El nuevo dictador llegó al poder justo cuando las políticas de dólar barato, alto endeudamiento, ajuste fiscal y abrupta apertura económica diseñadas por José Alfredo Martínez de Hoz -ministro de Economía de Videla- se encontraban agotadas. Los tiempos del “deme dos” y la plata dulce habían terminado.
La crisis económica provocó que en diciembre, la Junta Militar removiera a Viola, “por motivos de salud”, y nombrara como presidente a Leopoldo Fortunato Galtieri, jefe del Ejército, que contaba con el explícito respaldo del entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan.
Washington veía con buenos ojos al ex comandante del segundo cuerpo, fundamentalmente por el rol activo que había jugado en el envío de asesores argentinos a Honduras y El Salvador.
Lorenzo Sigaut asumió la cartera de Hacienda y pronunció una frase paradigmática en el comienzo de su gestión: “El que apuesta al dólar pierde”.
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Pero tres meses después de haber jurado como ministro, propició una devaluación del peso del 30% y otra en junio por el mismo porcentaje.
Se creó un mercado cambiario oficial y otro paralelo, la divisa estadounidense, que en abril se cotizaba en 3 mil pesos, trepó hasta los 10 mil pesos en octubre.
Comenzaron entonces a producirse algunas manifestaciones de descontento: en junio, un paro del gremio mecánico de la Smata dejaba un saldo de más de mil detenidos, mientras las principales automotrices anunciaban despidos y suspensiones.
En febrero de 1982, la CGT lanzó un plan de lucha contra el gobierno que presidía el general Galtieri, que bajo la conducción económica de Roberto Alemann había congelado los salarios y aplicado un fuerte aumento en las tarifas de los servicios públicos.
El malestar reinante determinó la convocatoria a una movilización para el 24 de marzo, aniversario del golpe que había derrocado a Isabel Perón, pero para evitar que el llamamiento fuese visto como una provocación, la cúpula sindical decidió marchar el 30.
Bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”, unas 15 mil personas se congregaron en la Plaza de Mayo aquel martes de principios de otoño, en abierto desafío a la Junta Militar, que prohibió la concentración y desplegó un dispositivo represivo con 4.000 efectivos policiales en el centro de Buenos Aires, y que dejó un saldo de 2.000 detenidos.
Movilizaciones similares y de carácter masivo también tuvieron lugar en Rosario, Mar del Plata, Neuquén, Tucumán y Mendoza, donde un jubilado murió como consecuencia de una bala disparada por las fuerzas represivas.
En Córdoba, sede del Tercer Cuerpo de Ejército, se desarrolló un despliegue de tropas por el centro de la ciudad de tal envergadura que disuadió cualquier atisbo de protesta.
“Se va a acabar/ Se va a acabar/ la dictadura militar”... Era la consigna que resonó ese día por las calles del centro, mientras la infantería de la Federal arremetía contra las columnas de trabajadores y los oficinistas que espontáneamente se sumaron a la multitud.
Gases lacrimógenos, balazos de goma y automóviles que circulaban sin identificación por las calles del centro porteño eran parte de un escenario de abierta confrontación entre los manifestantes y las fuerzas del orden represivo.
Dirigentes políticos como Luis León (UCR), Deolindo Bittel (PJ) y Oscar Alende (Intransigente), nucleados en la llamada Multipartidaria, calificaron la situación como “un verdadero estallido social”, en un comunicado difundido tras la movilización.
La Junta Militar necesitaba producir un hecho que el otorgara legitimidad, y si bien la recuperación de las Malvinas era algo planificado con meses de antelación, el malestar evidenciado ese 30 de marzo convencieron a los integrantes del régimen que el despliegue en las islas -que ya estaba en marcha- era el único camino que tenían para mantenerse en el gobierno.
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El 15 de junio, un día después de la rendición de las tropas argentinas en Malvinas ante los efectivos de las fuerzas armadas británicas, cientos de ciudadanos concurrieron a Plaza de Mayo con distintas motivaciones.
En medio de los disturbios, la represión y los gases, se escuchó una vez más ese cántico, emblema de la resistencia y la lucha popular contra el autoritarismo: “se va a acabar/ se va a acabar/ la dictadura militar”.
Un triste aniversario
El recuerdo de los 40 años del intento de recuperación de las Islas Malvinas coincide con otro aniversario que se cumple el 2 de abril: hace 46 años, el entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, anunciaba el programa económico de la dictadura cívico- militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976. Comenzó un período de cinco años con una inédita apreciación cambiaria que fomentó la especulación financiera, fuga de capitales y deterioro de actividades productivas. Por si quedaban dudas de que el golpe fue cuidadosamente elaborado, dos aspectos registrados en los boletines que por entonces elaboraba la Dirección de Prensa del Palacio de Hacienda lo confirman. Ese 2 de abril, cinco días después de la asunción de Martínez de Hoz ya se habían sancionado siete leyes económicas.
Dirigentes recuerdan la masiva marcha
A 40 años de la histórica marcha de la CGT por “Paz, Pan y Trabajo”, referentes gremiales expresaron hoy cómo vivieron esa jornada de lucha y lo que significó para un movimiento de trabajadores que comenzaba a dilucidar “el camino de liberación de la dictadura”.
En diálogo con Télam Radio, Héctor Amichetti, actual secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense y referente de la Corriente Federal de Trabajadores (CFT), recordó la marcha del 30 de marzo de 1982, que congregó a unas 15 mil personas en la Plaza de Mayo en abierto desafío a la Junta Militar.
“Fue un punto culminante, pero a su vez una demostración de que ya la dictadura no tenía más resto y que el zarpazo de Malvinas pensó que era lo único que la salvaba y por el contrario, empezó a tener los días contados”, afirmó.
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El dirigente gremial reflexionó que “fue el punto culminante de una resistencia de la clase trabajadora que comenzó el mismo día del golpe militar pero que era dispersa y estaba expuesta a una represión feroz que es la que determinó que tengamos tantos compañeros de fábricas y de lugares de trabajos detenidos desaparecidos”.
También destacó la generación de agrupamientos como “Los 25”, protagonistas del primer paro contra la dictadura en abril de 1979, y el crecimiento de las luchas producto de “los estragos” que produjo la política económica de la desindustrialización y la apertura de importaciones que, recordó, “deterioró enormemente la fuente de trabajo, generó desocupación y pérdida de poder adquisitivo de los salarios”.
Carlos Frigerio, secretario general de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros y Afines (Fatca), describió aquella marcha como “el puntapié final de una actitud política dictatorial que venía ya con manifestaciones anteriores del movimiento obrero”.
Víctor de Gennaro, quien entonces era referente de los trabajadores y trabajadoras estatales, rindió “honor a Benedicto Ortiz mártir de ese día, y a todos los mártires que durante esos años dieron su vida”.