"¿Tendremos realmente un lugar para Dios? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos?", preguntó en su homilía.
Al inicio de una larga ceremonia solemne de más de dos horas, acompañada por coros en latín, música de órgano y sonidos de trompetas, Benedicto XVI recorrió la inmensa basílica sobre una plataforma móvil, con el rostro fatigado y un poco fijo.
"Allí donde Dios sea olvidado o negado, no tendremos paz", insistió el Papa, quien recordó que la Navidad festeja el nacimiento de un "príncipe de la paz".
También recordó los "tipos de violencia arrogante" en las que "el hombre desprecia al hombre" y cuya "crueldad hemos visto en el último siglo".
Una vela en la ventana papal
El Papa Benedicto XVI, de 85 años, encendió anteanoche en la ventana de su apartamento una vela, símbolo de la luz de Navidad, en homenaje al pesebre inaugurado en ese momento en la plaza San Pedro, a pocas horas de la misa solemne en la basílica San Pedro. El Sumo Pontífice avanzó en la oscuridad hasta la ventana en el tercer piso del palacio pontifical, y saludó silenciosamente a varios centenares de fieles reunidos en la plaza frente al pesebre.
Por Martín Stoianovich
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