Ese arco, con matices expresivos sugerentes, incluye a Chico Buarque, Elvis Costello, Antonio Carmona, Mon Laferte, Marisa Monte, Estrella Morente, Andrés Calamaro, David Lebón, Leiva, Nicki Nicole, Wos, Ca7riel, Conociendo Rusia, Lali y la soprano María Castillo de Lima. A quienes se suman guitarras de Michael Landau, baterías de Steve Ferrone, percusiones de Luis Conte y la participación de las orquestas Czech National Symphony Orchestra de Praga, The Fabulous Borner’s and Rosarians’ Scoundrels y la Believe and That’s It Orchestra.
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La escucha del nuevo disco se hizo en Artlab, de Buenos Aires, horas antes del lanzamiento oficial, en una convocatoria para la prensa nacional y extranjera.
En ese lugar de libertad y de “laboratorio” -como él mismo se encargó de explicar en la primera escucha para periodistas ofrecida horas antes del lanzamiento oficial en el espacio cultural porteño Artlab, a la que el diario La Capital fue especialmente invitado- es desde donde Fito se arrojó a desacralizar aquellas gemas instaladas en el inconsciente colectivo para mostrarlas con otros atuendos, a veces con ropa más liviana, en otras ocasiones más de gala, pero siempre apostando a la belleza estética y a la novedad sonora. E incluso a la sorpresa, a la bienvenida sorpresa, más aún en tiempos donde no abundan las composiciones que muevan inmediatamente el amperímetro de la sensibilidad y el buen gusto.
Es placentero hacer el ejercicio de escuchar el disco sin comparar las participaciones del disco original. “Es imposible empatar aquel disco, vamos en pos de otra cosa. La cosa es por qué empatar, ni ganar, ni perder, en las humanidades no existe eso”, dijo Páez. “La otra vez leí una frase extraordinaria de Arthur Rubinstein (N de la R: consagrado músico polaco considerado como uno de los grandes pianistas del siglo XX) ligado a esto, que dice «no hay nada superior en el arte, nada que tenga que ver con lo superior está ligado al arte». Y es precisamente porque perdería en la expresión artística su carácter humanístico. Acá es donde aparece un poco en broma y un poco en serio la idea de lo sacrílego. Es que no hay nada sacro, lo de no poder hacer eso, es como si no pudieras hacer humor, como si no pudieras regrabar tal cosa porque eso significa algo muy importante para mucha gente. Bueno, entonces, se puede, ¿quién dice que no se puede? ¿En qué tabla sagrada está escrito que no se puede tocar eso, si en definitiva es un juego la música”, se explayó.
Y es aquí donde prima la idea de ponerse los auriculares y disfrutar la visita a aquellas canciones, a treinta años de su “achura” (palabra que repitió Páez varias veces después de la escucha) original. En esta otra etapa los temas tienen una intensidad más cadenciosa, más relajadas y aunque dialogan con otros ritmos, nunca pierden la melodía y la armonía originales, precepto básico que Páez mantuvo en alto al bocetar este trabajo.
“El amor después del amor”, que abre el disco a manera de obertura sinfónica, tiene un guiño a esos soundtracks de películas futuristas, que linkea con la apertura de “La conquista del espacio” y también con Spiritualized, aquella banda británica de los 90. “Sofía Gala no sabía que yo estaba perdido como turco en la neblina, no sabía qué hacer con «El amor después del amor», tenía casi todo el disco definido y me faltaba justo ese tema, no es moco de pavo, eso podía tirar abajo todo el proyecto. Y Sofi, con esa intuición de maga que tiene, me pone el disco de estos flacos, Spiritualized, entonces me doy cuenta que necesito ese mar de cuerdas indefinido, medio como si fuera música contemporánea y a la vez la suma de capas de sonidos”, detalló Páez.
En el disco puede sorprender no sentir el pulso pop en ese clásico, como también escuchar que la chacarera que era “Detrás del muro de los lamentos” se convirtió en una canción flamenca, con aire de tablao, con Antonio Carmona y Estrella Morente. De repente la impronta de chacarera sí aparece en la primera parte de “La balada de Donna Helena” y luego muta en un trap furioso con Wos y Ca7riel.
En la misma sintonía creativa, la épica de “Tumbas de la gloria” asoma sobre el final con la voz de la soprano María Castillo de Lima y sin embargo pierde brillo con el ritmo marchoso que se eligió en el estribillo. Por su parte, Chico Buarque emociona en “Pétalo de sal”; Elvis Costello sorprende en “Tráfico por Katmandú”; y “Creo”, sin invitados, casi que supera la versión original en un balada “jazzera bluseada” como describió el guitarrista Bonzo Morelli, quien no dudó en compararla con el swing que tiene “I Got The Blues”, del disco “Sticky Fingers”, de Rolling Stones.
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"EADDA9223” tiene invitados de la talla de Chico Buarque, Elvis Costello, Mon Laferte, Nicki Nicole, Wos y Nathy Peluso.
Afirma Páez: “Hicimos algo para lo que hay que tener mucha audacia, y por supuesto acá no está el coraje. El coraje está en otra cosa en todo caso, acá puede haber una audacia, una libertad, para poder generar en vos un efecto diferente”.
“El efecto que yo quería escuchar era que vos quisieras escuchar eso y yo no dártelo (risas), pero darte otras cosas, muy hermosas también, para las cuales hay que prepararse o estar dispuesto a poder dejar de alguna manera el sentido ontológico de eso que para vos significa «El amor después del amor», remarcó.
Fito había declarado recientemente que, aunque “existen artistas increíbles en estas nuevas generaciones” cada vez se tiende más “a una pasteurización de los ritmos y las armonías, y las melodías están casi desaparecidas del lenguaje musical”. A partir de esa reflexión, este diario le preguntó si este nuevo lanzamiento, en donde abundan orquestaciones cuidadas y suenan géneros como rock, pop, flamenco, folclore, jazz y trap, entre otros, no es el disco más ideológico de su carrera.
Y Fito respondió con una detallada explicación: “No me gusta la palabra ideológico, pero sí me gusta la palabra libertad y me gusta la palabra política. Porque sí es una política decidir lo que uno siente. Estando en el asunto de la música, aquel asunto milenario, aquel asunto desconocido, misterioso también, a mí me da mucha bronca cuando dicen «la música es matemática». Bueno, caballeros, quiero decirles que no, la música es otra cosa. Y es un asunto muy importante para los seres humanos, como la sexualidad o la guerra o lo que coño sea, hay un montón de temas importantes: la música es uno de ellos”.
Y continuó: “Entonces, creo que sin meterte con el otro, ya me tengo que ocupar un montón para poner esto en escena y que pueda ser leído de esa manera me encanta, pero no es la idea original. Siempre está la pulsión de uno primero, y en esa pulsión está el conocimiento, el ensayo, el laboratorio, la búsqueda, el tiempo que utilizás para lograr conectar con algún sentimiento tuyo, que en algún momento pueda conectar con algún sentimiento de otro, que a la vez es una acepción muy incierta, porque las épocas van cambiando, los tiempos se van moviendo”.
“Entonces todo eso que vos vas elaborando como una especie de relación posiblemente rutinaria, en un momento te desapareció. En un momento ves que la gente que escuchaba música en el walkman ahora va por la calle mirando un teléfono y hay más accidentes de tránsito, que se llevan cargada gente que está mirando el teléfono, y hay problemas como déficit de atención, y hay compañías multinacionales que te pasan sus tesis de avances corporativos en algoritmos. Todo eso no existía en los años 70, en los años 80, entonces hay que tomar estas decisiones y cada uno sacará sus propias conclusiones. Eso sí, como decía mi amiga Lucrecia Martel, muy seriamente y con total claridad, todo lo que hacemos es político, y yo adhiero a esa idea”, concluyó.
Como síntesis, y en medio de las felicitaciones de colegas de medios porteños y del exterior, Fito lanzó: “Nosotros lo que buscamos es emocionarnos, no emocionarse del llanto, no, buscamos el rocanrol, man. Yo me acuerdo cuando lo vi a Charly con la flor acá en el 76 en Rosario (N de la R: se refiere al show de García y La Máquina de Hacer Pájaros, en el Auditorio Fundación Astengo, el 7/8/76), uf, ¡qué miedo! Eso es una sensación. Crear son sensaciones. Y acá no hay otro sentido ni otro objetivo, esto es para la emoción”.