Un olvidado tesoro escondido en el medio de un paseo comercial. Un lugar detenido en el tiempo. Un oasis para escapar por unos minutos de la vorágine de la calle. Todo eso es la galería San Jorge (San Luis 1554), un paseo despoblado y desconocido por el grueso de los rosarinos que hoy se usa casi de depósito y tiene una mística retro que enamora, nada más entrar por un estrecho pasillo que desde afuera oculta la majestuosidad arquitectónica que habita en el centro de manzana.
La galería, ubicada en la cuadra entre Paraguay y Presidente Roca, mano norte, tiene planta baja, subsuelo y dos plantas superiores que miran hacia el centro con un movimiento circular que recuerda al museo de arte Guggenheim de Nueva York, con una cúpula en el techo por el que se cuela un gran haz de luz natural y un espejo al fondo. Cinco mesas color naranja rodeadas de un aro de cemento en forma de banco y con una palmera en el centro le dan un aspecto que recuerda a una mística perdida, a una era dorada que hoy es tan solo un recuerdo.
Es que en una época, en la que había un restobar atendido por árabes, este fue un lugar de encuentro y se juntaban muchos comerciantes a tomar café o almorzar. Esas mesas también fueron la base de operaciones de los viajantes, los encargados de representar y hacer ventas para las fábricas antes de la llegada de los negocios exclusivamente por vía digital, que charlaban, hacían tiempo y se pasaban datos allí sentados.
Sin embargo, durante los últimos años la galería se fue vaciando, y bares que funcionaron allí no anduvieron tan bien, por más que tenían mozas que salían a llevar desayunos o almuerzos a los que trabajan sobre San Luis. El último fue La Elvira, cuyo cartel permanece desde su cierre en la pandemia.
No siempre el ingreso fue tan pequeño, sino que los dueños armaron locales comerciales en la puerta, achicando la entrada. Hoy muchos comerciantes alquilan las unidades -de muy bajo costo- como depósito, hay alguna oficina y un taller de arte. El 45 por ciento está vacío, cifra que la ubica entre los valores más altos del centro.
Marcelo Próximo, que hace 7 años instaló en la línea del frente la tienda Jai, que vende ropa de mujer a nivel minorista, advierte que se trata de locales "económicos, pequeños como un kiosco", en una zona que en su mayoría alberga negocios mayoristas de unos 300 o 400 metros cuadrados de superficie, con pisos de arriba para almacenar mercadería. "Antes entraba más gente. Pero los clientes ahora prefieren caminar por la calle y mirar vidrieras. Se estiró algunas cuadras San Luis, antes era más corta la zona textil. Y esto se fue muriendo", contó.
Historia
La galería fue construida a fines de la década del 60 por Kelzi y Farray, dos exempleados de la firma Sauan de calle San Luis que tenían una mercería y lencería. Pasó en los 80 a manos de Alberto Djoubailli (propietario de Nylon Alberto en calle Córdoba) y por último a principios de los 90 a sus actuales titulares de la perfumería Different. Siempre hubo negocios ligados a lo textil, y sigue siendo así.
"Por allí pasaron firmas importantes fabricantes de jean, vaqueros y ropa de niño, que utilizaban esos locales aprovechando el bajo precio de los alquileres. Nosotros con Soso Tex ocupamos todo un piso. Era un lugar especial, nos conocíamos todos", recordó Elías Soso, fabricante de camisas e histórico dirigente de la Asociación Empresaria de Rosario, que incluso llegó a tener su oficina personal para atender reuniones y recibir al periodismo en la planta baja de la San Jorge.
La época de oro fue entre los 70 y los 80. Había un bar donde se reunían los comerciantes de la zona, con música y algo de comida árabe. Se hablaba mucho de negocios y se encontraban con los clientes que venían del interior. Se discutía y había griterío en el ambiente. "Eran épocas de mucho trabajo y ahí eran todos muy laburantes. Todo con sabor a calle San Luis", relató Soso.
Hace 20 años vino el crack junto con la crisis del 2001. "La gente inclusive abandono las oficinas y se empezó a usar como depósito", apuntó el dirigente. En el ancho de la entrada se hicieron tres locales en el medio, achicando el ingreso, porque era muy amplio y la galería daba poca ganancia. "Ahora están siempre alquilados, y fue una época en la que se necesitaban", describió Soso.
Hoy el primer piso es fantasmal y está lleno de locales con sus vidrios tapados con papel. En el segundo piso hay un taller de arte llamado "La Colmena". Está todo vidriado, y desde afuera se ven mesas llenas de materiales, piezas de arte como cuadros (algunos hechos por niños) y coloridos colgantes de vidrio. Un cartel promociona cursos de pintura, velas y pátinas. También hay un showroom mayorista de ropa femenina. El movimiento es mínimo allí arriba.
También hay un ascensor que es una reliquia, y aún funciona. Los inquilinos de los pisos superiores lo utilizan especialmente para subir mercadería, aunque un cartel pegado en la puerta por la administración advierte que "no es un montacargas" y solo tolera un peso de 380 kilos. Algo llama la atención entre tanta antigüedad. Una nostalgia por un tiempo que parecía mejor. O tan solo la magia de los lugares quietos en los que existen posibilidades de que sucedan cosas nuevas.
Descubrir el tesoro
Dentro de la jornada de peatonalización de San Luis que se realizará este sábado 18 de diciembre, y en el marco del proyecto de recuperación histórica y arquitectónica que impulsa la Secretaría de Desarrollo Económico de la Municipalidad para llevar actividades y movimiento a galerías desconocidas y despobladas, habrá en la galería San Jorge una actividad cultural.
Consistirá en música en vivo a cargo de un DJ y banda, feria de arte y oferta gastronómica con sidra, hidromiel, bebidas orgánicas y comida naturista. La actividad se llamará “Naturaleza oculta” e invita a “descubrir el tesoro”, de 10 a 15.