Hugo Chumbita ha escrito tres libros en torno a José de San Martín. En El
secreto de Yapeyú presentó su tesis principal, todavía en discusión, según la cual el héroe
nacional tuvo origen mestizo. Las similitudes del caso con los de otros personajes centrales de la
historia argentina lo llevó a escribir Hijos del país. San Martín, Yrigoyen, Perón. Y en el
tercero, El manuscrito de Joaquina, en coautoría con Diego Herrera Vegas, exhumó un diario donde la
hija de Carlos María de Alvear aporta referencias en favor de su tesis. Invitado por el Centro
Cultural Bernardino Rivadavia, el historiador presentó en Rosario esas investigaciones, que giran
en torno a la afirmación de que San Martín fue hijo de Carlos de Alvear y Rosa Guarú, una joven
guaraní.
"Lo que quedaría pendiente sería la posibilidad de realizar la prueba de ADN. La
Defensoría del Pueblo de la Nación está realizando una serie de indagaciones preliminares para
reunir los antecedentes del caso, después de una presentación que hicimos en nombre de un grupo de
docentes, historiadores y profesionales reunidos como grupo Lautaro para acompañar a los presuntos
descendientes de San Martín por vía de los Alvear y de Rosa Guarú", dice Chumbita.
—¿La pericia de ADN podría resolver la discusión sobre el origen de San
Martín?
—Creo que está demostrado el origen mestizo de San Martín. Hay abundantes
testimonios de gente que lo conoció y de historiadores de su época. Ahora, la prueba efectiva de
quiénes eran sus padres sólo puede resultar de un análisis más fino. Mucha gente que desconoce el
tema se sorprende cuando planteamos estas cosas y su primera actitud a veces es de rechazo. En la
medida en que se conocen los fundamentos se abre otra posibilidad. Y además todo esto promueve el
debate sobre la revisión de la historia. Son iniciativas fructíferas en el sentido de que podemos
plantear la necesidad de una actualización de la historia argentina, acorde a nuestra mirada y al
estado de la investigación actual. Todo lo que está consagrado como historia oficial en los
manuales escolares está siendo no sólo discutido sino resistido incluso por los propios docentes.
Hay cosas que ya nadie digiere, como el ocultamiento de la guerra de Paraguay, o considerar
próceres a Rivadavia, el inventor de la deuda externa, o Roca, el genocida de los indios. Falta una
revisión integral de la historia.
—¿Cómo ve a los historiadores ante esa necesidad?
—Muchos siguen el estilo conformista que marcaron nombres muy influyentes
como José Luis Romero o Tulio Halperín Donghi. En definitiva nos explican por qué se impuso el
proyecto de la oligarquía, pero no nos cuentan las resistencias que hubo a ese proyecto. Y no nos
explican incluso por qué funciona mal el proyecto que impuso la oligarquía. Hace falta una historia
menos conformista, en el sentido de conformidad con el resultado al que llegamos, y que encuentre
por lo tanto todos los antecedentes de las contradicciones. Argentina vive una constante puja entre
dos países en conflicto, cuyos recíprocos logros y fracasos se explican mutuamente. El país está
escindido en contradicciones difíciles de resolver, como la que hemos vivido con el conflicto
rural. Estudiar la historia no va a resolver las contradicciones pero nos va a ayudar, quizás, a
encontrar las claves. Y además a plantear a la nueva generación un desafío crítico que sirva para
transformar la realidad y no que sea un mensaje para adaptarnos a la mediocridad y al fracaso. En
la Universidad de La Matanza, donde estoy a cargo de la cátedra de Historia Política de las
Américas, la angustia por encontrar los textos que nos faltan nos llevó a formar un equipo para
elaborar nuestros propios textos, que es una visión del proceso histórico en una perspectiva de
conjunto. Vistos en el marco continental, los problemas de un lugar muchas veces se aclaran por
comparación con fenómenos análogos de otro lugar. Nuestra historia de países fragmentados, toda la
América de origen hispana, no se puede entender sin ver cómo la línea de sentido atraviesa esas
fronteras.
—¿Y en San Martín como juegan esas comparaciones?
—A nosotros de San Martín nos han contado la batalla de San Lorenzo y el
cruce de la cordillera. Cuando se va a Chile lo perdemos de vista. Y no tenemos idea de lo que hizo
en Perú. Sin embargo, lo más trascendente políticamente de San Martín sucede en Chile y en
Perú.
—¿Ese recorte tiene que ver con los relatos establecidos?
—Tiene que ver con la censura y con las manipulaciones. En Chile, San
Martín se alía con O'Higgins y se enfrenta con los Carrera, que son parte de los malditos de la
historia argentina porque se juntaron con los caudillos federales. En Chile hay críticas a San
Martín que acá han sido silenciadas para mantener la imagen que se levantó. En Perú la obra de San
Martín es extraordinaria, porque es él quien ejerce el gobierno; no se puede decir que sea un gran
éxito pero la intención de liberar a los indígenas, abolir la esclavitud, la expulsión de los
españoles, la expropiación de los esclavos y las haciendas, el rescate de la historia incaica y los
tropiezos que él tiene con la aristocracia peruana, que no hace la revolución, conforman una
historia apasionante, que nos muestra a San Martín como un político, un luchador, un hombre que
tiene ideas profundas de cambios. Una imagen completamente diferente a la maqueta del soldado
victorioso.