Los argentinos en su mayoría vivimos agredidos por la realidad, la cual surge de la delincuencia cotidiana, la economía destrozada para muchos y dificilísima para otros, y la falta de libertad de movimiento impuesta por la pandemia hace ya un año y cuyo futuro incierto no nos deja respirar con la tranquilidad necesaria para el transcurso de una vida normal. Esa agresión, dueña del país, en algunos sectores un poco más tremenda que en otros, no nos resbala. Muchos hacemos el intento, nos reinventamos en las múltiples disciplinas y trabajos, más la realidad agrede. Y como simple ciudadana de a pie, observo la respuesta popular, el deterioro general, diría comprensible, que todo ello va produciendo en la sociedad. Violencia brutal, o violencia en una cola para comprar algo, personas exacerbadas por mínimos detalles, redes sociales cargadas de insultos y hombres y mujeres dispuestos a una pelea simple o tremenda a la cual se puede comprender pero jamás aprobar. Es como si cualquier pretexto fuera suficiente para hacer estallar la angustia que venimos soportando. Y en el medio de todo eso, una Justicia que no deja conforme a nadie. Tanto desorden asusta. Por ello, humildemente hago un llamado a la reflexión a los amantes de la paz, porque somos mayoría. Respiremos hondo, tratemos de calmar los ánimos, aportemos soluciones, no nos quedemos solamente en el rezongo, llamemos a la reflexión a los políticos, a los gremios, instituciones, periodismo, para que todos unidos, porque esa es la ley primera, y de cara a estos tres enemigos mencionados al principio, aporten presencia, palabras y hechos con inteligencia y mucha fuerza, y así podamos reencontrarnos con la paz que nos ha sido arrebatada.