Bienvenido 2020 y un nuevo proceso presidencial, que arrancó con la consabida genialidad de una mayor carga impositiva.
Por Gustavo Helguera
Bienvenido 2020 y un nuevo proceso presidencial, que arrancó con la consabida genialidad de una mayor carga impositiva.
Según Thomas Hobbes, la única alternativa al caos del anarquismo es la cesión del poder al gobierno u otra institución de autoridad constitucional. Este orden que intenta superar la anarquía se fue confeccionando en un Estado monopólico y con un alto poder coercitivo.
La teoría moderna de la elección colectiva da cuenta que las personas que gobiernan son básicamente semejantes a los ciudadanos de a pie.
Knut Wicksell, dice que la condición necesaria para garantizar al individuo que el Estado no genera daños con su accionar coercitivo se basa en que se tomen decisiones bajo la “regla de la unanimidad”.
Está regla se cumple cuando todas las decisiones del Estado representan una mejora o no un empeoramiento, como un acuerdo general que contenga la mayoría de las preferencias de los privados y estos reciben beneficios netos como parte una teoría de intercambio voluntario (impuestos de por medio).
Todo esto muy lindo pero la realidad indica que siempre estamos lejos de ese ideal, con altos costos de transacción y problemas con free-riders (beneficiarios sin aportar a la causa).
Aquí los Estados juegan un papel de mando al que se le confiere el poder de imponer el peso de la carga casi a discreción sobre los ciudadanos en general o sobre un sector en particular.
Nace así el poder fiscal, la expresión más acabada de la coacción (el poder de la apropiación) mediante gravámenes que implican transferencias de recursos económicos del sector privado (generador de riqueza) al público (distribuidor).
Un estado limitado representa una falacia intelectual y una imposibilidad práctica dado que el soberano limitado en verdad es una contradicción, puesto que detenta un poder monopólico cuya naturaleza se remonta a los mismos Reyes cuando a gusto y necesidad imponía cargan a sus vasallos.
El verdadero principio a un gobierno constitucional exige que se presuma que esté va abusar del poder político para alcanzar sus objetivos no porque sea sí si no porque está en la tendencia natural de las cosas y en la protección contra esto, radica la utilidad específica de las instituciones de la Libertad.
Más allá de la asfixiante carga impositiva que se renueva y profundizan con este gobierno, debemos replantearnos cómo limitar las tendencias naturales de los gobiernos para que sus resultados estén en consonancia con los objetivos del votante contribuyente y no que operen como un verdadero desaliento a quienes producimos las rentas sobre la que se soporta el peso del estado.
Leviathan fue un libro publicado por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1651). Una criatura de la mitología cristiana con poder ilimitado (representaba el mal y el caos), con el que el autor reflexiona sobre el poder absoluto del Estado a quien lo emula con un monstruo marino al que todos tienen y nadie enfrenta.
El Estado es el gran Leviatán (un hombre artificial) cuya misión es “proteger al ciudadano” (hombre natural), misión sobre la cual se sigue justificando su ilimitado accionar.
Por estás horas debemos comprender que las expectativas están basadas en repetir recetas que han fallado. La máxima contracción es presionar con más impuestos y una nueva devaluación para ser más “solidarios y estimular la producción”.
Quizás debamos reescribir los manuales de economía, pero nunca más impuestos, estimularon a la economía y al empresario a invertir y producir sino todo lo contrario. Démosle tiempo, se aprende todos los días.
En definitivas, seguramente todos deseamos un 2020 con un sector público y privados empujando todos del mismo carro y en la misma dirección. De expectativas de trata, feliz 2020!