El petróleo derribó esta semana la barrera histórica de los 100 dólares el barril en el mercado de Nueva York y los mercados mundiales de commodities danzaron al ritmo del oro negro.
El petróleo derribó esta semana la barrera histórica de los 100 dólares el barril en el mercado de Nueva York y los mercados mundiales de commodities danzaron al ritmo del oro negro.
Así, tanto la soja y los subproductos como los metales precios, tocaron cotizaciones récords que expresaron la inclinación de los inversores hacia éstas colocaciones por sobre el dólar, que fue perdiendo posiciones frente a otras monedas.
Pero la escalada del crudo que, centavos más o menos, alcanzó un nuevo piso de precios, abre un nuevo horizonte internacional que excede a los mercados. Con el combustible que maneja el patrón energético mundial a valores históricos, nada es igual para los países, tanto importadores como exportadores.
Ante este escenario, al gobierno argentino se le abre la posibilidad de capitalizar la suba del oro negro y los commodities agrícolas para engrosar las arcas públicas —ambos productos están sujetos a retenciones— y consolidar el superávit fiscal y comercial.
Pero en el largo plazo, las escasas reservas nacionales (que los más optimistas estiman en diez años) ponen en alerta a la economía argentina, que debería meterse como comprador en un mercado con precios en alza.
Por eso, el aumento en la cotización del crudo abre para la Argentina una nueva oportunidad histórica, esta vez, para repensar la política en materia de hidrocarburos (hoy ausente o prácticamente en manos de decisiones de grupos privados) y actuar en consecuencia.
Así como la Primera Guerra Mundial frenó la vocación privatista de los recursos argentinos —en esa época en manos del Estado— por el fenomenal negocio que representaba el crudo, ahora los precios con tendencia alcista consolidada pueden ser representar una segunda vuelta para el país.