La vida de un antiguo referente del teatro napolitano es el eje de “El rey de la comedia”, la última película protagonizada por el actor italiano Toni Servillo. Servillo regresa a principios de siglo XX con una historia que tiene nuevamente al teatro como telón de fondo.
El intérprete, que estrenó hace pocos meses la magnífica “Extrañeza” donde encarnó a Luigi Pirandello, se traslada en la geografía del sur de Italia, y va de Sicilia a Nápoles para contar la historia de Eduardo Scarpetta, padre también de una celebridad como lo fue su hijo Eduardo de Filippo, autor de “Filumena Marturano”.
De hecho, los Scarpetta son una dinastía de artistas que continúa hasta hoy. Como parte de esa estirpe, uno de los miembros de elenco, Eduardo Scarpetta, es descendiente del Eduardo Scarpetta retratado en el film e interpreta a Vincenzo Scarpetta, su propio bisabuelo de joven. De hecho todos los personajes están inspirados en la realidad, en una trama que involucró a grandes figuras de la época, como los escritores Gabriele D’Annunzio y Benedetto Croce o la actriz Irma Gramatica.
El rey de la comedia - Tráiler subtitulado
La película es un homenaje afectuoso a uno de los momentos de esplendor del teatro y las letras italianas. Para hacerlo, el director Mario Martone, también autor del guión, se interna sigilosamente con su cámara en la trastienda de la puesta en escena de uno de los clásicos de Scarpetta, que en aquel momento se había hecho inmensamente popular con Sciosciammocca, un personaje al estilo Arlequín o Polichinela de la Comedia del Arte.
Scarpetta sabía que su trabajo era una mina de oro e intentaba obligar a algunos de sus muchos hijos a que continuaran con su creación, un personaje que le había permitido un rápido ascenso social, comprar una mansión con vista al mar sobre una colina en la que había hecho estampar las palabras “Qui Rido Io” -el título original de la película- y sobre todo mantener holgadamente a sus tres familias: la legalmente reconocida, y dos informales con otras dos mujeres, la hermana y la sobrina de su esposa, con las que tuvo varios hijos a los que no reconoció, pero sí les brindó una dedicada educación y de lo cual todo el clan familiar tenía conocimiento sin que generara demasiados conflictos.
Paralelamente a esas bizarras y turbias relaciones intrafamiliares, entre las que se cuentan haber adoptado al hijo que una de sus mujeres había tenido con el rey Vittorio Emmanuele III, el director relata en esta película uno de los episodios públicos en el que se vio envuelto Scarpetta y que sorprendió a los medios y a los italianos de la época.
Sucedió después de que Scarpetta y su compañía viajaran a Roma y vieran una obra de D’Annunzio, tras lo cual el actor pidió autorización al autor para realizar una parodia en base a su tragedia, lo que fue aceptado, hasta que finalmente fue acusado de plagio.
El film es un tributo no sólo al teatro, sino también a una época, a un estilo de vida, a las tradiciones y también a una cultura que impregnó al mundo con su genio, y lo hace a través de una historia arraigada en el microcosmos napolitano, casi un tableau vivant de un mundo destinado a desaparecer, que adquiere relevancia por su pátina de nostalgia y el preciosismo de su puesta en escena en sintonía con la tradición del gran cine italiano.