En su primera semana en el gobierno, Javier Milei y Maximiliano Pullaro no siguieron una lección de algún gurú del marketing político, sino un viejo refrán popular. El que pega primero, pega dos veces.
Por Mariano D'Arrigo
En su primera semana en el gobierno, Javier Milei y Maximiliano Pullaro no siguieron una lección de algún gurú del marketing político, sino un viejo refrán popular. El que pega primero, pega dos veces.
Tanto el presidente como el gobernador salieron con iniciativa a imponer condiciones. Sin embargo, la pelea recién comienza. En los sucesivos rounds deberán mostrar capacidad para alternar posturas. Ataque y defensa.
Ambos parecen conscientes de que la sociedad angustiada que deben gobernar no puede esperar. La legitimidad de origen ya quedó atrás. Ahora debe ser revalidada día a día con la legitimidad de ejercicio. Gestión. Resultados.
Otra lección aprendida de la experiencia fallida del Frente de Todos, que dejó un manual del qué (no) hacer.
El crédito inicial se puede gastar a cuentagotas, como hizo Alberto Fernández cuando alcanzó su pico de popularidad al comienzo de la pandemia. O se puede invertir. Con decisiones que impliquen costos pero que dejen algún resultado perdurable. Incluso, que permitan sostener, o aumentar, el capital político en el futuro.
Después de pronunciar un discurso inaugural disruptivo, tanto por las formas como por el contenido, Milei ordenó un ajuste relámpago que economistas de distintas bibliotecas comparan con el Rodrigazo, el episodio que marcó el comienzo del fin del gobierno de María Estela Martínez de Perón, antes de que el país descendiera al infierno de la dictadura militar.
Más allá de algunas medidas simbólicas que no mueven la aguja en términos presupuestarios, como la poda de cargos políticos, el paquete que anunció Luis Toto Caputo en un mensaje que debió ser regrabado consiste en un impuestazo acompañado de recortes sobre un fino colchón de contención social.
En los papeles, el objetivo declarado es generar las condiciones para un plan de estabilización y avanzar hacia la dolarización. Una promesa de campaña que por ahora junta poco consenso tanto entre el gran empresariado como a nivel social.
La megadevaluación, la suba de los combustibles y el inminente recorte de los subsidios pegan bajo la línea de flotación de una clase media que se inclinó por Milei para empujar al peronismo del poder y ahora el programa libertario podría empujarla hacia la zona de la pobreza.
Como contrapartida, y aunque por el momento es más un gesto de voluntarismo que de voluntad, el protocolo anti protestas que presentó dos días después Patricia Bullrich busca disuadir a los sectores que más temprano que tarde saldrán a reclamar por la licuación de sus ingresos a una velocidad aún mayor que durante el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa.
Ironías de la historia, los que buscan sancionar la protesta social son dos fuerzas que se forjaron al calor de los cortes de ruta y las movilizaciones callejeras. El PRO, con el conflicto contra la resolución 125 y los cacerolazos en el segundo gobierno de CFK. La Libertad Avanza, en las manifestaciones contra las medidas sanitarias durante la pandemia.
Lo cierto es que por estrategia o por las dificultades para conseguir valientes para ocupar las sillas más calientes, son dos (¿ex?) macristas quienes le ponen la cara a las malas noticias, mientras Milei se corre de escena y sigue en modo campaña. Incluso cuando parte de la pesada herencia del Frente de Todos es la erosión de la autoridad presidencial.
Por ahora, están ausentes las medidas de ingresos para reforzar los ya anémicos ingresos de la población que cobra en pesos.
Es posible que entre sus lecturas de economistas neoclásicos y de la escuela austríaca Milei haya resaltado el pasaje de El Príncipe donde Nicolás Maquiavelo sugiere hacer el mal todo junto y el bien de a poco.
Otra opción es que Milei efectivamente crea en materializar el sueño, o la fantasía, de llevar adelante un ajuste draconiano con apoyo popular sostenido.
En cualquier caso, la tolerancia de una sociedad que se quedó sin agujeros en el cinturón para seguir apretando estará marcada por al menos cuatro factores.
Uno, la extensión en el tiempo de las penurias. Dos, cómo reaccionan los sectores afectados (en las redes o también en la calle, por separado o con algún nivel de coordinación). Tres, si Milei concede o no amortiguadores económicos. Cuatro, la capacidad del presidente para absorber los costos políticos o redirigirlos, tanto hacia dentro de su gobierno como hacia otros.
Por lo pronto, la inflación ya alcanza niveles desconocidos para varias generaciones de argentinos. Hay que remontarse a la híper que azotó al país a fines de la década de 1980 y principios de 1990 para encontrar un cuadro de situación similar.
Más allá de algunos puntos de contacto en el plano económico, las diferencias aparecen rápido en aspectos nada menores.
El de Milei es un proyecto con aspiraciones de neomenemismo pero sin un político con experiencia como Menem, sin una estructura de poder como el PJ y una corte de políticos profesionales y dispuestos a embarrarse, sin mayorías legislativas, sin un estallido previo que legitime el shock y con una sociedad que pese al entumecimiento muscular que generó la pandemia y la pasividad de sindicatos y organizaciones sociales alineadas con el peronismo todavía conserva gimnasia de movilización.
Pese a esas debilidades iniciales, Milei interviene lo más rápido posible ante una sociedad aturdida y frente a una dirigencia política y corporativa deslegitimada y atravesada por distintas divisiones.
En ese marco, el liberal libertario busca meter por la claraboya de la historia el ambicioso paquete para desregular prácticamente toda la economía y que la impiadosa mano invisible del mercado haga y deshaga a su antojo. Como dijo el mismo presidente en campaña: la diferencia entre un loco y un genio es el éxito.
En la previa de un decreto de necesidad y urgencia y una ley ómnibus, que podría ser desagregada en vehículos de menor porte pero con el GPS configurado hacia el mismo destino de resetear la economía argentina, Milei se reunirá este martes con los gobernadores que tienen votos clave en el Congreso y que ya empiezan a sentir la falta de oxígeno financiero en sus provincias.
En ese esquema juega un papel clave el ministro del Interior, Guillermo Francos, el principal articulador político de Milei. En una primera semana en la que prácticamente toda la primera línea del gobierno debutó en la función pública, el ex representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo recorrió los 360 grados del círculo rojo y se reunió con el CEO de Techint, Paolo Rocca, sindicalistas, los medios de comunicación nucleados en Adepa, gobernadores y la Cámara Nacional Electoral.
Ubicado por defecto en el lugar de referente de los mandatarios provinciales, Pullaro, que se sumó este viernes a la reunión que mantuvo Francos con 22 gobernadores y que en Casa Rosada definieron como “cordial”, busca plantear con Milei un esquema de negociación donde hay intereses convergentes, como la violencia en Rosario, y divergentes, como la distribución de recursos.
En sus primeros días en la Casa Gris el radical buscó compensar malas noticias en el terreno económico —como la suspensión de los reintegros de Billetera Santa Fe y la suba de tarifas eléctricas— con hiperactividad en el tema que encabeza todos los rankings de preocupaciones sociales: la seguridad.
Después de años en que los cabecillas criminales fueron corriendo todos los límites, la contraofensiva a lo Bukele busca recuperar el poder del Estado. En ese camino, Pullaro intenta galvanizar el apoyo social y movilizar a una policía que conoce desde adentro y que busca conducir con un aceitado mecanismo de premios y castigos.
“Estamos respetando el mandato. Y Maxi va a ir más al frente”, dice un integrante de la mesa chica del gobernador.
Este jueves, Pullaro se anotó otro triunfo en la Legislatura. Bien cohesionada, la mayoría de Unidos para Cambiar Santa Fe superó sin sobresaltos su primer test y en tiempo récord le ofrendó al gobernador siete normas, cuatro de ellas relacionadas con la seguridad.
Todavía quedan reformas sensibles en el área —como la modificación de la ley orgánica del Ministerio Público de la Acusación— y el combate frontal a las bandas criminales ya generó sus primeros coletazos en una guerra que será larga y en la que habrá avances y retrocesos.
Por lo pronto, un aliado de Pullaro ganó terreno en el tablero nacional. Apoyado por el gobernador santafesino, que jugó para que no se llegue a la instancia de votación, Martín Lousteau presidirá el comité nacional de la UCR en una etapa donde Juntos por el Cambio se mantiene como sello sólo por inercia.
Enrolado en el sector más crítico hacia Milei, el senador nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires deberá hacer equilibrio y conducir un partido castigado sistemáticamente por el presidente, que tiene un número de legisladores en el Congreso para avalar, retocar o bloquear, según el caso, las reformas que envíe Milei y que representa a un electorado que se volcó en el balotaje casi por completo hacia la opción de cambio que representaba La Libertad Avanza. El mismo electorado que pagará la mayor parte de la factura del ajuste que empezó a aplicar Milei en su primera semana en el poder.