Poco después de aquel deslumbramiento creativo, otro hecho inesperado marcó un nuevo rumbo: “Ocurrió una cosa fabulosa. Mi hermana se puso de novia con quien todavía es su pareja, Carlos, que llegó a Rosario desde Cañada Rosquín. Carlos es fanático de la música y ya entonces tenía un montón de discos, que cuando vino a estudiar a Rosario dejó en mi casa. Yo tenía 12 o 13 años y siempre le estoy agradecida porque ahí estaba todo: Jethro Tull, Joni Mitchell, Beatles, Stones, Frank Zappa, Stevie Wonder, toda la música más extraordinaria de pronto estaba en mi casa. Ahí entré a un universo desconocido para mí. Mis viejos no escuchaban rock, todo éso entra con Carlos que trae los discos. Y coincide con el primer recital al que pude ir sola, que fue la presentación de “Instituciones” de Sui Generis en el Fundación Astengo. A partir de ahí entran todas las bandas argentinas, Crucis, Almendra, las distintas bandas de Spinetta, Serú, Charly. Fui formando mi gusto musical, que se completaba también con los discos que tenían los hermanos mayores de mis amigas. Nos juntábamos mucho a escuchar música, cuando salía un disco nuevo alguien lo compraba, íbamos a la casa y escuchábamos el lado A y el lado B en silencio, toda la atención estaba enfocada en escuchar esa música. Después sí comentábamos lo que habíamos escuchado. Son rituales hermosos que tengo en mi memoria”.
Por esa época, ambos deslumbramientos confluyeron en la creación como juego: “A los 13 empecé a escribir canciones. Desde antes escribía cuentos, poesías, pero a esa edad empecé a escribir mis canciones. Nos juntábamos con amigas a componer, y también con Fabián Gallardo, con quien somos amigos desde los 13 años y también hacía sus canciones. Ahí empezó todo, me pasaba todo el día cantando, tocando la guitarra”.
Lo que ocurriría pocos años más tarde es parte de la historia grande de la música popular argentina: poniendo voz a las canciones de sus pares rosarinos, en dúo con Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré empezó a recorrer bares de la ciudad de Rosario y pronto sería parte esencial de aquel Obras que alumbró a La Trova Rosarina. Ese mismo 1982 grabó los fundacionales “Tiempos difíciles” y “Actuar para vivir” y, en 1983, inició un camino solista prolífico y distinguido.
- Al día de hoy, con un repertorio extenso que incluye muchas canciones propias, ¿seguís persiguiendo aquella sensación que tuviste a los 11 años?
- Sí, es la misma sensación. Que es única y me cuesta mucho describir con palabras. Es una sensación muy potente, que no se parece a nada. Es un estado de felicidad absoluta.
- Obviamente, con el correr del tiempo la mirada adulta empieza a mediar en la autoevaluación. ¿Qué tan exigente sos con vos misma?
- Soy una persona muy exigente, en todos los aspectos de mi vida. Pero en el momento de la creación está puesto en juego el inconsciente, no estoy razonando, me dejo llevar. Entonces está bueno porque descanso un poco con esta cosa de la exigencia. Por ahí estoy tocando el piano, empiezo a tararear algo, digo algunas palabras y luego completo esa melodía, esa letra. Por supuesto que si hay una canción que considero que no es digna de ser mostrada, que no tiene cierto nivel poético o musical, la descarto, pero eso es posterior. Es muy probable que si aparece algo que no me convence, lo abandone. Por lo general siempre hago la melodía primero. Y nunca pienso sobre qué voy a escribir, es algo que viene a mí, por eso digo que tiene más que ver con la inconsciencia. No tengo una rutina para ponerme a componer, no la tuve nunca. Estas cosas me surgen cuando estoy jugando con el instrumento, con el piano o la guitarra, es una situación lúdica. Cuando era jovencita, eso sucedía todo el tiempo, después uno va creciendo y hay otras responsabilidades, entonces hay que generar esos momentos. Ya no sale naturalmente, pero si uno no busca esos momentos es muy difícil que se pueda crear algo.
- ¿Cuándo empezaste a ver la posibilidad que la música se pudiera convertir en un trabajo? ¿Fue con “Tiempos Difíciles”?
- Sí, porque antes me gustaba cantar, estudiar música, pero no pensaba que esta vocación mía podía ser una profesión. No lo había pensado nunca hasta que conozco a Baglietto, empezamos a cantar, nos convocan para grabar, me mudo a Buenos Aires y ya empezamos a hacer shows, a trabajar. Después se construye la profesión, el oficio.
- Después de grabar los dos primeros discos de Baglietto, que cumplen 40 años, grabaste “La mañana siguiente”, con temas de Jorge Fandermole, Fito Páez, Lalo de los Santos. Recién en tu segundo disco aparecen temas propios. ¿Cuando empezaste con tus canciones buscaste que apareciera tu singularidad, quizás despegándote de lo que fue la etiqueta de La Trova?
- Bueno, en realidad cuando formaba parte de La Trova, tenía algunas cosas escritas, algunas canciones, pero en ningún momento había pensado que las grabaría. Por eso en mi primer disco no hay material mío. De alguna manera yo iba a seguir siendo parte de ese movimiento, y lo sigo siendo con mucho orgullo. Porque creo que La Trova es mucho más que determinadas canciones, determinado disco o género musical, justamente porque es un movimiento que reúne a una gran cantidad de autores, compositores, con varios estilos musicales que, de alguna forma, se unificaron para crear un sonido original, único, que no existía hasta ese momento. De ahí la importancia, que uno puede ver después de que pasaran muchos años, las cosas no las ves en el momento en que las estás haciendo, pero con otra perspectiva uno puede ver el aporte que este movimiento ha tenido a la música popular argentina. Sobre todo de un grupo de gente que no era de Buenos Aires. Después, claro, cada uno sigue haciendo su búsqueda, construyendo su estilo. Yo fui haciendo diversas canciones, en el segundo disco incluí algunos de mis temas, empecé a componer mucho. Y en “Reinas de pueblo grande” (EMI, 1986) me dí cuenta que tenía un estilo propio. Creo que en ese disco se conformó. Pero siempre voy a ser parte de La Trova Rosarina.
- ¿Cómo viviste el reencuentro de La Trova para la presentación de Cosquín en 2019?
- En varias oportunidades se dieron reencuentros con un integrante, con dos. Con Juan hicimos muchos espectáculos y discos juntos después de aquellos de 1982. Con los chicos nos hemos reencontrado en festivales y demás, pero lo que pasó en 2019 fue muy interesante, porque armamos un show donde había canciones de todos, estábamos cantando aquellas canciones tan queridas de aquellos años pero incluimos material más actual de los integrantes. Y estaban los autores, Fander y Abonizio, que no estaban como músicos en la banda del 82. Trabajamos mucho para ese espectáculo, armamos un show con canciones a seis voces, creo que fue una cosa muy importante, porque se incluyeron canciones de todas las épocas. Y ahora damos una vuelta más a la cuestión: este año vamos a volver a tocar juntos por los 40 años de “Tiempos Difíciles” y “Actuar para vivir”. Es también celebrar el inicio, porque “Tiempos difíciles” de alguna forma abre la puerta a la popularidad de Baglietto y, como consecuencia de éso, cada uno de nosotros empieza a grabar lo suyo, se hace solista y se acerca a la gente. Ahora se agrega esto de estar los seis en el escenario, donde van a haber canciones nuestras, pero principalmente el espectáculo se va a centrar en “Tiempos difíciles” y “Actuar para vivir”, con los seis en escena. Por supuesto hay variantes, tiene una dinámica el espectáculo, no estamos todo el tiempo los seis, pero hay hermosos arreglos vocales, una hermosa banda que nos acompaña. Y es lindo volver a cantar aquellas canciones que, por lo menos en mi caso, no había vuelto a cantar. Estamos ensayando, ya tenemos definido el repertorio, tenemos reuniones semanales donde proponemos diferentes cosas a nivel global artístico.
- El tiempo permite una relectura de aquellos temas. Una relectura mediada obviamente por los recuerdos y la emotividad de lo que significaron esos discos. ¿Cómo ves hoy a esas obras?
- Para mí “Tiempos difíciles” es un gran disco, lo escucho ahora y me sigue pareciendo un gran disco. Eso es buenísimo. Por supuesto que aparecen muchas anécdotas, vamos recordando cosas y las compartimos, con mucha emoción, porque hemos trabajado muchísimo y en esa época se vivió con la mayor intensidad. Yo tenía 20 años y de repente estábamos cantando en un Obras Sanitarias lleno, cantando las canciones de nuestros amigos de Rosario, viviendo en otra ciudad, lejos de la familia. Lo mejor de todo es que pudimos hacerlo, estábamos trabajando de lo que amábamos. Y, mejor aún, continuamos haciéndolo.
En paralelo a esta serie de shows junto a La Trova (se vuelve a presentar hoy en el Anfiteatro Humberto de Nito de Rosario y el 22 de abril en Buenos Aires, en el Ópera Orbis), para este año Garré tiene en carpeta el lanzamiento de dos discos: “Archivo Bacharach” junto a Litto Nebbia (con quien retoma los homenajes iniciados en 2016, vía Melopea, con “Archivo Jobim”) y “Retrato de James Taylor”, que registró en vivo junto a su banda. En ambos casos, y a tono con los tiempos que corren, la publicación será en formato digital: “Van a salir por plataformas, porque prácticamente la gente no compra discos, y es muy caro producirlos. Y los hacemos de manera independiente. El último disco físico que edité fue ‘Carrousel’, en 2018. Hacía mucho que no grababa un disco con canciones propias y en ese caso nos dimos el gusto de sacar el disco físico, pero pienso que de alguna manera uno se va acostumbrando a las plataformas digitales. Lo lindo que tienen las plataformas es que uno puede encontrar una gran cantidad de material que a lo mejor no tenía en formato disco o Lp, o que perdí. Es lo mismo que me pasa con Youtube, o con el cine, que me puedo encontrar con películas, con canciones que me gusta volver a escuchar. Después está la contra de que se pierde el concepto del disco. Porque si bien en otra época también había simples, donde se sacaban los temas que la compañía definía como temas de difusión que se mandaban a las radios, había un concepto del disco, donde el arte de tapa era muy valioso, donde el orden de los temas era muy pensado. Tenía que ver con una obra, si bien no conceptual en el sentido de que todas las canciones refirieran a un tema en común, era un trabajo integral. A mí me gustaba también el sonido de la púa, el audio. Pero aquellos que no lo conocieron no lo extrañan. Ahora se escuchan cosas tan tocadas, tan comprimidas, tan retocadas… pero trato de no escuchar esa música, escucho cosas de gente que sé que toca bien, porque los he visto en vivo, porque sé que tocan de verdad. Pero uno se va acostumbrando. Yo me acostumbro, puedo escuchar un Ipod con auriculares y puedo igual disfrutar de la música”.
- Pero, más allá del soporte, sí te interesa escuchar aquello donde sabés que no está tocado por la magia de estudio.
- La música que escucho nunca es magia de estudio, porque escucho buenos compositores, cantantes, instrumentistas, ni lo dudo.
- ¿Qué estás escuchando ahora? ¿Aparecen nuevas autoras o autores?
- Escucho los clásicos. Podría mentir y decir que trato de descubrir nueva gente, pero no, escucho lo que me gusta desde hace mucho. Hay una cantidad de gente que fue apareciendo pero que ya es clásica: Coldplay, Keane… ya son clásicos. Escucho a los artistas que admiro.
- ¿Te sentís influenciada por esas músicas? Decías que tus procesos creativos están muy marcados por la inspiración del momento: al volver a escuchar eso que creaste, ¿descubrís influencias a nivel musical o poético?
- Sí, a veces me ha pasado. Es diferente lo musical que en relación a los textos. Lo musical está ligado a influencias, a haber escuchado tanta música. Por ahí puedo descubrir algún giro, una secuencia de acordes que está emparentada con algún autor, por el tipo de melodía o de armonía. Pero con el texto es más difícil de precisar, porque están los libros que leíste, las películas, las cosas que pensás, la persona que sos. Todo lleva a escribir: lo que gozaste, lo que sufriste… todo éso termina participando en la escritura de una letra.
Garré y su mirada sobre el sonido rosarino
“Siento que hay un sonido rosarino, que no responde a un estilo puro: es un estilo donde confluyen muchos estilos. Y es un estilo que notás en los autores de Rosario. También en la forma de cantar, el tarareo, hay una manera de frasear que también es rosarina. Una vez, cuando grabamos un disco con Nebbia, de quien hemos heredado muchas cosas (¡creó al rock en español!), teníamos que escribir algo cada uno en la contratapa, contando la experiencia de grabar ese disco. Y Litto, en su texto, me define a mí diciendo: ‘Canta en rosarino’. Fue como un gran piropo, un halago, porque él hablaba de la originalidad, como que yo no quería parecerme a nadie, destacando lo original. Eso es lo que tiene la música de Rosario, que es original. Y además representa a nuestra ciudad, sus paisajes, su gente”.