Como expresó en su cuenta de X el internacionalista rosarino Esteban Actis, su exposición le sirvió para ganar notoriedad en la escena global —tanto sus admirados Trump como Elon Musk lo felicitaron por su cruzada contra el socialismo— pero no influencia.
Sólo hubo encuentros con las titulares del FMI, la reina Máxima de los Países Bajos y el ministro de Relaciones Exteriores británico, David Cameron, un gesto contrario a las normas de la diplomacia, ya que los presidentes no suelen reunirse con funcionarios de nivel inferior. El resto de los mandatarios le escaparon a una foto que puede ser tóxica en sus países.
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Por el momento, Milei parece más atento a los likes en las redes sociales que al poroteo en el Congreso, donde sus negociadores deben trajinar los pasillos para reunir los votos y aprobar la ambiciosa Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos.
Entre la dirigencia política no terminan de descifrar a Milei, un espécimen político diferente a los que trataron durante toda su carrera política y ajeno a los formalismos. Por ejemplo, dos de sus principales hombres de confianza, Federico Sturzenegger y Santiago Caputo, no tienen cargos en el gobierno. El joven Caputo fue uno de los encargados de acercar posiciones con los bloques que no ocultan su molestia por los modos libertarios.
“La ley es una ensalada. Tantos temas variados de distintas áreas imposibilitan llevar un hilo conductor en tan poco tiempo”, se queja un diputado que siguió de cerca el debate en el Congreso y pertenece al arco de la oposición que quiere darle herramientas a Milei, pero no a cualquier precio.
Después de podar decenas de artículos a pedido de distintos lobbys sectoriales, Milei y las bancadas de la UCR, el PRO y Hacemos Coalición Federal parecían haber llegado a un principio de entendimiento, pero el gobierno no termina de plasmar por escrito el acuerdo. Crece la sospecha de que el presidente prefiere apretar el botón rojo y hacer volar por los aires las negociaciones antes que ceder demasiado.
Los puntos donde las conversaciones están trabadas incluyen las retenciones (una línea roja para el gobernador Maximiliano Pullaro, que este domingo lo expresó en redes sociales), las jubilaciones y las privatizaciones. Cuestiones sensibles, de alto impacto político y económico, y que requieren pericia política y solvencia técnica para construir acuerdos.
“El gobierno no tiene ninguna capacidad de negociación seria, con lo cual intenta a través del atropello discursivo culpar al Congreso si esto no sale. Hoy no están los votos. El PRO está partido, igual que la UCR, que tiene pensamientos dispares. Del otro lado está el PJ unificado. Ya amagaron para sesionar dos veces y no logran llegar a un acuerdo. Publicitan que está el acuerdo pero la realidad es que cada vez se empuja más”, dice un legislador santafesino.
Por lo pronto, el oficialismo hace fuerza para sacar dictamen el martes y sesionar el jueves. Podría abrirse una caja de Pandora en el recinto si no se llega con un proyecto acordado entre La Libertad Avanza y los bloques de la oposición colaborativa que, como la UCR, ya empiezan a mostrar los dientes.
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En estas horas se verá si Milei quiere seguir jugando al todo o nada para responsabilizar a la casta por el fracaso de las iniciativas del gobierno o si en el marco de una estrategia de negociación dura da su aval a un proyecto más cercano al 56% que expresó una voluntad de cambio de signo reformista en el balotaje que al 30% rupturista de la primera vuelta.
Paradójicamente, hoy una de las principales fortalezas del presidente es su debilidad. El raquítico espacio legislativo de La Libertad Avanza disuade de pulsear con más fuerza a los bloques que Milei llama idiotas útiles o coimeros. A eso se suma que esos espacios no quieren quedar en el papel de obstructores ni mucho menos quedar pegados al peronismo.
En el Congreso, Unión por la Patria está en una situación curiosa: cuenta con la primera minoría en Diputados, con 102 bancas, pero no tiene capacidad de veto y está casi imposibilitada para construir mayorías alternativas. La experiencia fallida del Frente de Todos está demasiado fresca y el resto de los opositores no quieren compartir vereda con quienes fueron castigados en las urnas por la aceleración de la inflación y el crecimiento de la pobreza.
>> Leer más: Ley ómnibus: el oficialismo quiere sesionar el jueves con los "grandes acuerdos" cerrados
Con un tercio de las bancas del PJ, el radicalismo tiene más chances de imponer un dictamen propio, si es que logra alinear al PRO, al espacio de Pichetto y convencen a Milei de que es mejor una ley de pretensiones más modestas que no tener ninguna ley y que gane UxP por default.
Lo cierto es que con Sergio Massa y Cristina Kirchner fuera de escena, y con el gobernador bonaerense Axel Kicillof y el riojano Ricardo Quintela como principales voceros y puntos de referencia, el peronismo apuesta al paro de la CGT como un acontecimiento que exprese y canalice el malestar por la licuación de los salarios y las reformas celebradas por distintas cámaras empresarias.
Para Milei puede ser redituable pulsear contra la central obrera que actuó como dique de contención entre 2019 y 2023 y plantear un conflicto contra los defensores del statu quo de la Argentina corporativa, pero puede resultar riesgoso sobreestimar el apoyo social.
“La gente está rara. Es la primera vez que nos apoyan por un paro, que es simbólico. La base de tolerancia es medio baja”, dice un sindicalista docente.
Milei sigue teniendo un colchón en la opinión pública, pero puede empezar a gastarse. Según la última Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (Espop) que elabora la Universidad de San Andrés, Milei es el dirigente político con más imagen positiva del país (48%), pero entre diciembre y enero perdió 6 puntos porcentuales, 62% desaprueba la política económica, y 60% de los encuestados piensa que el presidente debería negociar su agenda con el Congreso.
Así entra Milei a la que puede ser la semana más importante de su gestión, donde se medirá el volumen de la movilización callejera contra y si su proyecto insignia logra salir indemne.
El libertario lleva más de cuarenta días de gobierno en las que sólo se acumularon malas noticias económicas, se exacerbó desde el vértice del poder el estilo canchero de comunicación, no logró aprobar ninguna ley y no ensanchó su base de apoyo político. Mientras tanto, el tiempo corre y se acerca febrero, el mes que marcará el fin del veranito antes del verdadero comienzo del año, para cuando se espera un nuevo salto inflacionario.
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En ese clima, se agudizan las urgencias de los gobiernos provinciales. Ese es el caso de Santa Fe. Con la vara baja en seguridad, donde consiguió nuevas herramientas legislativas y busca mostrar hiperactividad —y resultados— en la lucha contra el delito, a Pullaro se le abrió un frente complejo en el terreno fiscal, que dificulta el funcionamiento del Estado y recalienta la ronda de paritarias.
Acostumbrado a golpear primero, puso sobre la mesa el ausentismo docente para tratar de imponer condiciones en la negociación con los gremios, mientras discuten sobre el porcentaje de actualización salarial.
Más allá de algún rédito político de corto plazo en un conflicto con los sindicatos estatales, el problema fiscal seguirá allí.
Ante ese problema, y la negativa de Milei a coparticipar el impuesto al cheque, el gobernador santafesino encontró una diagonal, por ahora discursiva, para reclamar más ingresos sin plantear la vuelta del impuesto a las ganancias, que sumaría tensión extra a la paritaria provincial.
Es crear un impuesto en el marco del Congreso al sector más rico de la población, medido a través de sus ingresos o de su patrimonio. Una forma de primerear a las expresiones del centro a la izquierda del peronismo, en un momento en que el espacio moderado y progresista está buscando nuevas referencias nacionales, y cuando un proyecto impetuoso pero frágil en aspectos clave como el de Milei está tironeando el centro de gravedad de la discusión política más a la derecha de lo que muchos actores de peso están dispuestos a tolerar.