Enfrente están los defensores de una estrategia orientada a mejorar el tipo de
cambio real, pero no a costa de apreciar el dólar nominal, sino por el contrario, de una moneda
local apreciada y enfriando la economía por el camino de mayores tasas de interés y menor presión
tributaria. Para sustentarlo, hacen un paralelo con Brasil cuyo esquema económico se sustenta en un
real apreciado y tasas altas, sin contemplar que la mera extrapolación del modelo que lleva
adelante el principal socio del Mercosur, puede llevar a la Argentina a repetir experiencias
traumáticas como las que derivaron en la crisis de la convertibilidad.
"Aunque hoy la relación nominal es de 3,04 pesos por dólar, cambió con respecto
a la relación nominal que existía en el 2001 cuando era de 1 peso por un dólar", señaló el
economista de la Bolsa de Comercio local, Rogelio Pontón, quien sin embargo, precisó que en función
de la variación inflacionaria que sufren la moneda argentina y la estadounidense, el tipo de cambio
real está muy lejos de la relación nominal.
Así, el economista señaló que "en el sector granario estamos con un dólar más
bajo que en los 90, porque si se deduce a la soja el 35 por ciento de retenciones sobre un dólar de
3,05 pesos, la paridad real estaría en el orden de 1,8 a 2 pesos".
Sin embargo, a su juicio este desequilibrio no se soluciona por la vía de la
devaluación. "Considero más apropiado que se eliminen o bajen paulatinamente determinados impuestos
como las retenciones en lugar de pedir un dólar más alto", expresó Pontón, ya que "si el sector
agrario pide un dólar de 3,5 pesos, la industria va a necesitar uno más alto todavía, lo que
resultaría peligroso por el componente inflacionario", dijo.
Para el economista esto es producto del desbalance que presenta la industria en
materia de exportación. Según un trabajo de Guillermo Gigliani publicado en "Realidad Económica",
en 2007 el superávit comercial del sector agroindustrial (productos primarios más MOA), fue de
28.670 millones de dólares, mientras que el déficit generado por la burguesía industrial (déficit
sectorial de las MOI) trepó a 21.669 millones".
"De esta forma, los dólares garantizados por el modelo sojero permitieron a la
Argentina financiar un ciclo industrial cada vez más incapaz de sustituir importaciones y de
encarar procesos productivos que tuvieran un carácter más integrado, no obstante, la vigencia de un
tipo de cambio alto", sostuvo Gigliani.
Discurso remozado
Por eso, en este repechaje por sumar condiciones más favorables para su
expansión, la industria recorrió otro camino y en lugar de pedir una revaluación nominal del dólar
insiste en un mejoramiento del tipo de cambio real a través de herramientas que permitan compensar
el aumento de los costos.
"Mejorar el tipo de cambio que no quiere decir devaluación", expresó
tajantemente el dirigente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (AIM) de Rosario, Omar
Berrocal, quien consideró hay alternativas para mejorar la paridad real sin tocar el valor nominal
del dólar. En ese sentido, hizo referencia a beneficios como la devolución de impuestos a la
exportación de bienes de capital.
En ese sentido, el vicepresidente de la UIA, José Ignacio De Mendiguren,
consideró que el aumento de costos fue lo que erosionó el tipo de cambio en la Argentina de estos
días, con lo cual consideró importante "la aplicación de un plan concreto para reducir o morigerar
en forma urgente este aumento de la inflación", porque de lo contrario "si únicamente se toca el
tipo de cambio nominal al alza y no se adoptan medidas para bajar la inflación, el resultado es un
aumento de precios que llevan a consolidar la espiral inflacionaria".
Entre estas opciones considera prioritario encarar medidas para incentivar la
inversión, entre las que ubica a la desgravación de las utilidades reinvertidas para las pymes. De
todos modos, De Mendiguren no desecha la opción de utilizar herramientas de política monetaria a
través de la intervención del Banco Central (BCRA) para que el dólar vuelva a los niveles nominales
anteriores a la crisis del campo, donde la divisa se ubicaba en 3,15/3,20 pesos.
"Hay que entender que este retraso del tipo de cambio en los últimos meses fue
producto de la intervención del Central en momentos de crisis con el campo", dijo el industrial,
quien consideró que "esta sobreactuación" de la autoridad monetaria "debe empezar a corregirse",
porque de lo contrario si "este modelo de retraso cambiario nominal y tasas altas de inflación se
transforma en política, volveríamos a una experiencia que la Argentina ya vivió y que terminó muy
mal".
Para De Mendiguren, "en la Argentina cuando se habla de inflación a todos se nos
eriza la piel, pero no tenemos la misma reacción cuando de se habla de revaluación de la moneda,
algo que en realidad es tan perjudicial como lo primero, ya que toda revaluación terminó en
devaluación forzada".
En ese sentido, el economista Jorge Schvarzer, director del Centro de Estudios
de la Situación y Perspectivas de la Argentina (Cespa), consideró que la decisión del BCRA de bajar
el tipo de cambio nominal (alrededor del 5%) en plena crisis del campo, como una forma de
desalentar maniobras especulativas permitió mostrar el poder del gobierno para controlar el tipo de
cambio, aunque alertó ante la persistencia de estas medidas en el largo plazo, que podrían estar
mostrando el avance de aquellos sectores que quieren retrasar el tipo de cambio porque añoran la
convertibilidad.
Modelo en la mira
Lo concreto es que el famoso "service del modelo" sobre el que tanto arengó el
economista Eduardo Curia vuelve nuevamente a estar en el debate tras el impasse que impuso el
conflicto del campo en la agenda pública de la Argentina. "El tipo de cambio real de la Argentina
respecto de los Estados Unidos se contrajo considerablemente entre 2007 y 2008 y, aunque imposible
cuantificarlo en precisión, la inflación ha erosionado parcialmente tanto la competitividad
cambiaria de la economía argentina como las condiciones de vida de la población, los dos logros
medulares del patrón de crecimiento", señalan en un trabajo un conjunto de investigadores de Centro
de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), constituido por un grupo de jóvenes
investigadores con formación en economía política.
A su juicio, este giro "explica parte de la pérdida de apoyo que el gobierno
nacional experimentó en el último semestre". Pero todo esto es un proceso que no por corta tiene
una profunda historia.
"Los dos pilares del nuevo patrón económico en la Argentina a partir de 2002 se
exhibieron con claridad: condiciones externas favorables y una política cambiaria decidida",
expresan en un trabajo los investigadores de Cenda.
En ese sentido, la "política del dólar caro" fue la madre de todo el esquema
económico y se convirtió en una tendencia "que incluso diferenció a la Argentina del resto de los
países de la región, que si bien aún mantienen un nivel de tipo de cambio por encima del vigente en
la década del noventa (con excepción de México) experimentaron en los últimos años un sostenido
proceso de apreciación de sus monedas", explican los investigadores quienes denominan "la etapa
rosa" del modelo económico basado en el tipo de cambio alto al proceso comprendido entre 2002 y
2007 en el cual la economía argentina inició un sendero de crecimiento rápido que permitió la
expansión conjunta del producto, el empleo, el salario (en menor medida), la inversión, el consumo
y las exportaciones.
Sin embargo, esta política de dólar alto "se volvió claramente insuficiente a
comienzos de 2007, para quienes se acostumbraron a pensar en ella como una panacea", señalan. "La
industria supo aprovechar el empujón del gobierno de Néstor Kirchner pero no pudo por los tiempos
de la inversión seguir la escalada de la demanda que fue mucho más expansiva que la oferta", apuntó
Berrocal, de AIM Rosario, para dar cuenta de este nuevo cuello de botella que enfrenta el
sector.
Con lo cual estima, tal como explicó De Mendiguren, que este service del modelo
debe estar orientado a impulsar una "nueva etapa de inversión fuerte dentro del sector", para
evitar responder con alza de precios el incremento de la demanda. "Recetas hay, sólo hay que ver
que las dosis sean las necesarias", ejemplificó en términos médicos el industrial.
El costo de la competitividad
Sin embargo, no todos encuentran en la admnistración del tipo de cambio por
parte del Estado una solución a la coyuntural pérdida de competitividad del sector empresario.
Por caso, el economista de la Universidad Nacional de La Plata, Mariano Féliz, señaló que "el
valor del tipo de cambio real está determinado esencialmente por los niveles de productividad de la
economía y la relación entre la tasa de ganancia y los salarios reales comparados entre
países".
En consecuencia, "el tipo de cambio real será estructuralmente rígido y no
sujeto a decisiones de política económica, a menos que el gobierno pueda mediante la misma alterar
las variables relevantes", explica.
En ese sentido, a su juicio esta nueva etapa a la que denomina neodesarrollismo
se caracteriza por un tipo de cambio real más elevado que en los noventa sustentado en salarios más
bajos en términos reales, con lo cual "los trabajadores son quienes han pagado el costo de la
deseada competitividad".
De este modo, para Féliz, "el tipo de cambio elevado y estable al que apunta el
gobierno -y que hoy vuelven a reclamar los empresarios (ndr)- pueda lograrse sólo con salarios que
garantizan la persistencia de niveles inaceptables de pobreza y condiciones de precariedad
laboral".
Lo concreto es que para hacer un diagnóstico y aplicar la dosis justa no hay que
olvidar que "el problema que atraviesa la economía argentina tiene causas tan profundas como
antiguas", expresan los investigadores de Cenda y hacen referencia a la heterogeneidad estructural
basada en la existencia de renta diferencial a nivel mundial en la producción agropecuaria que vía
ingreso de divisas externas provoca una apreciación de la moneda local, lo que a su vez tiene
efectos nocivos sobre el crecimiento del sector industrial.
De ese modo, "sostener a la industria requiere de una paridad cambiaria más
elevada, capaz de brindar al menos transitoriamente, protección de la competencia de los productos
importados y abrir la posibilidad de colocar productos en el mundo", explican desde Cenda.
Tal vez, los anuncios de Cristina en el Salón Blanco la semana pasada sobre
medidas de protección antidumping, líneas de crédito para la adquisición de bienes de capital
nacional financiadas por el Banco de Brasil y el pago al Club de París, apunten los cañones en este
sentido.
Para por fin dejar de reposar en el tipo de cambio como la espina dorsal de un modelo de
crecimiento para pasar a una etapa de desarrollo integral persistente en el tiempo.