Cuando investigó a Carlos Menem en la década del noventa para escribir El jefe, Gabriela Cerruti sintió que estaba cursando un máster en poder. Con tan sólo veinticuatro años pudo descubrir cómo funcionaba el artilugio y conoció los pequeños detalles que conducen a las grandes decisiones de gobierno. Confirmó la mayoría de las veces que, donde muchos ven conspiraciones, hay apenas simple condición humana. Obstinación, narcisismo, ego y debilidades personales son variables poderosas que sostienen, determinan y guían muchos de los rasgos de una gestión de gobierno. Por eso para esta periodista, devenida más tarde dirigente política, estudiar al personaje es esencial. Entender su manera de pensar, conocer cuáles son sus carencias, su entorno y sus máximas ambiciones, es una condición necesaria no sólo para retratar al funcionario que ejerce el poder sino para construir, además, el perfil que puede asumir una presidencia.
La figura de Mauricio Macri le llamó la atención desde que escribió su libro sobre Menem. Por aquel entonces, el actual jefe del Estado era el empresario del holding familiar que negociaba con el gobierno nacional y con el que encabezaba Carlos Grosso en la Ciudad de Buenos Aires los contratos millonarios para prestar servicios al Estado. Macri le pareció ―Cerruti lo dice sin medias tintas― un "tipo siniestro". Desde entonces, se obsesionó con su figura y hasta el día de hoy no para de estudiarla. La actual diputada nacional por el Frente para la Victoria dice de sí misma que tiene un razonamiento intuitivo y que por eso en 2009, cuando escribió el primer libro sobre Macri (El pibe), no dudó en describirlo como el hombre que iba ser presidente. Nueve años más tarde, con la profecía cumplida, desgrana la gestión del "pibe" de Cardenal Newman al frente del gobierno nacional. En Big Macri. Del cambio al FMI, su nuevo libro editado por Planeta, Cerruti se detiene a examinar un modelo económico que desborda capitalismo financiero y que apuesta a la timba de "hacer plata de la plata". El equipo de Cambiemos, integrado por hombres que "hicieron su fortuna en los fondos de inversión o en la banca extranjera", es mirado con lupa por la legisladora porteña. También analiza el sistemático elogio de la meritocracia que, alejado de los problemas estructurales, de clase o de oportunidades, pondera que sólo lleguen los mejores y sentencia como desastre natural lo que para otros es sólo injusticia.
— Yo leí mucho a Bifo (N. de la R: Franco Berardi, filósofo contemporáneo italiano) antes de escribir el libro, y también mucho del pensador inglés Mark Fisher. Hay toda una discusión ahora en el mundo de que la nueva etapa del capitalismo no es el imperialismo, como pensaba en su momento Marx, sino que es el capitalismo financiero, en el cual el dinero es una ficción, algo inasible. No hay montos y fajos de billetes, lo que tenés son autopistas financieras por donde corren valores de bolsas y de cosas que vos no tenés la menor idea de lo que se trata. Yo creo que Argentina en este momento es un laboratorio de esa etapa del capitalismo financiero. De alguna manera ellos representan eso. (Luis) Caputo es eso, Quintana (ex vicejefe de Gabinete) es eso y el mismo Macri destruyó su familia original para convertirla ahora en eso, en un fondo de inversión que lo que hace es cotizar en la Bolsa en Nueva York. A Caputo te lo venden como el lobo de Wall Street. En el medio de esta crisis te dicen: "Caputo es Messi". Pero esto parece el Mundial de Rusia. Te hablan de euforia y pánico, que son dos sentimientos del mercado, es lo que uno ve en los lobos de Wall Street. La gente no vive entre la euforia y el pánico.
—¿Qué idea o construcción del otro tiene el macrismo?
—La meritocracia que plantea es muy individualista y tiene que ver con la idea que instala el libro El manantial, de Ayn Rand (N. de la R: uno de los textos favoritos de Macri, que le regaló a su esposa Juliana Awada y a casi todos los miembros de su gabinete). Rand dice que los verdaderos impulsores de la sociedad son los egoístas, que son aquellos que por sus propios méritos tratan de llegar a determinados lados. Y yo creo que esa idea se instaló mucho. ¿Te acordás de la publicidad de Chevrolet que hablaba de la meritocracia? Esta idea de que lo que te pasa te pasa porque está en el orden natural de las cosas, convierte en un desastre natural lo que en verdad es una injusticia, en una complicación que tenés en la vida lo que en realidad es la violación de un derecho.
—¿Cuál es el relato fundacional sobre el que se construye Cambiemos?
—El viejo relato de la derecha argentina. La idea del país agroexportador, que va a exportar granos al mundo, y esta vez también petróleo, gas, todo eso, pero con algo que no terminan de contar, que es la idea del capitalismo financiero. Fueron muy eficaces en la idea de que el mundo empezó con ellos, esto de sacar a los próceres de los billetes, de que todo lo anterior es el enemigo, es un horror, que la culpa de todo la tiene el "populismo". Ellos han logrado construir un relato por el cual el culpable de todos los males de este país es el peronismo. En ese sentido me parece que fueron eficaces. Ahora, cuando estalla la crisis es todo más difícil. Vos podés echarle la culpa al gobierno anterior, podés culpar a Cristina, a los cuadernos, al peronismo, pero cuando la gente no tiene para comer o tiene miedo de ir al supermercado, entonces todo ese relato se cae a pedazos.
—Cambiemos niega una referencia histórica de identidad pero en el libro aparecen personajes identificados con la derecha argentina muy relacionados con la formación de Macri...
—Yo siempre digo que Macri es mucho más Blanco Villegas (como su madre) que Macri. Su padre era un tano que vino con esa idea de la mafia italiana que mezcla la constructora con el club de fútbol y la empresa de autos, pero él es muy Blanco Villegas en el sentido de que es la oligarquía del campo. Ricardo Zinn es quien lo forma, y tiene esta idea de la derecha que, si hay un modelo al cual querían volver, era al de 1880. Y no es cualquier cosa lo que está sucediendo ahora, porque es la primera vez que esto sucede con personajes que nacieron y fueron criados ahí. Son los Peña Braun, los Bullrich, los Macri-Blanco Villegas. Hay otro mecanismo del relato fundacional que es negar el pasado, porque eso es lo que te permite mostrar que no hay ninguna alternativa. Cuando ellos dicen eso también están, de alguna manera, negando la historia y la memoria, porque la memoria no viene sola, viene con las luchas de los derechos conquistados. Y la transmisión de la memoria es también la transmisión de la lucha por esos derechos. Entonces hay un relato fundacional en ese sentido, empezamos de cero y construimos una Argentina diferente mirando hacia el futuro. El problema lo tenés cuando no hay futuro, como está sucediendo ahora.
—En el libro vos hablás del recuerdo y compromiso que tiene gran parte de la sociedad con el "Nunca más" y relacionás eso con el recuerdo sobre el Fondo Monetario Internacional. ¿Cómo es esa conexión?
—Yo soy de la generación que ingresó a la política entre 1982 y 1983, y nosotros luchábamos contra los militares y contra la deuda externa. Salíamos con la bandera de la Conadep y contra el Fondo Monetario Internacional. De alguna manera, la desilusión de los ochenta es que Alfonsín no termina de resolver ninguna de las dos, una por la obediencia debida y el punto final y la otra porque terminamos recontraendeudados. Y cuando Néstor (Kirchner) viene hay dos momentos muy fundacionales, uno cuando baja el cuadro de Videla y otro cuando salimos del Fondo Monetario. Entonces, así como la marcha contra el 2x1 (a los genocidas) significó que en la sociedad habían permeado muy profundo esos valores y que no iba a haber una marcha atrás con eso, yo creo que el regreso al FMI está haciendo resurgir también de alguna manera la memoria de todo eso.
—Vos venís investigando a Macri desde hace mucho tiempo...
—Obsesivamente.
—¿Qué es lo que te motiva?
—Yo tengo la virtud y el defecto de que soy más intuitiva que racional o tengo un razonamiento intuitivo, digamos. Escribí El pibe en el 2009 y el libro se llama "el hombre que va a ser presidente", cuando todo el mundo decía "es un boludo, se va a poner a la ciudad de sombrero". No, tiene otros problemas, no es culto, te habla más de fútbol que de literatura, que no es lo mismo que ser un boludo. Yo empiezo a seguir a Macri desde El jefe en adelante, cuando lo que hacía él en ese momento era ser el que le negociaba todas las cosas a Menem y Grosso, y después en la construcción en la ciudad de Buenos Aires. Es un personaje bastante siniestro. Es un tipo que le hace un juicio de insania a su padre para quedarse con las empresas, que interna a su hermana, que destruye a toda su familia paterna y arma este monolito de Juliana y Antonia, una familia de marketing. Un tipo muy decidido a llevar adelante lo que quiere. Ahora está mucho más claro para todos, pero se veía desde el primer día que es un tipo que no tiene empatía con nadie, con lo cual para presidente, alguien que no se conmueve viendo a sufrir al otro, me parece peligroso.
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¿Cómo se combinan tu rol de periodista y el de dirigente a la hora de escribir un libro político? —Yo nunca tuve conflicto con eso. Escribí siete libros, algunos siendo periodista, otros siendo docente y a otros los escribí siendo diputada. Siempre fui política, desde que tengo 17 años y empecé a militar. Siempre tuve un pensamiento político. Me parece que la noción más antigua del intelectual es eso, alguien que tiene una idea política y que se compromete con esa idea escribiendo libros, diciéndolo en los medios o participando en política. Me dicen bueno, pero tenés además una adscripción partidaria. Es cierto, lo estoy haciendo desde el espacio político al cual represento. Pero no por eso voy a dejar de pensar o analizar lo que está sucediendo. Para mí siempre fue muy importante, como política, saber investigar.
—A la hora de buscar las fuentes y consultar, ¿te da más herramientas para la investigación?
—Depende del caso. Yo aprendí periodismo, por suerte, con Horacio Verbitsky y Jacobo Timerman, soy de esa generación y los dos siempre me decían lo mismo, las fuentes son públicas, las cosas ya están escritas, lo que hay que encontrar es la trama.
—La relación...
—Claro, y en eso me parece que sí, estar en política me da más posibilidades de hacerlo, de entender cuál es el hilo, cuál es la trama. Por ejemplo, cuando escribí sobre Menem en los 90, para mí fueron clases magistrales de poder. Por eso también cuento mucho quiénes son los personajes porque una de las cosas que aprendí es que donde un montón de gente ve conspiraciones, hay simple condición humana muchísimas veces. Hay azar, hay relaciones personales, hay obstinación, y te lo digo de cualquiera. En los últimos presidentes de Argentina, un montón de cosas que muchas veces se tratan de explicar por conspiraciones internacionales, para mí tienen que ver con el ego, con el narcisismo, con debilidades o inseguridades. Hay una cantidad de cosas que tienen más que ver con eso que con elucubraciones más trascendentales.
—Y en la construcción del poder, ¿cuál es el rol que hoy tienen los medios en el gobierno de Macri?
—Me parece que ahí hay un proceso paralelo. Yo no sé si ellos controlan de verdad los medios. Vos les preguntás hoy a los medios oficialistas y se sienten supermaltratados porque no los reciben, porque no les hablan, porque no les dan pauta. A lo que ellos apostaron más fue a la construcción de este poder más relacionados con las redes, con el marketing, con el big data. Con todo eso hicieron un trabajo extraordinario, que les salió bien.
—¿Es un trabajo que pagó el Estado?
—Primero lo pagaron ellos y después lo que sucedió es que lo ampliaron cuando llegaron al gobierno. Por eso el libro se llama Big Macri, porque es una construcción sobre el big data. Cuando vos llegás al Estado y todo ese trabajo que tenés hecho lo mechás con las bases de la Ansés, con las bases de los padrones electorales, las bases de los bancos y todas las bases que tiene el Estado, que es lo que están haciendo, eso también es parte de la construcción del autoritarismo porque estos tipos saben exactamente quién sos, qué hacés, cuántas casas tenés, si pagaste la tarjeta o no la pagaste, saben todo absolutamente de todos nosotros. Ahora eso, ¿para qué lo podés usar? Lo usás sin duda para incentivar los votos y te sirve mucho para una campaña electoral pero no te sirve para más nada en un momento de crisis, que es lo que está pasando en este momento. Después de la corrida cambiaria, no pudieron mandar un mail. Cuando no tenés buenas noticias que transmitir, todo ese aparato no sirve para nada. Y ahí me parece que ellos no tienen plan B. No tienen comunicación de crisis. O sea, Durán Barba no te sirve para comunicar una crisis. El día de la corrida fue una sucesión de errores de comunicación de la mañana a la noche. Todos dijeron lo que no había que decir. Cuando Lilita manda el tuit diciendo "no nos vamos a ir en helicóptero", la palabra que justamente no había que pronunciar ese día era helicóptero. Y Clarín ya empezó a jugarles en contra. Cubrió la marcha docente y durante todo ese día hizo circular el videíto con esa entrevista a Macri de Jorge Guinzburg, donde le pregunta si alguna vez no tuvo plata y él dice que sí, que fue una vez que se gastó toda la plata en un casino y que entonces se quedó sin plata tres días hasta que le llegó el giro de Buenos Aires. Pasar eso en el medio de la corrida bancaria fue tremendo. También te das cuenta de que ellos tuvieron una política de darles a todos los del círculo rojo todo lo que pedían y hay un momento en el que lo que todos piden es contradictorio. No es tan fácil creer que vas a gobernar dándoles a todos, todo lo que quieren.
—¿Y cómo ves la relación con los medios entonces?
—Creo que ya no son tan importantes. Me parece que el patriarcado murió y no nos dimos cuenta, y los medios tradicionales murieron y tampoco nos dimos cuenta.
—Para vos pasa más por las redes, entonces...
—Lo que digo es que hay mucho más red. Yo creo que eso fue siempre, eh, no se gana ni se pierde una elección por lo que haga la televisión. Te puede cambiar uno o dos votos y es un problema, porque cambiás uno o dos votos en la elección Macri-Scioli y perdimos. No es menor, no es que hay que dejar de pensar en eso. Lo que vos tenés muy fuerte y que es un problema grave en todo el mundo, es la construcción de las noticias falsas que se da en la televisión y se reproduce en las redes. Yo creo que hoy es mucho más fuerte lo que se instala como mentira o como verdad en las redes (los pibes jóvenes con Instagram, los más grandes con Facebook, Twitter es más de periodistas y políticos). Me parece que circula mucho más por ahí y lo que también hace es de caja de espejo, hace que vos todo el tiempo estés confirmando aquello en lo que creés, que es el otro gran problema de las redes. Por el algoritmo de las redes, vos terminás encerrado en tu propio mundo y confirmando todo el tiempo aquello que te dijeron por primera vez y que creíste.