"Cristina Fernández ha tenido un desgaste significativo desde que asumió su segundo mandato", afirma Sergio Berensztein, director de Poliarquía, la consultora política top de la Argentina. En un escenario recargado por los vaivenes de la economía, el politólogo tiene números que aseguran que el caso que involucra a Amado Boudou repercute en la sociedad, sostiene que la reforma constitucional aún no es considerada por la mayoría de la sociedad y se sorprende porque Hermes Binner aún es desconocido para el 20 por ciento de los argentinos.
"Cristina arrancó su segundo gobierno con una imagen extraordinaria de casi 70 puntos, algo muy difícil de sostener en el tiempo. En mayo uno puede decir que el desgaste fue significativo: en 5 meses de gestión cayó 5 puntos por mes", dice Berensztein en el interludio de un seminario organizado por la Fundación Libertad.
Y agrega: "Si bien hay complicaciones económicas, no es que el país vive una crisis económica terrible, esto no es Grecia ni Argentina 2001. Por suerte. Con este nivel económico y con su nuevo gobierno, el ajuste de los números es significativo. Pero, en otras variables de la opinión pública aparecen los matices. Cuando se focaliza en la aprobación presidencial, que es una manera diferente de medir fortalezas y debilidades de los líderes, Cristina tiene un 57 por ciento por ciento de aprobación y el 49 por ciento desaprueba. A pesar de que hay gente que no tiene buena imagen de ella, igual aprueba lo que está haciendo".
—¿Y cuál es la valoración sobre la economía?
—Cuando preguntamos si gusta lo que está haciendo Cristina en materia económica, el 64 por ciento rechaza y el cuarenta y pico aprueba. El 54 por ciento es una cifra mágica.
—Resulta extraña una cifra tan alta de desaprobación a tan poco tiempo del 54 por ciento de los votos.
—Esto ayuda a entender el desgaste: al día siguiente de las elecciones empezaron los controles al dólar. A partir de diciembre esos controles fueron cada vez más estrictos. Hay aquí un cambio significativo con lo que fue la política previa a las elecciones. Al gobierno le está costando mucho el reaprendizaje de vivir con inflación alta. Hasta ahora era como un "siga, siga", pero empieza a pegar. Además, el Ejecutivo mandó la orden de limitar los aumentos salariales y hay problemas con casi todos los sindicatos industriales. Hay salarios viejos con precios nuevos, y ahí si la inflación molesta. Fundamentalmente a un segmento de jóvenes que no vivió la inflación de los 80. Para peor, está el desabastecimiento de algunos productos de la canasta básica. Aumentó el pesimismo, hay mucha preocupación. En la Argentina hay como un ADN de crisis, la gente ya cree que habrá una crisis importante en el mediano plazo. Este es el contexto que explica por qué el escándalo Boudou, que en junio pasó desapercibido, ahora tuvo semejante impacto.
—En términos mediáticos el escándalo Boudou impactó. Políticamente también. ¿Pero cuál es el alcance en el ciudadano común? El caso Schoklender no impactó demasiado antes de las elecciones en términos populares.
—Eso fue porque Cristina estaba blindada con una economía que estaba volando y por la cuestión post mortem de Néstor Kirchner. Era como que Kirchner se había llevado a la tumba los escándalos de corrupción. Esto cambió ahora, también por las derivaciones mediáticas. Además apareció mucha más información. Finalmente el gobierno diseñó un corralito imperfecto para la causa, que le salió muy mal, con un costo enorme que significa la unificación del caso Boudou. Con algo grave como es el tema del enriquecimiento ilícito. Y encima están apareciendo evidencias en los diarios todos los días. Y no nos olvidemos de la tragedia de Once, que pegó muy duro en la sociedad.
—¿Se truncó el futuro político de Boudou?
—Políticamente, Boudou tiene más historia que futuro. Eso me lo dijo un dirigente peronista muy importante.
—¿Esa caída que usted ve en Cristina es capitalizada por alguna referencia de la oposición?
—Por ahora no la capitaliza nadie de forma personal. El gobierno, en su debilitamiento, se torna más abrasivo frente a los dos rivales que Cristina tiene por ahora: Macri y Scioli. El que en términos relativos aprovecha mejor es Scioli. Macri fortalece credenciales como líder opositor, aunque ha caído un poco su imagen positiva. Scioli se vio obligado a blanquear su deseo presidencial, lo que generó un cimbronazo en el oficialismo. Ahí entra en escena el proyecto más importante de Cristina, que es la re-reelección.
—¿La sociedad rechaza la re-reelección o ni siquiera está pensando en el tema?
—Curiosamente, hay un rechazo significativo a la idea de la reforma, sin preguntar por la re-reelección. La gente no lo ve como prioridad. Aun en el votante de Cristina pasa esto, sólo 20 de cada 100 de los que la votaron creen que hay que habilitarla para un tercer mandato. Aunque tuviese los votos en el Congreso, le será difícil avanzar con la re-reelección.
—¿Y cómo está Binner?
—Sigue posicionado como uno de los cuatro líderes más importantes de la Argentina, pero su nivel de conocimiento nunca superó el 80 por ciento. Es significativo porque salió segundo en las elecciones, fue gobernador, intendente y diputado. Le cuesta encontrar un lugar desde el cual hablar y ser escuchado. Tiene que ver con cómo se reconstituye el FAP. Cristina ocupa un espacio lógico de centroizquierda que se superpone con Binner.
—Le cuesta diferenciarse al socialismo porque terminó votando con el kirchnerismo numerosas leyes.
—Sí, es así. Eso complica la diferenciación.
—¿Las goleadas legislativas a favor de la estatización de YPF tienen correlato con un deseo de la sociedad de ir hacia políticas de nacionalización?
—No. Hay un micromundo en un sector de la dirigencia, en los medios, que no responde al argentino medio. La sensación es que la política se va separando de la sociedad.
—¿Scioli dejará de lado su tradición de acompañar a todos hasta el final para pelear contra el kirchnerismo por el 2015?
—El gesto de la semana pasada no fue menor. La diferencia de lo que usted dice con lo que pasó ahí es esa: que Scioli dijo que será candidato presidencial. Su estilo no es de confrontación, pero no se trata de un juego de suma cero. Hoy se garantiza una candidatura competitiva desde el peronismo. Todo dependerá de tres factores: la economía, el futuro de Cristina como líder y la desterritorialización del peronismo.