"Si no hay devaluación, algunas plantas del cordón se irán parando y habrá suspensiones de personal". El pronóstico resume la situación actual de las empresas cerealeras asentadas en la zona núcleo de Timbúes, San Lorenzo y Puerto San Martín, que ven con preocupación la existencia de un círculo vicioso negativo que se retroalimenta y los afecta: la política económica nacional (atraso cambiario más inflación), problemas sectoriales (caída del precio de la soja y una probable muy buena cosecha de soja para este año de Estados Unidos) y trabas regionales (déficit de infraestructura y alta presión sindical con caciques acostumbrados a la demanda de épocas de bonanza).
"Hoy 25 millones de toneladas, o sea la mitad de la cosecha de soja, no está vendida", afirman desde el sector. Si bien nadie se anima a ponerle nombre a estos datos, advierten que si la situación sigue así, aquellas plantas más viejas y menos eficientes tendrán que ir parando su producción. "Si no hay materia prima, el negocio no funciona, y por estos días los pooles están desapareciento y los productores dudan en sembrar", dicen sin reparos.
El caso de Cargill. En ese marco, el anuncio de Cargill de adelantar al mes próximo la parada técnica de su planta de molienda en Puerto San Martín, significó un alerta en la región. El impasse se extendería así a casi seis meses por la dificultad de no tener materia prima para procesar, aunque por ahora está garantizado que no habrá despidos ni quita salarial.
Por lo bajo se cuenta que en realidad esta decisión es parte de un proceso que llevaría a desactivar esa planta y a concentrar toda la actividad en otra que posee en Villa Gobernador Gálvez, más moderna y eficiente, con menos costos logísticos y que, a diferencia de la de Puerto, no tiene sobre sí a los caciques sindicales que operan en el cordón.
Otra planta que podría ser afectadas por el actual cuadro de situación es la de Bunge, que con este panorama dejaría de ser competitiva.
Política económica. A la cabeza de los problemas que impactan al sector agroexportador está la actual política económica del gobierno nacional, que deriva en atraso cambiario, inflación sostenida, alta emisión monetaria y costos crecientes en dólares. “El deterioro del tipo de cambio hace que cada vez sea menos rentable producir en Argentina”, aseguran.
A ese plano general se le suman agravantes sectoriales como la caída de los precios internacionales. “La soja a 610 dólares ya fue”, dicen con resignación en el sector. Para colmo de males, para este año se espera una muy buena cosecha de ese grano por parte de Estados Unidos.
Para completar el cuadro, se agregan los inconvenientes sectoriales de siempre: la falta de infraestructura en el principal polo productivo del país, sumado a la existencia de fuertes presiones sindicales que terminan impactando en el productor.
“Para este tipo de negocios, la devaluación es el paraíso”, claman, aunque esa salida no parece cercana en el horizonte. La consecuencia entonces podría afectar a la actividad de las plantas de la zona, que si ben tienen resto para mantener los salarios por un tiempo, podrían tomar medidas drásticas en el futuro cercano.
De esta manera, las cerealeras pusieron sobre la mesa los problemas y plantearon un panorama al menos preocupante para el futuro inmediato de la región.