Leer es una pasión hecha costumbre. Suelo tener seis o siete libros apilados en mi mesa de luz, que voy releyendo de manera alternada. No tengo ningún apuro. Entre esos libros hay varios de educación, algunos de literatura y otros de política.
Por Nanci Alario (*)
Leer es una pasión hecha costumbre. Suelo tener seis o siete libros apilados en mi mesa de luz, que voy releyendo de manera alternada. No tengo ningún apuro. Entre esos libros hay varios de educación, algunos de literatura y otros de política.
El verano es para descansar... en la medida de lo posible. Quienes nos dedicamos a trabajar en educación contamos con nuestras ansiadas vacaciones. Es un tiempo para decantar el año escolar, los procesos vividos y los pensamientos que de él devienen. Hay una necesidad de ordenar, con el permiso que da el descanso a nuestra mente, aquellas ideas que emergen de manera espontánea. Aunque hagamos el ejercicio de correrlas, algunas retornan con insistencia.
La distancia física y temporal del trabajo permiten analizar esas ideas que tal vez fueron parte de una composición de sucesos vividos en nuestros trabajos. El pensamiento fluye con una cadencia particular, propia de cada sujeto en la singularidad de su historia.
Siempre disfruto de las posibilidades de leer que nos da el verano. Momentos de deleite, extensión mental y relax: cerrar los ojos y ver pasar ese flujo de ideas. Hacer el ejercicio de ordenarlas, guardar algunas en el fichero y otras que necesitarán ser desmenuzadas.
Quienes hemos elegido la docencia desde que empezamos a estudiar leemos pedagogía. Un libro de mi colección de relecturas es La invención del aula, de Inés Dussel y Marcelo Caruso, quienes nos dicen que “la pedagogía es antes que nada una práctica que reflexiona sobre las formas de transmisión de la cultura, y es la práctica misma de transmitirla”.
Toda la formación está vinculada a los sujetos, las instituciones, las didácticas, las políticas educativas; en clave de comunicación y transmisión. Razón por la cuál me corro del concepto de “práctica” al de “praxis pedagógica”, que implica “transmitir las culturas y sus conocimientos” para producir transformaciones sociales. La pedagogía indaga y reflexiona sobre esto abriendo un gran campo de posibilidades para la construcción de conocimientos sobre la acción de educar y enseñar.
Es inevitable que en algún momento libre estemos descansando y de repente nos orientemos a acomodar papeles, carpetas, libros y nos encontremos con referencias de textos que alguna vez leímos y por algo guardamos. Conectamos y recordamos. Ese recordar hace entrar en juego la semántica conceptual. Moviliza.
Recordar es una acción cognitiva de gran alcance porque amplía lo que teníamos registrado sobre algún tema o experiencia en particular, llevándonos a establecer nuevas relaciones mediante el pensamiento. Además, quienes llegan a reflexionar sobre sus propios procesos de reflexión y cognición posibilitándolos también en sus estudiantes, se acercan a la metacognición, parafraseando a Liliana Sanjurjo. Los procesos son siempre dialécticos.
La relectura es una práctica de estudio. En el ámbito del trabajo con las culturas siempre necesitamos volver a los autores y teorías clásicas, ya sea para delimitar una trama conceptual o comprender a otros. Sospecho que desde las primeras líneas de este texto, si el lector es docente estará pensando e imaginando el potencial de aprendizaje que el trabajo organizado y sistemático con la relectura puede generar en nosotros mismos y en nuestras acciones de enseñanza.
Proceso de relectura
Releer es ampliar aprendizajes y si esta práctica es incorporada como parte de la construcción metodológica de la enseñanza, tal como lo plantea Gloria Edelstein, los resultados sorprenderán.
Proyectemos e imaginemos una práctica habitual de lectura que podrá ser propia o con nuestros estudiantes: ¿cómo elegimos o presentamos el material a leer? ¿Consideramos el vínculo con la temática que presenta el texto?
Invito a repasar momentos del proceso, por ejemplo: iniciamos con la prelectura haciendo una indagación y contextualización de la obra y autor/es. Seguimos con la instancia de la lectura, donde a medida del avance se habiliten las preguntas, marcas gráficas y una reflexión interpretativa que establezca niveles de comprensión sobre el sentido del texto. Luego proponemos la relectura. Aquí ya el interés es incisivo, se formulan nuevas preguntas sobre lo que no se comprende, se toman notas, se escriben hipótesis, se establece la retención de información y la conceptualización de la misma. Esto último origina un bucle del proceso comprensivo y establece un nivel de logros. Es como se construye la famosa y tan deseada “compresión lectora” que tanto nos preocupa a docentes y estudiantes: “No entiendo profe”.
Un avance más: con el momento de poslectura se habilita la reflexión dialógica sobre la apropiación y constitución de “un saber sobre” para ir hacia nuevas relaciones conceptuales y nuevo flujo de información. Es lo que Mariana Maggio denomina amplificación de la enseñanza, con el ingreso al contexto de otras producciones que incluirán tecnologías. Otro bucle más del proceso en avance complejo o complejización del pensamiento en los términos de Edgar Morin.
La comprensión lectora se aprende y se enseña sobre la base de discursos literarios, científicos y culturales formalizados mediante la lengua escrita.
Es una capacidad sociocognitiva, una construcción que se logra intencionalmente, no se adquiere sin enseñanza, no se alcanza con la lectura espontánea (si bien ésta ayuda).
Es objeto de investigación en los operativos de evaluación nacionales e internacionales. Tendría que ser ante todo una decisión sostenida por todos los gobiernos, además un eje de análisis y evaluación formativa en las instituciones educativas. No es lo mismo el supuesto “avance continúo” que el “avance en complejos” que implica aprendizajes reales. Es un tema a profundizar.
Volviendo sobre la profesión de enseñar, la relectura en clave pedagógica para nosotros docentes tiene un gran potencial, nos permite hilar más fino sobre lo ya conocido y agenciado. Mediante la relectura practicamos y ejercitamos la memoria semántica y cognitiva. Recuperamos datos, conceptos y los amplificamos. Aprendemos más sobre el mismo tema porque es ir a la relectura con otra posición. No soy la misma docente que leyó La formación práctica de los docentes en 2005 que quién vuelve a releerlo hoy a la luz de la escritura de este artículo.
El diálogo que establecemos mediante la relectura nos lleva de la mano hacia la reflexión acción, salir de la categoría “conocimientos prácticos” para avanzar hacia el “conocimiento práxico” en perspectiva compleja. He aquí el interés que tanto educadores como pedagogos han manifestado a lo largo de la historia de la pedagogía.
Las relecturas que podamos hacer serán potenciadoras en nuestro hacer pedagógico y tal vez nos ayuden a ordenar o desmenuzar esas ideas que retornan con insistencia.
(*) Profesora y licenciada en ciencias de la educación, especialista en la enseñanza de la lengua y matemáticas para la educación primaria y profesora de formación docente en los Institutos N° 22 y 34.