Cuando tenía 6 años, él, sus padres correntinos y sus 12 hermanos se mudaron a barrio Las Flores, desde Bajo Saladillo. Se estaba construyendo la Circunvalación y la familia tenía dos alternativas: un terreno en Villa Gobernador Gálvez o una casita en Las Flores. "Nos vinimos acá y nos encontramos con un lugar mínimo de paredes de chapas de cartón y piso de tierra en una de las calles del 'fondo', al sur del barrio: acá éramos 'los negros del fondo', imaginate para el resto de la ciudad'".
Así empezó la vida de Darío Gauna, maestro de séptimo grado de la Escuela Particular N° 1193 "Nuestra Señora de Itatí", con más de 800 alumnos y alumnas, entre primarios y secundarios, y cien docentes. Es uno de los 30 establecimientos vulnerables de la ciudad que dependen del Arzobispado. El edificio de dos pisos fue robado más de 20 veces. Tiene una campana que ya no suena y un patio central soleado que se convierte en cancha de fútbol, con uno de los laterales invadido por rosas chinas y santa ritas furiosamente coloradas. Una imagen bonita en uno de los barrios más conflictivos y estigmatizados de Rosario.
Pero allí, lo bello dura poco. La semana pasada esta escuela y dos más, a pocas cuadras entre sí, fueron escenarios de furia. En una se robaron los tanques de agua, en otra hubo una pueblada provocada por vecinos que pedían explicaciones por el supuesto abuso de un docente a una menor, y en la vereda de Nuestra Señora de Itatí hubo una balacera.
La que habían robado, la N° 1257 "ARA General Belgrano", no tendrá clases hasta el jueves y en el Jardín N° 80 "Río Paraná", donde se vivió la pueblada con balas de gomas, se prevé que recién se retomarán las clases la semana que viene, ya que los docentes, niños y algunos padres quedaron muy asustados.
¿Quién querría reemplazar allí tras lo que pasó y sin conocer a la comunidad? , es una de las preguntas que quedó flotando como un castigo.
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Gauna, de 49 años, un hombre criado en Las Flores y que sigue viviendo y trabajando en el barrio.
"A pesar de todo, sigo eligiendo trabajar y vivir en Las Flores. Acá faltan oportunidades y una escuela de oficios para que los jóvenes puedan trabajar al terminar el colegio", asegura desde el salón de clases el maestro de matemática y delegado gremial por el gremio de los docentes particulares (Sadop), en diálogo con La Capital.
Todos con un familiar o vecino baleado
Son las 10 del martes tras el fin de semana largo. Pasaron apenas 9 días del tiroteo que se desató a la salida del turno tarde de esta escuela cuando un hombre pasó a caballo y a los tiros por la vereda. El episodio obligó a los docentes que esperaban el único colectivo que pasa por allí, el 140, a guarescerse dentro de la escuela. Gritos, miedo, corridas, confusión: una escena tan repentina como naturalizada en el barrio, donde según dice el docente, "todos" tienen un familiar o vecino baleado.
"Uno de mis hermanos salía de misa, vio a una vecina atacando a su suegro y se ligó una bala", cuenta sin dramatismo alguno el hombre de 49 años que trabaja de maestro hace tiempo, está casado, tiene tres hijos y la mayoría de sus familiares son residentes en el barrio donde cada calle tiene nombre de flor.
El aula donde recibe el maestro, aprovechando una hora libre, es modesta y cálida. Techos de telgopor, cortinas color naranja, paredes tapadas con los típicos carteles escolares escritos a mano por docentes, alumnos y alumnas. Tiene un ventilador, una pantalla a gas, mesitas verdes individuales y pisos algo descascarados.
En la entrada, la imagen de la Virgen de Itatí, la que llegó en el siglo XVI con los franciscanos a orillas del Paraná y es patrona de la provincia de Corrientes. La misma -coronada, de atuendo celeste y blanco y con las manos en rezo- que le da nombre no solo a esta escuela, la primera del barrio, sino también a la parroquia y la plaza. Tres lugares junto al centro de salud y el resto de las escuelas que intentan contener los conflictos como un escudo y a los que tal vez los funcionarios deberían convocar en asamblea para ver qué hacer con tantas armas desperdigadas y tanta locura suelta.
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La Virgen de Itatí en la entrada del aula.
Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Una vecina, madre y abuela, alertada por la presencia de La Capital se acerca y tira una idea: "¿Por qué no les dicen a los políticos que le propongan a la gente que entregue las armas a cambio de un terreno o de un trabajo? No puede ser que toda la salida sea vender drogas".
Clase de matemática y violencia
En el pizarrón hay ejercicios de multiplicación y división con decimales que escribió en la primera hora el maestro, cuando también habló con los chicos de por qué se habían suspendido las clases la semana pasada.
"Cuando yo era un nene, el barrio también era violento, había armas, barras y pica entre los vecinos de acá y los de República de la VI o Villa Gobernador Gálvez, pero no habían droga como ahora, eso cambió todo", dice. Y "todo" es, aunque él no lo diga, Los Monos, la banda narco rosarina más famosa y que se ganó el respeto en el lugar; jóvenes y niños trabajando como soldaditos, niñas madres, asesinatos, robos, taxis y ambulancias que se niegan a entrar al barrio.
"Pero también hay mucha gente que estudia y trabaja, este barrio es un pueblo y nos conocemos todos", asegura antes de contar. " Tuve un alumno que llegó a ser abogado, varios son docentes o enfermeros. Yo quise ser contador y no pude porque tenía que trabajar de jovencito: era carnicero, pero me recibí de docente en el Normal 3 y siempre trabajé en el barrio".
Gauna, que heredó la religiosidad de su madre y la capacidad de trabajo de un padre albañil dice que tiene una fórmula que le funciona con los alumnos para contrarrestar "algo" de tanta violencia.
"Les digo a mis alumnos que se puede mejorar y ser buena gente, con esfuerzo, trabajo, honestidad y con fe".
Desde las ventanas del salón, ubicado en un primer piso del establecimiento, se ve la plaza que lleva el mismo nombre de la escuela y donde se plasma mucho de la vida del barrio. A esa hora de la mañana hay mujeres de una cooperativa limpiando el lugar, un camión con trabajadores haciendo reparaciones y dos asadores de torta asada que se activan por la tarde. Además, un mural dedicado a "Chicha. El Rey de la alegría".
Un jovencito se acerca a charlar y termina explicando escuetamente que Chicha era un muchacho que "jugaba muy bien al fútbol", vivía "en la otra cuadra" y "lo mataron a balazos".
Refiere a Cristian David Pérez, ex jugador de las inferiores de Boca que llegó a probar suerte en Europa. Hace dos años, pasada una medianoche de julio, lo asesinaron de un balazo cuando miraba televisión junto a su abuelo en su casa de Rosa Silvestre al 2000, en el corazón del barrio. Eso es "todo". Todo lo que hay que cambiar en barrio Las Flores.