Entrar a una fábrica en el inicio de una jornada laboral. Ver brazos descansados, que llegarán al final de un día habiendo convertido una plancha de acero en una olla o en la puerta de un auto, un pedazo de cuero en un zapato, una bobina de papel en una resma o una placa aglomerada en una mesa. Eso es la maravilla del trabajo humano, que todos los días se pone en marcha en una industria, cualquiera sea su tamaño. La cotidianeidad en una pyme con diez obreros, por supuesto, no es la misma que en Techint o General Motors. Pero existe un denominador común: la ocupación de mano de obra y el agregado de valor. Y en estos primeros ocho meses de 2016, comparten además en la preocupación por la caída de la actividad.
—No diría que fue el complejo agroexportador, porque la producción láctea, porcina o cárnica, por ejemplo, hoy están en problemas. Lo que sí pasó objetivamente en estos primeros ocho meses, fue que se favoreció a la producción primaria y se tomaron medidas vinculadas a ordenar la macroeconomía. Respecto a las medidas para el campo, yo diría que en parte fueron promesas de campaña y en otra parte se debieron a que es un sector que rápidamente genera divisas.
—En ese marco, ¿cómo analizás las medidas que se tomaron para la industria?
—Como en todo gobierno, hay heterogeneidades. La salida del cepo implicó tasas altas y eso no ayudó a la producción fabril. De todos modos, hay decisiones que fueron buenas, como la eliminación de retenciones a la industria y mantener las líneas de crédito productivo. Pero la realidad es que los costos aumentaron y la actividad cayó. La sanción de la ley Pyme es un hecho positivo.
—¿Cómo calificas la ley?
—Es buena, aunque no tengamos hoy el contexto para valorarla. La norma incluye mejoras en el tema del IVA, los certificados para recupero de impuesto, disminución de tributos distorsivos como créditos y débitos, incentivos a la inversión y mejorar para la gestión de Repros. Cuando mejore el nivel de actividad va a ser importante la vigencia de esta nueva normativa.
—Las pymes en estos meses han fueron las que más sintieron el impacto…
— Para las pymes es clave un set de medidas complementarias a la nueva ley. Lo más importante es agilizar el financiamiento, en particular para capital de trabajo. Es clave que el Banco Central monitoree el cumplimento de la línea de crédito productiva, que establece tasas competitivas para el sector industrial. Adicionalmente, ir resolviendo temas que hacen a la productividad, como la elevada litigiosidad y los costos asociados a la ART.
—¿En qué momento puede darse un rebote de la actividad industrial?
—Los datos de agosto van a ser mejores que los de julio. En septiembre y octubre se va a estabilizar la caída. Y en el primer trimestre de 2017 se espera que haya indicadores positivos. Dependerá de las obras de infraestructura y de que se participe a la industria nacional en esos proyectos.
—La suba de importación de bienes de consumo, ¿se puede seguir profundizando?
—Para empezar, tenemos un comercio mundial estancado, cuando hasta hace poco crecía al 5 por ciento ó 7 por ciento anual. China tiene sobreproducción de insumos, con lo cual tiene una política comercial agresiva. Brasil, lo mismo. Por eso digo que en este punto, coincidieron varios factores, que terminaron siendo negativos para la industria. Por un lado, este panorama global; y por otro, que los importadores aprovecharon el cambio de reglas. En un escenario mundial vendedor, significó que entre mercadería, que en muchos casos ingresó a precios de competencia desleal. Esto, sumado a la caída del mercado interno nacional, generó una distorsión en el mercado a favor de bienes importados. Pero creo que después de lo que pasó en las últimas décadas en el país, hay mucho recaudo en todos los actores de forma de fomentar el empleo y la inversión nacional. No se puede dejar a la industria nacional sin un marco de administración de comercio eficaz e inteligente en el contexto global actual.
— Hay quienes dicen que el modelo actual tiende a la primarización de la economía.
—Pasar de ser granero a supermercado del mundo no es automático, ni se da de forma espontánea. Más aún, en un mundo que prioriza sus cadenas de valor para generar conocimiento y mejores puestos de trabajo. La clave para agregar valor en origen radica en un conjunto de incentivos claros y previsibles, que sea negocio desarrollar productos con diseño, tecnología y marca nacional. Deberían eliminarse los saldos técnicos en IVA, dar incentivos fiscales, créditos y potenciar la articulación entre el sistema tecnológico y las empresas. Esa es la única forma de insertarse en el mundo con capacidades productivas nacionales.
—¿Qué variables deben tenerse en cuenta si se piensa en recuperar competitividad?
—Hay algo fundamental que son las tarifas, el costo de la energía, del combustible, de la logística. En cuanto al tipo de cambio, hay que tener flexibilidad y que no funcione como un ancla, la moneda debe ir acompañando la inflación. En este punto, un aspecto que debe cambiar, una vez que esté ordenada la macro es que el Banco Central baje las tasas de interés. Con respecto a las cargas tributarias, hay mucho por hacer, pero el actual nivel de déficit fiscal no permite tanto margen de maniobra. La clave pasa por recuperar una mirada a favor de los bienes transables (industriales, economías regionales) que son los que están expuestos a la competencia internacional, pero que a la vez son los que demandan mayor calidad de empleo y tecnología.
—¿Qué sectores pensás que pueden protagonizar la reactivación industrial?
—Hay nichos como todo lo vinculado al sector primario, desde maquinaria agrícola hasta envases. También todo lo que puede fomentar la obra pública, tal como materiales para la construcción, insumos básicos y metalmecánica Pero debería haber prioridad para el compre nacional.
—En cuanto al resto de las variables que inciden en el costo de producción, ¿qué se puede hacer?
—El tipo de cambio, en un contexto inflacionario no se puede tocar. La primera medida es reducir la inflación. Otra medida que se debe evaluar es mejorar costos energéticos, de transporte, de logística. El mecanismo del Ministerio de la Producción para diferenciar el costo de la electricidad para las empresas energointensivas es bueno. En la misma línea deben trabajarse herramientas para mejorar los costos del transporte, del flete. A nivel nacional y provincial, también deben buscarse variables para el financiamiento y la obra pública, con un norte en el desarrollo industrial y una apueste por el compre nacional.
—En este contexto es importante que no pase lo que sucedió en Córdoba, adonde se licitó obra pública con financiamiento chino, pero también con insumos de ese país.
—Es un tema estratégico. Ocurren dos cosas: China bajó su tasa de crecimiento y tiene sobreproducción en muchas ramas industriales. Y por otro lado, en su último Plan Quinquenal, hay un proceso de catch up (convergencia) de las grandes empresas públicas industriales, y para logarlo se utilizan todo tipo de subsidios. Entonces la competitividad de China no se da por un proceso de escala y tecnología en un marco tradicional, sino a través de subsidios. Hay comercio desleal y por tanto en la Argentina debe haber mucha inteligencia para poder enfrentarla. Hay paquetes financieros chinos que incluyen la provisión de insumos. Es importante que no se le otorgue la categoría de libre mercado, porque en ese caso perderíamos una de las herramientas que tenemos para defendernos de la competencia desleal.
—En la etapa anterior, la reactivación ferroviaria se dio de la mano de compra de trenes a China.
—Lo que pasó fue que el gobierno anterior tenía urgencias, por el accidente de Once, la mala calidad de los servicios públicos, etc. China le ofrecía financiamiento y resolvió esa vía, que era la más rápida, aunque claramente, no es lo más estratégico para el país.
— ¿Cuál es la agenda del presente?
—Dividiría la política industrial en varias agendas. Por un lado, para los rubros de alta tecnología y calificación, que tienen lo que yo diría luz verde para acceder a mercados externos con las políticas correctas. Otro tercio, el sector automotriz, que depende mucho de la reactivación de Brasil. Y finalmente un tercio de pymes que son las más sensibles, que hay que monitorear y promover en el mediano plazo. Ahí está la luz roja. Creo que debe aplicarse la inteligencia para aprovechar la capacidad instalada y apuntar también a nuevos nichos de mercado. Tenés el caso de la industria textil, del calzado y de confección, que generan unos 180 mil empleos directos.
—Se habló en estos días de un plan productivo que estaría por presentar el gobierno para reconvertir algunos sectores industriales.
—No quiero hablar de algo que es rumor. Hay que ver caso por caso. Si hay acuerdo entre partes se van a poder acordar políticas para modernizar sectores.