Darle un nuevo significado, o una mirada diferente a un problema, puede resultar un camino para su solución. En términos agronómicos, el avance de la agricultura a gran escala y la adopción de nuevas prácticas de manejo de conservación como la siembra directa, se enfrentaron en los últimos años al avance de las malezas, a las que buscaron atacar con más de lo mismo: una sobredosificación de insumos _en este caso herbicidas_ que no lograron vencer la batalla e incluso las intensificaron con la aparición de varias resistencias.
La Argentina es el país con mayor número de malezas resistentes al glifosato de América del Sur, con 9 especies, seguida por Brasil con 8 y Colombia con 3. Ese status obligó a repensar a la agricultura en forma integral y a mirar el problema desde otra perspectiva. "Hay una reconceptualización de las malezas", dijo Richard Smith, de la Universidad de New Hampshire en el 25º Congreso de Aapresid.
Y ¿por qué este planteo? El especialista indicó que existe una "gran paradoja" frente al fenómeno de las malezas y su avance desmedido en los últimos tiempos. "Los principios de la agricultura de conservación (AC) son los principios básidos del Manejo Integrado de Malezas (MIM), sin embargo, la presión de ésta en los sistemas de AC tiende a ser mayor respecto de los sistemas convencionales en los que no se respetan los principios conservacionistas", dijo.
Y ensayó una explicación. "Los sistamas de AC tienden a depender significativamente de los herbicidas, esto hace que haya malezas más resistentes y mayores costos económicos y ambientales", dijo.
Por eso, para Smith es necesario abordar esa paradoja a partir de reconceptualizar a las malezas y entender "el rol ecológico que cumplen en los agroecosistemas", así como de qué manera las prácticas agrícolas impactan en los controladores de abundancia y crecimiento de las malezas".
Esta reconceptualización a la que hace referencia es parte de los principios biológicos básicos. "Las malezas constituyen la primera fase del proceso ecológico de sucesión, que es el que se produce luego de la remoción que genera un suelo desnudo, colonizado luego por comunidades de malezas anuales o perennes".
"La remoción genera un suelo desnudo, donde las plantas ya no crecen activamente en una determinada área y esto esto puede deberse a la labranza, o cultivo o a la aplicación de herbicidas y en todos los casos la competencia de la vegetación existente se ha reducido o eliminado", explicó Smith.
Frente a eso, "las malezas se establecen y crecen rápidamente", agregó.
Como un círculo vicioso las prácticas que suelen llevar adelante los productores con el afán de combatir las especies foráneas terminan afianzándolas o generando resistencias. "Usualmente realizamos remoción del suelo (labranza o herbicidas) para prepararlo para la siembra y para lograr malezas cero, esta remoción inicia la etapa de sucesión generando un suelo desnudo, y las malezas, como representan la etapa inicial de la sucesión, reaparecen".
Pero aquí es donde Smith plantea una mirada innovadora y con elementos simples y a la mano del productor. "Las malezas requieren recursos para vivir, como luz, agua, nutrientes y espacio", dijo y señaló que éstos abundan normalmente en los sistemas de labranza convencional y en los de conservación. Por eso, dijo que hay que prestar atención a la disponibilidad de los recursos para conocer la curva de velocidad de aparición de malezas, y al mismo tiempo, para frenarlas.
"Cuanto menor es la disponibilidad de recursos menor malezas habrá", dijo y señaló que "la presión de ellas debería ser mínima en las áreas donde se ha minimizado tanto la remoción como los recursos".
Para reafirmar de que no se trata de invertir tanto en insumos y saturar al sistema con ellos, Smith relató dos casos en los cuales con muy pocos cambios se obtuvieron sorprendentes resultados.
El primero en Brasil, donde se modificaron los discos de las sembradoras. "Así, con una menor velocidad de siembra y la reja modificada, redujeron la remoción y por tanto, la emergencia de malezas", dijo y señaló que como resultado, se redujo un 56% la densidad de las malezas y el rendimiento de la soja aumentó en un 42%.
Otro caso fue el de Australia, donde con sólo modificar la orientación de las hileras de siembra le redujeron la oferta del recurso luz a las malezas y obtuvieron sorprendentes resultados. "En comparación con la orientacion N-S, la interceptación de luz en la orientación E-O fue 28% y 18% superior en trigo y cebada respectivamente", explicó el especialista norteamericano. "Eso generó un 51% y 37% menos de biomasa de malezas en estos dos cultivos y aumento de rendimentos de granos de 24 y 26%", agregó.
"No existe una sola solución, pero los problemas de malezas en agricultura de conservación no se resolverán con productos químicos unicamente", alertó Smith.
Por lo tanto, "debemos ser cuidadosos de no cambiar un desafío de manejo que genere la necesidad de otro", sentenció.