No son pocos los que recuerdan nostalgiosos que, aproximadamente hasta principios de la década del 50, en el norte de Rosario, a ambos lados de la calle Baigorria, donde hoy están entre otros los barrios Fonavi, 1º de Mayo y Parque Field, había campos con alfalfa y maíz que le daban al lugar un aspecto típicamente rural. A ese paisaje, se asociaba la solitaria trocha angosta del ferrocarril Belgrano que desde una romántica hondonada, proyectaba su eterno paralelismo hacia Santa Fe y Resistencia. Esos campos eran el hábitat de innumerables pájaros, de abundantes perdices y hasta de algunas liebres. Entre el sereno ayer de aves y alambrados y el febril presente de edificios, motos, automóviles y colectivos, hubo una metamorfosis que el progreso produjo en ese panorama de ayer. Por aquellos días yo iba con otros pibes hasta las cercanas “vías del Belgrano” a cazar jilgueros, paraguayitos, mixtos, cabecitas negras, corbatitas y charlatanes. Aún no se vestía de azul y grana la aurora en el horizonte (como cantaba Gardel), cuando ya salíamos en bicicleta con los clásicos tramperos, con jaulas y “llamadores”, iniciando otro “safari” inolvidable. Los “llamadores” eran ejemplares muy cantores que atraían a sus congéneres en libertad hacia un injusto cautiverio, que se concretaba cuando en la cumbre de una renovada emoción, un pájaro pisaba el fatídico palito del traicionero trampero, seducido por el señuelo del mijo. Con la fantasía propia de la edad, a unos pasos de las vías instalábamos lo que pomposamente llamábamos “el campamento”, y poco después del amanecer, cuando el sol se alzaba sobre el horizonte, veíamos levantarse sucesivas bandadas de jilgueros; las primeras llegaban a eclipsar por un momento el sol de la incipiente mañana, configurando un espectáculo que jamás volví a ver. Después de un rato las bandadas se iban raleando, hasta que por último quedaban los ejemplares más rezagados; algunos de los cuales caían en los arteros tramperos para agrandar nuestra colección y aquel orgullo de chiquilines. Hoy, recordando las aves a las que privé de libertad, pienso que los chicos deben ser orientados, entre otras cosas importantes, hacia el respeto por la vida libre de los pájaros. A propósito de paraguayitos, esos pajaritos de triste y dulcísimo trino, ya por ese entonces comenzaba a notarse su escasez. Actualmente, están poco menos que extinguidos en esta región porque cada vez se refugiaron más lejos: primero en el norte de Rosario; luego en el norte de Santa Fe; siempre más al norte. Por estas latitudes, al carpecho (negro y de pecho rojo) que se “tira en picada” cantando, prácticamente no se lo encuentra; y lo mismo sucede con los otros pájaros citados. Cualquiera que haya transitado hace años el interior entrerriano, se habrá maravillado con los numerosos cardenales que se levantaban de las rutas de ripio al paso de un coche, para ir con asustado aleteo a pintar los alambrados con el rojo de su vistoso copete. En cuanto a los jilgueros que, insisto, llegaban a nublar por instantes el sol asombrado de las jóvenes mañanas, se ven pasar unos pocos, escribiendo un poema de añoranza con la intermitencia inconfundible de su vuelo y el ensayo de sus trinos. No fue el ferrocarril quien los espantó, como al chingolo del tango que popularizó Ignacio Corsini. Distintos motivos; prácticas y hábitos incorrectos ocasionaron la casi desaparición de estas especies que hasta hace unos 65 años poblaron cercanos campos. Amarillos jilgueros, marrones charlatanes y negros congos, no volverán a nuestra zona, al menos en bandadas como aquellas que despertaban admiración. Felizmente todavía quedan en las arboledas del barrio horneritos, bichos feos, pirinchos, torcacitas, chingolitos, tacuaritas, calandrias y algún cabecita negra. Enrique Pérez Mariluz en su libro El Continente Americano de la editorial Atlántida, refiere que al último “dronte”, un ave del océano Indico, lo mataron en la isla Mauricio en la primera mitad del siglo 17. En fin, aquella profusión, aquel festival de colores y trinos, se extinguió definitivamente, aunque reside en el recuerdo de quienes lo vivimos. Sólo nos queda la esperanza de no tener que enterarnos dentro de algunos años, que al último paraguayito lo mataron en la “cuña boscosa”, a la vera de un río formoseño o en algún monte del Paraguay.
Edgardo Urraco
DNI 6.042.889
La agresión al técnico Alfaro
La agresión Gustavo Alfaro, director técnico del Club Tigre, agredido el sábado último en el encuentro disputado en la cancha de Rosario Central, no fue sólo para él. También la agresión fue sufrida por cuarenta millones de argentinos. En una sociedad que se precie de serlo no ocurren este tipo de serios incidentes, y si ocurriesen, es la misma sociedad quien tiene que defender la cordura. Hincha fanático de Central, nadie desconoce a Sadam, como me decían por usar mi remera atada en la cabeza, cuando atajaba en aquellos torneos de arena, en el Caribe Canaya. Desde pequeño aterrice en populares y tribunas y, ya de grande, con mis cuatro hijos, nos instalamos en la platea al lado del querido Negro Fontanarrosa. Los chicos crecieron y volvimos a populares y éramos nosotros los que cuando alguno intentaba una locura lo entregábamo, no pensábamos en agredir jamás a nadie, y el folclore pasaba únicamente por los cantos hacia el rival de turno. ¿Si Alfaro giraba y perdía un ojo, estaríamos hablando en otros términos? El castigo es educación, a Rosario Central lo deben hacer jugar 10 partidos sin público. ¿Por qué sacarle puntos al club? ¿Los jugadores son culpables de la agresión cometida por un enajenado, quizás afectado por los efectos de la droga, el alcohol o su propia ignorancia de como convivir en una sociedad civilizada? En la cancha de Rosario Central, creo que si en ella hay 40.000 espectadores, 39.999 señalarán al autor de cualquier otro incidente y lo entregarán a la autoridad correspondiente. Eso se llama conciencia ciudadana, no es una conducta de un buchón, o de un entregador. Eso, en cambio, no siginifica ser cobarde y enfrentar la situación, dándole una solución que lamentablemente la fuerza de la policía no puede dar. Cuando no haya más para perder no habrá más para lamentar, ¿eso es lo deseado?
Jorge Marcote
DNI 13.093.744
Reclamos sobre la recolección
Es lamentable tener que vivir reclamando permanentemente por el tema de la falta de recolección de residuos y la no colocación de nuevos contenedores. Ello también ocurre en la calle Wilde entre Eva Perón y Mendoza. Es alarmante y precupante la desidia de la Municipalidad de Rosario sobre temas de higiene urbana, donde me he cansado de efectuar reclamos, por la falta de recolectores y sobre todo la no recolección diaria de los residuos. Además, se agrava porque ante el hecho de que faltan los lugares donde depositar los residuos, la gente los deja en el cordón de la vereda, con la consiguiente consecuencia del desparramo de los mismos. Por favor, le pido al municipio, ya que declama y gasta tanto dinero en propaganda, por qué no invierten en donde realmente hace falta.
José Alberto del Cerro
Las promesas siguen sin cumplir
Señora intendente de Rosario: a los vecinos del barrio Belgrano Oeste nos parece perfecto que comience a cumplirse las promesas de pavimentación a distintas zonas de nuestra ciudad, ya que desde la repavimentación de avenida Belgrano (Rally Dakar
de por medio) y la repavimentación de calles céntricas (Montevideo y Rioja ), pero le recordamos que las calles Cochabamba y Pasco, desde Provincias Unidas a las vías del tren, ya tienen la aprobación su Secretaría de Obras Públicas. Desde el año 2.006 Para La pavimentación de las calles mencionadas, cabe agregar que Cochabamba debería verse pavimentada al momento de construirse la autopista a Córdoba ya que los fondos en esos momentos estaban dentro del presupuesto, creyendo que esos fondos no alcanzaron para la pavimentación luego de esperar 9 años Diriamos que ya es tiempo de cumplir con las varias veces repetidas promesas. Eso sin mencionar la cantidad de vecinos que ven inundadas sus casas. Parafraseando a un cantante: “Va con todo respeto señora intendente.
Hugo Gargarella
DNI 6.071.824
Una piedra en sus zapatos
Parece mentira que a los viejos se nos subestime intelectualmente como si no nos diéramos cuenta de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Días atrás observé y escuché por televisión a la presidenta de la Nación. Estaba rozagante, muy bien vestida y muy bien maquillada. Sus palabras aludieron a una realidad de mi Argentina que evidentemente no se condice con la realidad. Dijo sin ruborizarse que la situación de los jubilados mejoró muchísimo desde que el kirchnerismo está en el poder. Me permito discrepar con la presidenta. La jubilación mínima, que afecta al 70% de los jubilados, es de 3.800 pesos mensuales. Yo le preguntaría a la presidenta si ella podría vivir con esa cantidad de dinero. Los jubilados continúan con vida gracias al respaldo económico de sus familias porque de lo contrario morirían de inanición. La presidenta es una mujer inteligente, qué duda cabe. ¿Por qué, entonces, subestima el coeficiente intelectual de los jubilados de esa manera? Es cierto que con Menem estábamos peor, pero también lo es que a raíz de la inflación cada aumento que se otorga a los jubilados por ley en marzo y en septiembre, es implacablemente devorado por el alza incontenible de los precios. La jubilación mínima es un insulto para los jubilados, una falta de respeto a toda una trayectoria edificada en base al esfuerzo y al trabajo. Lamentablemente, desde hace mucho tiempo los viejos somos un estorbo para los gobernantes, una piedra en sus zapatos, objetos descartables que provocan un gasto innecesario a las arcas estatales.
Leda Rinaldi
Tala en el parque Independencia
En estas últimas semanas cada vez que paso por el parque de la Independencia, detrás del club Gimnasia y Esgrima de Rosario, siento un dolor tremendo al ver los troncos cortados de eucaliptos en perfecto estado de salud que están siendo talados indiscriminadamente. Ante el sospechoso silencio de las organizaciones ecologistas, es que escribo esta carta para que no quede impune y silenciado tamaño desastre ecológico. Ejemplares gigantescos de más de 110 años son derribados, quedando los nidos de las aves dispersos por el suelo. La respuesta a tamaña destrucción me la dio un jubilado. Me dijo que un empleado le dijo: “Los cortamos porque molestan”. O sea, los pulmones de la ciudad molestan, al igual que los cientos de árboles que serán talados en el ex Batallón 121. Al parecer las autoridades de la ciudad planean convertir toda la zona detrás del Rosedal en un gran estacionamiento para autos al aire libre, al igual que el 121, que se convertirá en un pingüe negocio de cemento y acero para una veintena de empresas en uno de los pulmones de la ciudad. En el año 1901 se llevó a cabo la Primera Fiesta del Árbol, en la que los alumnos de las escuelas fiscales de la ciudad plantaron 6.000 especies en el parque de la Independencia. ¡Qué lejos estamos de los ideales de Luis Lamas, el fundador de este espacio verde de 126 hectáreas!
Alberto Seoane
DNI 16.745.029