Empujada por decisiones del propio gobierno, la inflación de diciembre más que duplicó el peor registro mensual de la administración anterior. Y esta parece ser la tónica de los próximos meses. ¿La aceleración inflacionaria es un objetivo de la actual política económica? Para los economistas del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), la respuesta es sí. “Parece haber una marcada intención de acelerar el proceso inflacionario tanto desde lo discursivo como desde medidas concretas”, dicen en su último informe de coyuntura. Y concluyen que esta estrategia es un indicio de que la dolarización no se descartó.
El centro de estudios que conduce Andrés Asiaín puso sobre la lupa el arranque del gobierno de Javier Milei, cuya primera medida fue impulsar un salto cambiario del 118%. “A diferencia de diciembre de 2015, esta vez los controles de cambio se mantuvieron, por eso en poco tiempo, el BCRA volvió a acumular reservas y, al mismo tiempo, bajó la brecha cambiaria”, señalan.
Sin embargo, la fuerte aceleración inflacionaria siembra dudas sobre la sostenibilidad del esquema cambiario actual “en un horizonte de dos o tres meses”. Algo de esta incertidumbre se percibió en la semana con el despertar de las cotizaciones paralelas. “Si el gobierno no logra volver con rapidez a una velocidad inflacionaria del 2% a 4% semanal, el esquema de minidevaluaciones al 2% mensual se hará insostenible”, advierten.
Hasta el momento, la devaluación convivió con una política de bajas tasas de interés, en un contexto “con pocos destinos de inversión para los pesos”. La “bomba” de las Leliq, apuntó el Ceso, “es un problema cada vez menor”. Y, al mismo tiempo, “a pesar de que el gobierno repite lo contrario, “parece haber una marcada intención de acelerar el proceso inflacionario tanto desde lo discursivo (por ejemplo anualizando datos de inflación diarios), como desde medidas concretas”.
La seguidilla de baldazos de nafta a la hoguera inflacionaria hacen pensar a estos economistas que la dolarización no se descartó “plenamente”. Y habrá más: “Sobre los recientes aumentos de precios se pondrán en movimiento los mecanismos inerciales de la inflación”.
El salario, por caso, es uno de los pocos precios relativos que no se movió. Y acá está la puja madre. La pérdida acumulada de su poder adquisitivo, que en un mes supera a la de toda la gestión anterior, es la contracara de los mayores ingresos que obtendrán los exportadores. “Evidentemente, el nuevo gobierno buscará que una de las anclas que ayuden al proceso de estabilización sea el salario”, señalan desde el Ceso. Pero al mismo tiempo entienden que “los y las trabajadores no quedarán inmóviles frente a un deterioro real del 30% de su capacidad de compra en tan poco tiempo”.
Es probable, razonan, que el gobierno elija un escenario de mayor confrontación con algunos sectores, como señal para el resto. Y el elegido como blanco sería el empleo público.
Un extraño relato instalado entre adherentes al oficialismo pretende que la situación actual es una simple continuidad de la heredada, aun cuando la inflación se haya más que duplicado. Una derivación de esa falsa premisa es que la opción elegida de política económica es similar a la que hubiera ejercido cualquiera que ganara la presidencia.
La herencia
Para contrastar con la realidad de esa tesis, que tiene como efecto colateral esmerilar la necesariedad de la misma gestión Milei, es interesante analizar de qué se trata esa herencia.
Y el último informe del Mirador de la Actualidad, el Trabajo y la Economía (Mate), hace un aporte en tal sentido al enfocarse en un balance de la administración de Alberto Fernández. Un gobierno que, anticipa en las conclusiones, “terminó con claroscuros: crecimiento del empleo y la producción pero caída del salario real y aceleración inflacionaria”.
Los malos datos primero: la inflación interanual de 161% que se registró en el último mes de mandato “triplica la inflación recibida del gobierno de Macri, que a su vez, había duplicado la del kirchnerismo”.
Esta aceleración inflacionaria provocó que el salario del sector privado registrado cayera 8% en los últimos cuatro años. Que se acumulan al 20% de deterioro que sufrieron en la gestión macrista. La diferencia estuvo marcada por una política de ingresos más activa, los acuerdos de precios y la administración de las tarifas. Mecanismos de amortiguación que no fueron suficientes (Mate critica, por ejemplo, el hecho de no haber usado la actualización del salario mínimo como palanca para subir el resto) pero que ahora se hacen notar por su ausencia.
El otro lado de la gestión Fernández es la recuperación de la economía, a pesar las sucesivas crisis sanitaria, internacional y climática. “En comparación con el último trimestre de cada mandato, el gobierno del Frente de Todos terminará entre un 5% y un 6% por encima del de Cambiemos”. De hecho, recuerdan desde Mate, el de Macri fue “el único período del nuevo milenio con caída de la actividad”. Sus principales ministros hoy están nuevamente en el gobierno.
La recuperación del ciclo albertista tuvo su impacto en el mercado de trabajo. “El desempleo termina en el mínimo nivel alcanzado por los gobiernos del período 2003-2015”, apuntaron. De nuevo, sólo Cambiemos rompió esa tendencia bajista con una suba de 4 puntos en la tasa de desocupación.
Un aspecto soslayado del mandato de Fernández es que, luego de la enorme expansión fiscal para enfrentar la pandemia, hubo un ajuste importante del gasto, que se aceleró tras el acuerdo con el Fondo y durante la gestión de Sergio Massa como ministro de Economía. Su utilidad fue relativa. En 2023 los gastos se redujeron por menos pagos de jubilaciones y subsidios energéticos pero también cayeron los ingresos por el impacto de la sequía. El fenómeno climático golpeó además a las cuentas externas. “En el cuarto año, se perdió la mitad de las reservas del Central”, indicó el Mate. Ya antes había complicaciones. En todo el período, la economía generó cerca de u$s 30 mil millones, pero utilizó u$s 70 mil millones entre pagos de servicios, deuda e intereses y fuga. “Para colmo, los exportadores se quedaron con u$s 7 mil millones por cobrar y se incrementó la deuda comercial en u$s 22 mil millones más”, apuntaron.
Pese a estas presiones, los signos de salud que mostró la economía evitaron que “actores poderosos lograran el objetivo de desestabilizarla sobre el final del mandato para hacerla estallar en un proceso hiperinflacionario”.
Esto obligó al gobierno de Javier Milei a realizar ese trabajo. Y en eso, arrancando por la megadevaluación, parece trabajar con delectación de artista.