La presidenta de todos los argentinos, tal como a ella le encanta definirse, despidió a la delegación que en el próximo mes nos representará en Beijing. Textualmente, se comprometió a "hacer toda la fuerza desde acá" para que los deportistas de nuestro país logren las tan ansiadas preseas. Y claro, sólo aquellos compatriotas que tengan el privilegio de llegar a lucir alguna medalla se convertirán en los atletas más solicitados por todos los niveles gubernamentales, puesto que en ese caso habrán devenido en flamantes exponentes del éxito. Por ende, cabe conjeturar que la primera mandataria deseará fotografiarse en cercanía de los mismos, a los efectos de transportar algo de ese triunfalismo hacia su propia imagen pública. A juzgar tanto por su accionar como por sus discursividades, pareciera que la jefa del Estado es más afín a los retratos visuales y a las verbalizaciones populistas que a la verdadera resolución de conflictos. Sería muy productivo que la titular del Ejecutivo comience a equiparar la brecha que existe entre sus acciones respecto de sus profusas irrupciones lingüísticas. Lamentablemente, Cristina Fernández no podrá retratarse visualmente al lado de victoriosos maratonistas argentinos, porque ninguno de éstos logró la marca mínima para llegar a los Juegos Olímpicos. Que un gobierno destine fondos económicos para estimular al deporte es algo políticamente correcto, pero fehacientemente inexistente en este terruño, excepto algunos casos. Ciertamente, ésta es una problemática mucho menos relevante en comparación con otras que es necesario resolver con extrema urgencia. Pero también forma parte de una extensa letanía de trastornos que desde antaño supimos conseguir. En Argentina los maratonistas de elite tienen fuerza física de sobra; sólo adolecen de infraestructura adecuada para optimizar su rendimiento, como así también de erogaciones que les permitan dedicarse sólo al entrenamiento. Los resultados están a la vista. No obstante, seguramente compatriotas de otras disciplinas deportivas lograrán subirse al podio y por ende habrá fotos exitistas. De hecho, sólo esto último es prioridad para la mayoría de quienes ocupan algún compartimiento de la esfera pública.