Eso no significa necesariamente que esté ganando la batalla cultural. Mucho menos, que esté construyendo lo que su odiado Antonio Gramsci llamaba una hegemonía: la dirección política, intelectual y moral de una sociedad, que mezcla dosis variables de uso de la fuerza y consenso.
Estudios de opinión antes y después de las elecciones muestran que varios de sus mandamientos económicos —como las privatizaciones y la eliminación de los subsidios energéticos— no reúnen apoyos mayoritarios. Y que episodios como el ataque sostenido y coordinado contra Lali Espósito generan ruidos y resquemores hasta en la base ampliada del mileismo.
La fascinación del presidente por las imágenes creadas con inteligencia artificial, el uso y abuso del Photoshop y el coro de influencers libertarios que propagan el mensaje de Milei tienen un efecto movilizante y a la vez narcotizante sobre el inquilino de la Casa Rosada.
El sesgo de los algoritmos, que tienden a mostrar al usuario más del contenido que ecualiza con sus preferencias, hace el resto. Una especie de celular de Yrigoyen.
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El estilo de conducción personalista de un presidente que se compara con Moisés, la desconfianza generalizada hacia su staff salvo un pequeño grupo de leales, y un entorno donde nadie se atreve a decirle que no, acentúan el aislamiento del jefe de Estado.
Desde que asumió a espaldas del Congreso, Milei sólo participó de un puñado de actividades públicas. Casi todas, atravesadas por sus obsesiones ideológicas: la celebración de Janucá, el foro de Davos, la visita al Muro de los Lamentos y la búsqueda del perdón del Papa Francisco.
Más allá de este estilo de liderazgo que combina hermetismo con hiperactividad virtual, lo más curioso es que tras apalancarse en los medios de comunicación y las redes, donde mandan el minuto a minuto y lo efímero, una vez en el poder Milei pretende congelar la mayoría del 56% que lo acompañó en el balotaje.
Como si no tuviera que complementar su innegable legitimidad de origen con legitimidad de ejercicio, que se basa en dos R: respetar las normas legales y resolver las demandas sociales.
El fracaso de la ley ómnibus, que Milei pretendió camuflar como una jugada de pizarrón para develar quiénes estaban de un lado y del otro, le mostró que sólo puede contar con el apoyo incondicional del PRO.
Tanto en el radicalismo como en la UTE de Hacemos Coalición Federal mostraron voluntad cooperativa con Milei —ya sea para no generar tensión con su electorado, porque coinciden en el trazo grueso del programa del minarquista, o ambas— pero empiezan a perder la paciencia con un presidente que los desprecia públicamente cada vez que puede y cuyas políticas ya empiezan a pegar de lleno en el sector social que pretenden representar.
A contramano de los arrebatos de Patricia Bullrich, Milei y Macri pretenden cocinar a fuego lento la convergencia entre La Libertad Avanza y el PRO.
Con hipótesis opuestas sobre el futuro del experimento libertario, a ambos les sirve dejar correr el tiempo para tratar de quedarse con una porción mayor del paquete accionario de una nueva coalición. Si Milei tiene éxito, podrá hacer lo que el PRO hizo con la UCR en el primer Cambiemos: armar una alianza parlamentaria y ceder sillas periféricas del gabinete. Si Milei fracasa, Macri podría encabezar el copamiento del gobierno y reclamar palancas clave de la administración.
Es un juego riesgoso, y donde el equipo amarillo lleva las de perder. Si Milei consigue resultados se llevará los beneficios e incluso podría absorber al PRO. Si se hunde, difícilmente el partido que tiene su casa central en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pueda sobrevivir al naufragio.
En cualquier escenario, la pregunta es cuánto poder está dispuesto a ceder un líder con tintes mesiánicos y que siente que está cumpliendo una misión. Pese a ser un recién llegado a la política, Milei demostró que aprende rápido y no quiere quedar preso de ningún sector.
Por eso, alterna guiños hacia un neomenemismo con sectores del peronismo no kirchnerista con señales hacia un Juntos por el Cambio purgado de palomas y 100% halcón.
Lanzado en una desesperada fuga hacia adelante, Milei intenta que la recesión haga su magia y baje la inflación, y apuesta a que los ahorros que escupe la ahogada clase media y las divisas de la cosecha lo dejen a las puertas de concretar su gran sueño: la dolarización.
El PJ, con software viejo
De acuerdo por primera vez en mucho tiempo con Martín Guzmán, Cristina Fernández de Kirchner salió a advertir que la dolarización está cerca. La dos veces presidenta se muestra cómoda confrontando con un gobierno que está en las antípodas ideológicas pero sólo puede incomodarla el hecho de que el antiestatismo furibundo levantado por el “economista showman” haya permeado en la base histórica del peronismo.
En sus conclusiones, CFK pareció habilitar a regañadientes ciertos debates, como la actualización de la legislación laboral al nuevo mundo del trabajo y discutir la eficiencia del Estado, que fueron sistemáticamente bloqueados por su sector durante la frustrante experiencia del Frente de Todos.
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Salvo un cada vez más reducido grupo que se aferra a la idea de una Cristina candidata, en el resto del peronismo señalan como una tarea urgente renovar caras e ideas. “El peronismo se fue muy mal del gobierno, esto no es 2015. Somos lo viejo, y el pasado no se termina de ir y no lo nuevo no termina de llegar. Si el peronismo quiere sobrevivir y tener futuro, tiene que romper los límites y pensar otras propuestas. La sociedad que se fundó con Perón y se reactualizó con Menem y los Kirchner está rota”, admite un dirigente del peronismo santafesino que encabezó una boleta en un 2023 amargo para el PJ.
La reaparición en escena de Cristina y la pelea asimétrica con Lali Espósito le sirven a Milei para tratar de cohesionar a distintos sectores de su base de apoyo, que ven en la exvicepresidenta la encarnación del mal, que rechazan el feminismo y que pueden adherir a un relato que presenta a los artistas como una casta de presupuestívoros.
Ambos episodios sirven para sacar parte de la atención mediática y social de la crisis. El interrogante es cuánto tiempo puede soportar este andamiaje discursivo sin una estabilización económica o, al menos, medidas de compensación ante un deterioro socioeconómico inédito por su rapidez y su profundidad.
>> Leer más: Inflación: Milei vaticinó que el momento más duro se viene en marzo o abril
Después de quedar en 2023 unos 60 puntos en promedio por debajo de la suba de precios (152% versus 211%), el combo devaluación más una inflación de 45% entre diciembre y enero llevaron según el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina la indigencia del 9,6% al 14,2% en diciembre y al 15% en enero, y la pobreza de 44,7% al 49,5% en diciembre y al 57,4%, el valor más alto desde que la UCA comenzó sus mediciones, en 2004.
Salvo unos pocos privilegiados, como los empresarios que se benefician del disfuncional pero muy vinculado a la política régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego, casi nadie está a salvo de la motosierra de Milei.
El anuncio de que se eliminarán el Fondo Compensador del Transporte, del Fondo de Incentivo Docente (Fonid) y una serie de fideicomisos son un capítulo más de la batalla de Milei contra los gobernadores.
Ese intento de ahogar a las provincias fuerza a los mandatarios provinciales e intendentes a enfrentar al gobierno central para conseguir recursos y evitar una catástrofe en sus distritos.
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De la misma forma, Milei saboteó la reunión del Consejo del Salario y rechaza establecer un piso salarial, para que sea la mano impiadosa del mercado la que fije el mínimo que debe cobrar un asalariado por su trabajo.
Esta situación acerca a la CGT a convocar su segundo paro general, en un contexto donde crecen el malestar económico, pero donde todas las representaciones están desgastadas y la amenaza real del desempleo tendrá, como en los años noventa, un efecto disciplinador.
En este marco, mientras áreas de la administración funcionan a media máquina o están directamente paralizadas, el gobierno se reduce a los dos Caputo.
Mientras Toto se encarga de licuar todo lo que pueda para ofrendarlo en el altar de la austeridad fiscal, Santiago pule el relato libertario que tiene en Milei su más poderoso amplificador.